"Tierra Ocupada" Mario Briceño Iragorry
Enviado por celesstess • 27 de Junio de 2013 • Trabajo • 1.140 Palabras (5 Páginas) • 1.042 Visitas
Tierra Ocupada Mario Briceño Iragorry
Cuando el Departamento de Estado creyó necesario a los intereses de Estados Unidos intervenir en la política de Nicaragua y de la República Dominicana, envió sus lindas y poderosas naves a las playas desguarnecidas de ambos países. La América hispana siguió con devoción ejemplar el calvario de Las Segovias, donde Sandino se convirtió en símbolo feroz de la resistencia contra el grosero invasor. Sandino no era un santo. Sandino fue una fuerza puesta al servicio de la América libre. La invasión se hacía entonces por medio del big stick con que el viejo cazador de tigres africanos quiso dominar la altivez de la América española.
Los medios han mejorado en los últimos años, y hoy para la ocupación no es necesario hacer uso de marinos ni de lindas naves de guerra. La ocupación se hace lentamente, suavemente, alegremente. No es preciso exponer el propio pellejo ni asustar a los indígenas. Todo lo contrario. Los indígenas se sienten profundamente complacidos. “No hay como los jugos americanos”, decía en estos días cerca de mí una fatua señora de la aristocracia caraqueña. “Eso de que a una no le quede ni el olor del verdín en la mano, es una gran cosa”. Esta señora es una legítima pitiyanqui, al servicio inconsciente de la invasión extranjera. Y lo que se diga de los enlatados, puede y debe decirse de los demás artículos importados. Son los marinos de la nueva ocupación, a quienes los alegres pitiyanquis abren festivamente los caminos de la nación.
Acabo de recorrer el inmenso valle de Quíbor y El Tocuyo. Hay sembrado un poco de sisal, que lejos de trabajarse en su totalidad, se exporta en su mayor parte como materia prima, con mengua de la industria nacional. La tierra está reseca y sedienta. También está sedienta la hermosa ciudad de Barquisimeto. Si esa tierra tuviese riego, allí crecería hasta el árbol del Bien y del Mal. Basta mirar las copas luminosas de los robles y de los araguaneyes que acusan la vecindad subterránea de las venas de agua, para pensar en el milagro que allí harían, sino unos embalses, al menos unos molinos de viento o unas bombas movidas con petróleo. Eso sería sembrar el petróleo para que naciese pan comestible. Pues en aquellos ardientes y desolados caminos se encuentra el pasajero a cada paso con los marinos de la ocupación. “Fume Camel”, “Tome Coca-Cola”, “El Chesterfiel es mejor”, “Sopa Continental de pollo y fideos”, Beba Bidú”, “Consuma Avena Quaker”, “Coma queso Kraft”. Se olvidan quienes plantan estos avisos que al hacerlo arruinan la soberanía económica del país. Digo mal. Quienes lo plantan no saben lo que hacen. Hay mayores de edad que pueden hablar por sí propios. Aquellos obran inadvertidamente, como el recluta que dispara inconsciente contra su hermano. Los culpables son los pitiyanquis, que hacen el juego a los invasores. El pueblo que consume estas cosas es empujado a ello por sólo la propaganda y la moda. La publicidad al servicio irrestricto del extranjero es como la tienda de los Esfialtes. Ahora se le hace propaganda al camión amarillo de la “Coca-Cola”, como al “Mensajero de la Buena Vecindad”. Estamos. (En Francia e Italia se llama “cocacolos” a los pitiyanquis). A fin de que esa “buena vecindad” prospere, es necesario destruir todos los valores sencillos, ingenuos, amables que se conjugan para dar resistencia realista a las líneas morales de nuestra tradición nacional.
En Barquisimeto, tierra rodeada de ingenios
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