Un Balance necesario sobre la democratización

Un Balance necesario sobre la democratización.

Los sectores dominantes han planteado el tránsito hacia la democracia como un simple problema electoral, tampoco es tan simple, pues el respeto del sufragio ciudadano es una rara flor.

La década de los 80’s y los procesos políticos y electorales, mostraron la permanencia de los viejos vicios del caudillismo, el clientelismo político y la militarización. Evitar el fraude y la manipulación requirió el veto norteamericano, la oposición de las fuerzas armadas  y la movilización popular.

El Caudillismo como forma de control político electoral y de poder estaría acabando según algunos, pero a nuestra manera de ver, este fenómeno si existe. Es muy insipiente y está siendo cambiado por el marketing publicitario, las encuestas y otras formas modernas de control de la opinión pública, discutiblemente más democráticas que las anteriores, aunque evidentemente más caras.

Las elecciones internas de los partidos, vigiladas por el órgano electoral nacional, son un avance. Lo mismo puede decirse de los procesos electorales de carácter nacional, pero son insuficientes.

El avance formal observado era útil pero se necesitaba darle contenido en la promoción de la participación ciudadana y el respeto irrestricto a ella.

Si el estado sigue siendo de seguridad nacional, si los militares siguen bajo la consigna de que el único comunista bueno es el muerto, la democracia no puede nacer ni consolidarse.

Si no se respeta la organización popular, si no se da una irrestricta libertad de organización y expresión, no maduraran las tendencias democráticas innatas presentes en las mayorías populares.

Cambiar al viejo y marrullero caudillo,  por la imagen del joven ejecutivo, dinámico y exitoso, hijos de los publicistas y de las encuestas, no hace avanzar la democracia. Solo resulta en nuevas formas de perversión de mandato popular, que en estas condiciones ni manda, ni existe.

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