Una gran Ilusión

Cruz Antonio Velázquez Nath

Tony Judt, ¿Una gran Ilusión? Un ensayo sobre Europa. Trad. V. Gordo del Rey, Taurus, México, 2013, 160pp.

La Unión Europea pretende ser una comunidad internacional pacífica, próspera, centrada en los derechos humanos, que permite el libre movimiento de bienes y personas, es decir, una “Europa racional”. Tony Judt desafía esta idea al exponer a lo largo de la obra en cuestión las limitaciones y riesgos de la promesa de una Europa unificada.

La obra comienza con las siguientes preguntas “¿cuáles son las perspectivas de la Unión Europea? El hecho de que no sean del todo color de rosa ¿a qué se debe? Y, ¿en qué medida importa, en todo caso, que Europa esté o no unificada?”(p. 9). Para dar respuesta a esas interrogantes, el autor advierte que su punto de vista no será optimista y señala la improbabilidad de una Europa verdaderamente unida. Sustentado en ese escepticismo, a lo largo del texto se mencionan los argumentos que cuestionan a fondo los problemas europeos.

Al hablar de la historia anterior a la Unión, Judt expone la serie de contradicciones sobre las que se construyó la Europa actual. La Comunidad Europea del Carbón y el Acero, el Grupo de Oslo y el Pacto Agrario son presentados en términos de asociaciones que se originaron no desde el idealismo de algunos hombres ilustres, sino por motivos económicos o de realpolitik. El sentimiento de derrota al final de la posguerra, el peligroso avance del comunismo en la Guerra Fría y el desastre de la crisis económica se muestran como ejemplo de estas motivaciones para el proyecto de unificación. Inclusive, el gran boom económico de la posguerra, que en un primer momento podría haber sido atribuible al esfuerzo conjunto de los estados europeos, fue producto de condiciones especiales de la conflagración mundial, sobre todo el apoyo económico estadounidense del Plan Marshall.

Profundizando en la división, más que en la unión, se destaca que si algo ha caracterizado a los europeos en su pensamiento sobre el continente ha sido la consciencia de sus constantes subdivisiones históricas. Por una parte, apareció la Europa del norte frente a la Europa del sur bajo la impronta de la Reforma protestante, iniciada en el siglo XVI por Martin Lutero, y que significó la separación del mundo cristiano entre católicos y protestantes. Europa oeste y este; por otra parte, y más profunda aún, se puede observar la separación entre la Europa occidental, civilizada, cristiana, admirable por su concentración económica y cultural, y la Europa del este, pobre, ortodoxa, alejada de la civilización, exótica para muchos. Más frágil aún es la idea de Europa Central, concepto histórico, limitado a un cierto periodo, el cual inicia con la repartición de territorios por el Congreso de Viena y finaliza en el Tratado de Versalles, con la consecuente desintegración del Imperio austro-húngaro. Cabe subrayar que, muy a menudo, los intentos previos de integración en siglos anteriores como los intentados por los imperios romano y carolingio, se caracterizaban por la ausencia de límites precisos.

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