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Vivencias De Algunos Maestros Durante El Periodo Post-revolucionario Luz Elena Galván De Terrazas


Enviado por   •  7 de Enero de 2014  •  2.250 Palabras (9 Páginas)  •  1.795 Visitas

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Vivencias de algunos maestros durante el periodo post-revolucionario

Luz Elena Galván de Terrazas

Por medio de entrevistas a maestros que vivieron durante el periodo post-revolucionario pudimos ampliar el alcance de esta investigación. Dividimos las entrevistas por temas y de este modo, pudimos realizar una comparación entre diversos datos.

Vocación del maestro. La maestra Emilia Loyola, quien estudió durante la época de Calles, era originaria del Distrito Federal. Venía de una familia de maestros, ya que su madre y su tío trabajaban dentro del magisterio. Fue precisamente por ser sobrina del maestro Gregorio Torres Quintero, que ella decidió estudiar en la normal. En 1927 salió de la Escuela Nacional de Maestros, y decía que siempre le había gustado su carrera, pero estaba “desilusionada de la profesión”. Comentaba que “todo lo referente a educación que se hace en México no se planea, sino que se hace al aventón”. En México “sólo se instruye, no se educa”, ya que “educar es formar íntegramente al niño y eso no se logra sino que sólo se le enseña a leer y escribir”.

La maestra María de los Ángeles Chávez decía que ella nunca tuvo vocación para ser maestra. Lo que hizo que ingresara a la normal fue que ella era la única mujer en una familia de cinco hijos, y como su padre tenía dos hermanas que eran maestras en Hidalgo, por complacerlo estudió para profesora de primaria, pero nunca le gustó su profesión. Lo que le gustaba era la medicina, y como su hermano era médico, tuvo la oportunidad de aprender mucho al respecto, pero nunca fue a la universidad para estudiar medicina, ya que en esa época “no estaba bien visto que una mujer fuera a la Universidad”. Su padre nunca estudió, era un empleado público, y por eso quería que todos sus hijos estudiaran. De sus cuatro hermanos, tres eran militares y uno doctor. En cuanto a su hija, trabajaba como secretaria bilingüe.

El maestro Pedro Martínez era oriundo de Hidalgo, en donde estudió la primaria. Al terminar el sexto año su primo, que era maestro, lo nombró su ayudante y finalmente se quedó como profesor de primero y segundo de primaria. En 1921 llegó al Distrito Federal y empezó a estudiar pintura en la Academia de San Carlos.

En 1922 Gregorio López y Fuentes, que era de su pueblo, le ofreció ingresar a la normal de maestros y fue así como continuó dentro del magisterio. Comenta que a él “siempre le gustó ser maestro”.

El maestro Juan Robles era originario de Oaxaca, y fue ahí donde estudió la primaria elemental y superior. En 1927, empezó a trabajar como maestro rural, ya que lo único que se necesitaba era haber terminado el 6º año. Entró a trabajar como maestro para ayudarle a su madre, que era viuda, pero a él le hubiera gustado ser ingeniero mecánico. Fue por eso que posteriormente tomó un curso por correspondencia de mecánica automotriz.

La maestra Adela Palacios comentaba que sus padres no querían que ella asistiera a la universidad para estudiar medicina. Fue por eso que se puso en huelga

de hambre, hasta que finalmente sus padres le dijeron que podía estudiar enseñanza doméstica o ingresar a la normal. De este modo estudió la carrera de normalista y con el tiempo, se enamoró del magisterio, pero pronto abandonó esta carrera para dedicarse a la literatura.

En la entrevista que le hicimos al maestro Miguel Huerta, nos decía que él llegó a ser maestro porque cuando estudiaba en la primaria el inspector de la zona, que era Feliciano Ramírez, le ofreció la posibilidad de estudiar en la normal por medio de una beca.

La maestra Alicia Cortinas Blackaller provenía de una familia en donde padres, tías, hermanas y primas se dedicaron al magisterio. Ella no se casó con un maestro, sino con un empleado público que murió muy joven, y al quedarse viuda tuvo que volver a ejercer su profesión como maestra. Su hija no quiso seguir la carrera del magisterio, porque decía que su madre trabajaba mucho en las mañanas en la escuela, y en las tardes en su casa corrigiendo exámenes, De aquí que ella prefiriera ser secretaria, para que “al llegar a su casa se olvidara del trabajo y se dedicara a su familia”. En cambio, las cuatro nietas de la maestra Blackaller son maestras.

La maestra María Luisa Campos de Velasco estudió la carrera de maestra porque “era una carrera propia para las mujeres en esa época”. Fue maestra, pero sin vocación. Trabajó durante diez años como profesora en una escuela primaria del Distrito Federal, pero como nunca le subieron el sueldo, puso un comercio (una armería), y comentaba que ahí “fue muy feliz”.

La maestra Carmen Avilés nació en Durango, pero al morir su madre se vino a vivir al Distrito Federal con las hermanas de su padre, quienes eran maestras. Ella no quería ser profesora, pero sus tías insistieron en que ingresara a la normal; llegó a ser maestra porque sus tías “así lo quisieron”.

Al revisar estos casos, vemos que los entrevistados ingresaron al magisterio por diversas razones: a) por venir de una familia de maestros; b) porque sus parientes (maestros en algunas ocasiones) insistieron en que ingresaran a la normal; c) porque fueron becados para estudiar dicha carrera.

De los maestros entrevistados, no todos tenían vocación; fueron circunstancias determinadas las que los empujaron a ingresar a la normal.

Experiencias de algunos maestros. Al maestro Pedro Martínez Murillo le ofrecieron, cuando tenía 15 años, que fuera director de la escuela de Tianguistengo, Hidalgo, debido a que tenía antecedentes de ser buen alumno y de que sabía enseñar. Sus alumnos eran más grandes que él. Para darse a respetar, por una sola vez “ejecutó con varas de membrillo a tres de los alumnos que hacían más escándalo”. Desde entonces “siempre hubo orden en la escuela”. En esa escuela trabajó ocho meses, en el año de 1921. Trabajaba tres turnos: el primero de 6 a 11 a.m.; el segundo de 13 a 17 p.m., y el último de las 18 a las 20:30 p.m. Tenía 150 alumnos y era el único maestro en toda la escuela. Su sueldo era de 150 pesos diarios, pero no le pagaron “ni un quinto” hasta que llegó al Distrito Federal y reclamó.

Al profesor Lucas Ortiz le tocó ir a Coalcomán, Michoacán, en el año de 1922. Ahí tuvo que enfrentarse con el cura, ya que éste le decía al pueblo que los maestros rurales habían llegado para conectar a Coalcomán con el infierno…” Para los maestros de su generación los primeros pasos en la carrera que habían elegido fueron duros. Tenían que enfrentarse “al fanatismo, a los caciques y a los funcionarios de corte porfiriano que no habían desaparecido

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