Antologia En Desorden
Enviado por sergioLSA • 5 de Enero de 2015 • 3.379 Palabras (14 Páginas) • 186 Visitas
El ladrón del sábado-Gabriel García Márquez
Gabriel García Márquez es un gran novelista, escritor de cuentos, guionista y periodista colombiano. Es considerado como uno de los mejores escritores latinos del siglo XX. El cuento trata sobre cómo un ladrón llamado Hugo, que sólo roba los fines de semana un día Hugo se propone robar la casa de una familia que lleva espiando desde hace algún tiempo: sabiendo que el esposo viajaba el fin de semana, el ladrón se metió en la casa donde estaba la señora de la casa. Ana, que era una treintañera guapa y con un insomnio recurrente , lo encontró de infraganti en la noche; ella estaba sola con su hija Pauli de 3 años; era de noche, su casa estaba alejada y el ladrón había cortado los cables del teléfono. Por miedo que les hiciera algo, le empezó a dar todas sus cosas de valor. El ladrón, como sabía que su esposo no iba a estar hasta el domingo y viendo que estaba muy cómodo ahí, se pone los pantalones del señor de la casa. Ana despierta completamente vestida y muy bien tapada con una cobija, en su recámara. En el jardín, Hugo y Pauli juegan. Ana se sorprende de lo bien que se llevan y se da cuenta que es bastante atractivo.
Hugo le ayuda a reparar las ventanas y el teléfono pero cuando ve que esta tarde decide irse y le regresa las pertenencias a Ana ella lo ve partir y le grita que la próxima semana su esposo se va de nuevo se viaje. El ladrón de sábado se va feliz, bailando por las calles de barrio, mientras anochece.
Ladrón de sábado
Hugo, un ladrón que sólo roba los fines de semana, entra en una casa un sábado por la noche. Ana, la dueña, una treintañera guapa e insomne empedernida, lo descubre in fraganti. Amenazada con la pistola, la mujer le entrega todas las joyas y cosas de valor, y le pide que no se acerque a Pauli, su niña de tres años. Sin embargo, la niña lo ve, y él la conquista con algunos trucos de magia. Hugo piensa: ¿Por qué irse tan pronto, si se está tan bien aquí? Podría quedarse todo el fin de semana y gozar plenamente la situación, pues el marido -lo sabe porque los ha espiado- no regresa de su viaje de negocios hasta el domingo en la noche. El ladrón no lo piensa mucho: se pone los pantalones del señor de la casa y le pide a Ana que cocine para él, que saque el vino de la cava y que ponga algo de música para cenar, porque sin música no puede vivir.
A Ana, preocupada por Pauli, mientras prepara la cena se le ocurre algo para sacar al tipo de su casa. Pero no puede hacer gran cosa porque Hugo cortó los cables del teléfono, la casa está muy alejada, es de noche y nadie va a llegar. Ana decide poner una pastilla para dormir en la copa de Hugo. Durante la cena, el ladrón, que entre semana es velador de un banco, descubre que Ana es la conductora de su programa favorito de radio, el programa de música popular que oye todas las noches, sin falta. Hugo es su gran admirador y. mientras escuchan al gran Benny cantando Cómo fue en un casete, hablan sobre música y músicos. Ana se arrepiente de dormirlo pues Hugo se comporta tranquilamente y no tiene intenciones de lastimarla ni violentarla, pero ya es tarde porque el somnífero ya está en la copa y el ladrón la bebe toda muy contento. Sin embargo, ha habido una equivocación, y quien ha tomado la copa con la pastilla es ella. Ana se queda dormida en un dos por tres.
A la mañana siguiente Ana despierta completamente vestida y muy bien tapada con una cobija, en su recámara. En el jardín, Hugo y Pauli juegan, ya que han terminado de hacer el desayuno. Ana se sorprende de lo bien que se llevan. Además, le encanta cómo cocina ese ladrón que, a fin de cuentas, es bastante atractivo. Ana empieza a sentir una extraña felicidad.
En esos momentos una amiga pasa para invitarla a comer. Hugo se pone nervioso pero Ana inventa que la niña está enferma y la despide de inmediato. Así los tres se quedan juntitos en casa a disfrutar del domingo. Hugo repara las ventanas y el teléfono que descompuso la noche anterior, mientras silba. Ana se entera de que él baila muy bien el danzón, baile que a ella le encanta pero que nunca puede practicar con nadie. Él le propone que bailen una pieza y se acoplan de tal manera que bailan hasta ya entrada la tarde. Pauli los observa, aplaude y, finalmente se queda dormida. Rendidos, terminan tirados en un sillón de la sala.
Para entonces ya se les fue el santo al cielo, pues es hora de que el marido regrese. Aunque Ana se resiste, Hugo le devuelve casi todo lo que había robado, le da algunos consejos para que no se metan en su casa los ladrones, y se despide de las dos mujeres con no poca tristeza. Ana lo mira alejarse. Hugo está por desaparecer y ella lo llama a voces. Cuando regresa le dice, mirándole muy fijo a los ojos, que el próximo fin de semana su esposo va a volver a salir de viaje. El ladrón de sábado se va feliz, bailando por las calles del barrio, mientras anochece.
Gabriel García Márquez
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/ggm/ladron_de_sabado.htm
Los conspiradores-José Emilio Pacheco
José Emilio Pacheco Berny fue un poeta, ensayista, traductor, novelista y cuentista mexicano.
El cuento trata principalmente sobre la idea del suicidio y lo que esto implica al todos dejar solo a B este se suicida, todos se sienten culpables pero nadie quiere cargar con la culpa.
Al final se sostiene una campaña para que alguien “le haga compañía en la muerte que no le dieron en la vida a B”
Los Conspiradores
No queremos dejarla en paz. Antes de suicidarse, B llamó a sus amigos. No dijo lo que intentaba ni alcanzamos a imaginarlo. B no había hecho simulacros ni ensayos generales. Nadie acudió al llamado. El abandono es injustificable. Pero, como es de suponerse, tenemos paliativos, coartadas. El teléfono suena a medianoche. Hay sobresaltos. No somos los que fuimos. Ahora cada uno tiene deberes y necesidad de levantarse temprano. El suicidio es una crítica radical a nuestro modo de vida y, en primer término, un asesinato simbólico. Todos sentimos que matamos a B, y ella, en venganza, acabó con nosotros. Nos sobrevaloramos al pensar que una palabra nuestra, un gesto solidario, los consuelos de la filosofía cristiana o estoica, la esperanza de la revolución mundial, la memoria de los buenos momentos en compañía, el despliegue de nuestras propias humillaciones y fracasos, un sarcasmo oportuno y escarnecedor… algo hubiera bastado para conjurar el suicidio.
Más que en nuestro íntimo sufrimiento, en estas maniobras se revela
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