Análisis Literario Respuesta A Sor Filotea De La Cruz
Enviado por AlbertoQuetzal • 4 de Septiembre de 2013 • 716 Palabras (3 Páginas) • 1.680 Visitas
Sor Juana Inés de la Cruz
Sor Juana Inés de la Cruz nació en 1651, en Nepantla, México. Aprendió a leer a los tres años y, a los siete, quiso ir a la Universidad, disfraza¬da de hombre. A los nueve aprendió latín. A los trece entró en la corte, donde escribió poemas a pedido de los nobles y cultivó su intelecto. En 1667 ingresó en el convento de las carmelitas descalzas, pero tres meses después se trasladó al de San Jerónimo, donde permaneció hasta su muerte, en 1695. Entre 1689 y 1692 se publicaron en España los dos tomos de sus obras completas.
Respuesta a Sor Filotea de la Cruz
La mayor parte de su obra narrativa es de carácter epistolar.
Una carta en la que Sor Juana critica las pa¬labras de un jesuita portugués, Antonio de Vieyra, aparece publicada en 1690 por el obispo de Puebla, con el título de Carta atenagórica (en alusión a la diosa griega de la sabiduría, Palas Atenea). Esta publicación de carácter teológico va acompañada por una carta intro-ductoria firmada por Sor Filotea de la Cruz, nombre falso detrás del cual se oculta el obispo de Puebla. En esta introducción se le critica a Sor Juana su preocupación por el estudio de las ciencias no sagradas y la temática mundana de su poesía y, además, se la insta a preocuparse más por los asuntos de Dios.
Tres meses después, ella escribió su Respuesta a Sor Filotea, en la que defiende su condición de mujer y su compulsión por "saber", que la lleva a investigar hasta en las actividades a las que querían reducir a las mujeres de la época:
"Pues, ¿qué os pudiera contar, señora, de los secretos naturales que he descubierto estando guisando? Ver que un huevo se une y se fríe en la manteca o aceite y por el contrario se despedaza en el almíbar: ver que para que el azúcar se con¬serve fluida basta echarle una muy mínima parte de agua en que haya estado membrillo u otra fruta agria [ ... ] pero, señora, ¿qué podemos saber las mujeres, sino filosofías de cocina? Bien dijo Lupercio Leonardo: 'Que bien se puede filosofar y aderezar la cena'. Y yo suelo decir, viendo estas cosillas: Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito... ".
En muchas partes de esta carta, el relato se toma una confesión íntima en la que aparece la gran soledad de esta mujer desgarrada por la dualidad de los que la aplauden y los que la cri¬tican, de sus ansias de saber, investigar y cues¬tionar, y la rigidez de los votos religiosos que la obligan a quedarse con la respuesta de que Dios es el origen de todas las cosas:
"Volví [ ... ] a leer y más leer, a estudiar y más estudiar, sin más maestro que los mismos libros. Ya se ve cuán duro es estudiar en aquellos ca¬racteres sin alma, careciendo de la voz viva y explicación del maestro: pues todo este trabajo sufría yo muy gustosa, por amor de las letras: oh, si hubiese sido por amor de Dios, que era lo
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