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Aristoteles-La Politica


Enviado por   •  11 de Agosto de 2013  •  13.903 Palabras (56 Páginas)  •  342 Visitas

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Aristóteles: La Política Libro Primero (Síntesis)

De la sociedad civil.- De la esclavitud.- De la propiedad.- Del poder doméstico.

CAPÍTULO I: Origen del Estado y de la sociedad.

Todo Estado es una asociación, y toda asociación no se forma sino en vista de algún bien. Todas las asociaciones tienden a un bien de cierta especie, y que el más importante de todos los bienes debe ser el objeto de la más importante de las asociaciones, a la cual se llama precisamente Estado y asociación política.

La naturaleza, teniendo en cuenta la necesidad de la conservación, ha creado a unos seres para mandar y a otros para obedecer. Ha querido que el ser dotado de razón y de previsión mande como dueño. La naturaleza ha fijado la condición específica de la mujer y la del esclavo. Estas dos primeras asociaciones, la del señor y el esclavo, la del esposo y la mujer, son la base de la familia. Así, pues, la asociación natural y permanente es la familia.

La primera asociación de muchas familias, es el pueblo, que justamente puede llamarse colonia natural de la familia. La asociación de muchos pueblos forma un Estado completo, que llega, si puede decirse así, a bastarse absolutamente a sí mismo, teniendo por origen las necesidades de la vida, y debiendo su subsistencia al hecho de ser éstas satisfechas. Se concluye evidentemente que el Estado es un hecho natural, que el hombre es un ser naturalmente sociable. El Estado está naturalmente sobre la familia y sobre cada individuo, porque el todo es necesariamente superior a la parte, puesto que una vez destruido el todo, ya no hay partes.

CAPÍTULO II: De la esclavitud.

Ahora que conocemos de una manera positiva las partes diversas de que se compone el Estado, debemos ocuparnos ante todo del régimen económico de las familias. Los elementos de la economía doméstica son precisamente los de la familia misma, que debe comprender esclavos y hombres libres. Tenemos primero la autoridad del señor, después la autoridad conyugal. Y en fin la generación de los hijos. A estos tres elementos podría añadirse un cuarto: la adquisición de la propiedad. La propiedad es una parte integrante de la familia.

La autoridad y la obediencia no son sólo cosas necesarias, sino que son eminentemente útiles. Algunos seres, desde el momento en que nacen, están destinados, unos a obedecer, otros a mandar. Se puede suscitar y sostener que hay esclavos y hombres libres que lo son por obra de la naturaleza.

CAPÍTULO III: De la adquisición de los bienes.

Puesto que el esclavo forma parte de la propiedad, vamos a estudiar, la propiedad en general y la adquisición de los bienes. La adquisición de los bienes no se confunde con la administración doméstica, puesto que la una emplea lo que la otra suministra.

Existe un modo de adquisición natural, que es común a los jefes de familia y a los jefes de los Estados. (Diversos modos de adquirir de forma natural: la agricultura, el pastoreo, la caza, la piratería, etc.)

Con la moneda, originada por los primeros cambios indispensables, nació la venta, otra forma de adquisición. Esta es la causa de que se suponga muchas veces que la opulencia consiste en la abundancia de dinero, como que sobre el dinero giran las adquisiciones y las ventas ; y, sin embargo, este dinero no es en sí mismo más que una cosa absolutamente vana, no teniendo otro valor que el que le da la ley, no la naturaleza, puesto que una modificación en las convenciones que tienen lugar entre los que se sirven de él, puede disminuir completamente su estimación y hacerle del todo incapaz para satisfacer ninguna de nuestras necesidades.

Estas dos especies de adquisición tan diferentes emplean el mismo capital que ambas aspiran, aunque con miras muy distintas, pues que la una tiene por objeto el acrecentamiento indefinido del dinero y la otra otro muy diverso. A la naturaleza, compete exclusivamente dar la primera materia. A la misma corresponde asegurar el alimento al ser que ha creado, pues en efecto, todo ser recibe los primeros alimentos del que le trasmite la vida; y he aquí por qué los frutos y los animales forman una riqueza natural, que todos los hombres saben explotar.

CAPITULO IV: Consideración práctica sobre la adquisición de los bienes.

De la ciencia pasemos ahora a hacer algunas consideraciones sobre la práctica. En cuanto a la riqueza que produce el cambio, su elemento principal es el comercio. Después entra en segundo lugar el préstamo a interés, y, en fin, el salario, que puede aplicarse a obras mecánicas, o bien a trabajos puramente corporales. Hay un tercer género de riqueza, que está entre una riqueza natural y la procedente del cambio: es la explotación de los bosques y la de las minas.

Conviene a todos, y también a los jefes de los Estados, tener conocimiento de tales recursos. Muchos gobiernos tienen necesidad, como las familias, de emplear estos medios para enriquecerse; y podría decirse que muchos gobernantes creen que sólo de esta parte de la gobernación deben ocuparse.

CAPÍTULO V: Del poder doméstico.

Ya hemos dicho que la administración de la familia descansa en tres clases de poder: el del señor, el del padre y el del esposo. Se manda a la mujer y a los hijos como seres igualmente libres, pero sometidos a una autoridad diferente. El hombre es el llamado a mandar más bien que la mujer, así como el ser de más edad y de mejores cualidades es el llamado a mandar a los más jóvenes.

La primera cuestión respecto a los esclavos es la de saber si se puede encontrar en él alguna otra virtud, como la sabiduría, el valor, la equidad, etc., o si no se debe esperar hallar en él otro mérito que el que nace de sus servicios puramente corporales. Y en general, el ser formado por la naturaleza para mandar y el destinado a obedecer, ¿deben poseer las mismas virtudes o virtudes diferentes? Si ambos tienen un mérito absolutamente igual, ¿de dónde nace que eternamente deben el uno mandar y el otro obedecer? Evidentemente es necesario que ambos tengan virtudes, pero virtudes tan diversas como los son las especies de seres destinados por la naturaleza a la sumisión. El hombre libre manda al esclavo de muy distintas maneras que el marido manda a la mujer y que el padre al hijo. El esclavo está absolutamente privado de voluntad; la mujer la tiene, pero subordinada; el niño la tiene sólo incompleta. Lo mismo sucede necesariamente respecto a las virtudes morales. Se las debe suponer existentes en todos estos seres, pero en grados diferentes, y sólo en la proporción indispensable para el cumplimiento del destino de cada uno de ellos. El ser que manda debe poseer la virtud moral en toda su perfección. En cuanto a los demás, deben estar adornados de las virtudes que reclamen las funciones que tienen que llenar.

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