Aura
Enviado por HVeintimilla • 13 de Julio de 2012 • Tutorial • 3.440 Palabras (14 Páginas) • 368 Visitas
ÍNDICE
Primer Capítulo…………………………
Segundo Capítulo……………………...
Tercer Capítulo…………………………
Cuarto Capítulo………………………...
Quinto Capítulo…………………………
La mujer, poderosa por sus sueños e intrigas; madre de la fantasía.
El hombre luchador y creyente.
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Alas que permiten volar hacia la imaginación. Dioses que son como los hombres,
Nacen y sueñan.
El tiempo es infinito, nada cambia.
PRIMER CAPÍTULO
Recuerdo tanto ese día, me encontraba sentado, distraído. Junto a mi, una taza de café con cenizas del cigarro que con gusto me estaba fumando. No podía dejar de leer y releer el aviso sobre una oferta de trabajo que me llamaba mucho la atención.
Si solicitaban a un historiador joven, que sea ordenado y puntual, con noción de la lengua francesa; el trabajo hubiera sido mío. Pero por alguna extraña razón, creía que el puesto ya había sido ocupado por algún historiador mucho más joven, con más conocimiento que yo. Tres mil pesos mensuales, comida, recámara cómoda y estudio propio, eran una idea atrayente. Solo faltaba que el aviso llevara mi nombre, Felipe Montero, porque tenía los datos que describían mis características. Continué leyendo. El único modo de conseguir el empleo, era asistiendo al lugar, ya que no había teléfono. Donceles 815, debía recordar esa dirección
Caminé por la calle Donceles, parecía que nadie vivía por ahí. Lentamente, me acerqué a una puerta donde se veía difícilmente el número 815. Me percaté que la puerta tenía fragmentos de ser antigua y en la manija había un perro en cobre gastado por el tiempo. Empujé la puerta y esta se abrió antes mis ojos con tanta facilidad, solté la manija y me adentre al callejón largo y techado que se encontraba enfrente de mi. Trataba de encontrar una luz que pudiera ayudarme a identificar lo que se encontraba a mi alrededor, pero no lo conseguía. La oscuridad se mezclaba con el olor y la humedad de las plantas y el musgo de la pared. Para mi suerte, siempre tenía una caja de fósforos en mi bolsillo. Al sacarla y tratar de encender uno, una voz aguda me advirtió que no lo hiciera.
Esa voz, que no lograba saber de quien era, me indicó que debía caminar trece pasos hacia al frente y a la derecha iba a encontrar la escalera. No podía ser, debía encontrar la escalera en tanta oscuridad, pensé. Hice exactamente lo que me dijeron y empecé a contarlos, uno por uno hasta el veintidós. Me fijaba en cada detalle, el olor a humedad aumentaba mientras subía las escaleras de piedra y al avanzar, escuché la madera crujir debido a la humedad y el encierro. Al fin, había logrado llegar, me detuve, veintidós escalones contados en mi mente y en mi mano la caja de fósforos, con el portafolio sujeto contra mi pecho.
Me apresuré tocando la puerta, vieja y en mal estado. Esta se abrió. La luz no lograba marcar con exactitud cada detalle del interior de la casa, difícilmente, solo podía ver algunas cosas en tanta oscuridad. Al fondo, había una persona en una cama, que sin poder identificarla bien, movía lentamente la mano como si me llamara.
Me daba cuenta que la poca luz que entraba en el cuarto, no ayudaba mucho para poder ver completamente a la mujer, que se encontraba recostada sobre migajas de pan en una cama con edredones de seda roja. Con voz temblorosa, la mujer pidió que me pusiera de perfil para que la luz lograra reflejarme y ella lograra verme bien.
Pude ver que era una señora de mayor edad, sus arrugas representaban la experiencia de la vida y ella, con su delicada voz, me preguntó si había aceptado el puesto.
Se me hacía muy difícil darle una respuesta y ella apresuradamente, me indicó que se encontraba en un estado delicado y que era necesario que la ayudara redactando algunos papeles que el general Llorente, su esposo, había dejado antes de morir.
Me dijo que para el puesto era necesario que me quede viviendo en su casa, pero la verdad era que me sentía incómodo con esa decisión, no quería ser inoportuno.
La señora al moverse de su cama, extendió su mano y de la nada sentí una presencia a mi lado, una presencia que no había sentido en todo el tiempo que había estado dentro de la habitación. La anciana pronunció un nombre: Aura. Me la presentó como su sobrina y le indicó que ahora yo viviría con ellas.
SEGUNDO CAPÍTULO
Me hice a un lado para que la poca luz que entraba en la habitación, lograra mostrarme a la persona que se encontraba a mi lado. Logré ver a la joven, que a pesar de la poca luz que había en el cuarto, me permitía observar que tenía unos ojos de un color que representaba el mar, la relajación y la paz. Unos ojos de color verde que me atrajeron y que de pronto se perdieron en la oscuridad y que impaciente, quería volver a verlos.Mientras pensaba en el color de los ojos de Aura y los cuatro mil pesos que me darían con mi trabajo, me despertó la voz de la señora, indicándome que su sobrina me mostraría el lugar de mi recámara.
Seguí paso a paso a Aura, esperando volver a ver sus ojos, pero no lo conseguía. Aura mantenía siempre la mirada baja. Entré a la recámara que me habían designado. Mi cuarto era el único lugar donde la luz entraba claramente. Pude ver detalles que me mostraban que todo era antiguo y de un etilo gótico. Me recosté en la cama, consulté mi reloj y me percaté que el tiempo había pasado rápido y que era la hora de cenar. Abrí la puerta, traté de dejarla abierta esperando que la luz de mi cuarto me ayudara a ver el pasillo que se encontraba a oscuras, pero no lo conseguí. Traté de recordar el camino que había recorrido al subir con Aura, para poder llegar al comedor y aunque tropecé varias veces, logré conseguirlo.
Antes de entrar al comedor, escuché el sonido de varios gatos maullando. Al avanzar, vi a Aura esperándome con un candelabro en la mano. Entré al comedor, un ambiente lleno de cosas antiguas, muros del salón recubiertos de una madera oscura, labras al estilo gótico. Todo eso me hizo sentir un frío húmedo, me di cuenta que los gatos habían dejado de maullar. Tomé asiento para poder cenar con Aura y la señora Consuelo, pero ella no se encontraba. Aura me explicó, que la señora no se sentía bien y que no iba a cenar con nosotros. Mientras me perdía en la mirada de Aura, ella apartaba la olla que se encontraba caliente en el centro de la mesa. Un plato con salsa
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