CRONICAS DE UNA MUERTE ANUNCIADA
Enviado por profejona • 4 de Diciembre de 2013 • 3.879 Palabras (16 Páginas) • 247 Visitas
Crónica de una muerte anunciada
Autor: Gabriel Garcia Marquez
INTRODUCCIÓN
Desde las primera líneas de Crónica de una Muerte Anunciada, el lector ya sabe cuál es el final de la novela, lo que desconoce son las causas de la muerte tan anunciada de Santiago Nasar y cómo se produjeron los hechos que le costaron la vida. Paso a paso, a través de testimonios distintos, se va construyendo la crónica de una de las muertes más anunciadas.
RESUMEN
El día que mataron a Santiago Nasar, se levantó a las 5:30 de la mañana, después de haber asistido el día anterior a la boda de Ángela Vicario. Se dirigía al puerto para recibir al obispo que venía en barco a darle la bendición al pueblo. Santiago era el hijo único de un matrimonio por conveniencia, era rico, su padre era árabe, tenía una hacienda y le gustaban las armas, mientras que su madre era sensible y sólo amaba a su hijo.
Esa mañana, Santiago sentía un dolor de cabeza y había tenido sueños extraños la noche anterior, pero ni él ni su madre, Plácida Linero, previeron el peligro que le esperaba. Salió vestido de lino blanco después de haber desayunado. Victoria Guzmán, la cocinera, estaba enterada de que iban a matar a Santiago, pero no le dijeron nada porque en el fondo, Victoria Guzmán deseaba que lo mataran. En el suelo, había una carta de advertencia para Santiago en donde le especificaban quiénes lo matarían, por qué razones y a qué hora lo harían, pero cuando Santiago salió, ni él ni nadie la vio hasta después del asesinato.
Santiago Nasar salió por la puerta principal y se dirigió rumbo al puerto. Al pasar cerca de la tienda de Clotilde Armenta, Pedro y Pablo Vicario, gemelos de 24 años, ya estaban esperando a Santiago para matarlo, sin embargo, Clotilde les pidió que dejaran sus asuntos para después por respeto al obispo.
El obispo no bajó del barco y desde allí dio la bendición. Santiago se sentía decepcionado, pues esperaba besarle la mano. De regreso se encontró con Margot, la hermana del narrador, quien invitó a Santiago a la casa a desayunar, pero éste prometió regresar en cuanto se cambiara de vestimenta. Muchos de los que estaban en el puerto sabían que a Santiago Nasar lo iban a matar. Don Lázaro Aponte, alcalde municipal, creyó que ya no corría ningún peligro, asimismo, el padre Carmen Amador. Cuando Margot caminaba rumbo a su casa, se enteró del escándalo que circulaba: la hermosa Ángela Vicario, que se había casado el día anterior, había sido devuelta a casa de sus padres porque el esposo encontró que no era virgen. Nadie podía explicarle cómo fue que el pobre Santiago Nasar terminó comprometido en semejante enredo, pero sí sabía con seguridad que los hermanos de Ángela lo estaban esperando para matarlo. Margot le contó a su madre la posible tragedia y ella salió rápidamente para avisarle a Plácida acerca de los intentos de asesinato contra su hijo, sin embargo, cuando iba en la calle, le dijeron que ya era muy tarde, Santiago ya había sido asesinado.
II
Bayardo San Román, el hombre que devolvió a la esposa, había venido por primera vez en agosto del año anterior: seis meses antes de la boda. Andaba por los 30 años, era muy rico, tenía los ojos dorados, de cintura angosta y parecía un hombre triste. Nadie supo nunca a qué vino realmente, se decía que andaba de pueblo en pueblo buscando novia para casarse. La noche en que llegó dio a entender en el cine que era ingeniero de trenes y habló de la urgencia de construir un ferrocarril. Nunca se estableció muy bien cómo se conocieron él y Ángela, pero supuestamente un día Bayardo vio a Ángela caminar por la calle junto con su madre y dijo que se casaría con ella, posteriormente, hubo una feria en donde se subastaron varias cosas y Ángela era quien cantaba las cifras. Bayardo compró todos los artículos de la rifa y en especial la ortofónica, la cual envió a casa de Ángela envuelta y adornada para regalo por su cumpleaños.
Ángela Vicario era la hija menor de una familia de recursos escasos. Su padre, Poncio Vicario, era ciego y orfebre de pobres. Purísima del Carmen, su madre, había sido maestra de escuela hasta que se casó. Las dos hijas mayores de Pura se habían casado muy tarde y una hija intermedia falleció de fiebres crepusculares.
Ángela era la más bella de las cuatro, pero tenía un aire desamparado y una pobreza de espíritu que le aguardaban un porvenir incierto.
Al muy poco tiempo, Bayardo San Román le propuso matrimonio a Ángela. Ella no estaba muy convencida de convertirse en su esposa, pero él había atrapado con sus encantos a la familia Vicario y además representaba una gran bendición, tomando en cuenta el estatus social de la familia. La madre de Ángela pidió que Bayardo San Román acreditara su identidad, pues hasta entonces nadie sabía quién era. Bayardo trajo a su familia para ponerle fin a las distintas conjeturas y chismes que circulaban en el pueblo acerca de su identidad. Eran cuatro: la madre, Alberta Simonds, una mulata grande de Curazao que hablaba el castellano mezclado con el papiamento; las hermanas, acabadas de florecer, parecían dos potrancas sin sosiego y el padre, la carta grande: el general Petronio San Román, héroe de las guerras civiles del siglo anterior y una de las glorias mayores del régimen conservador por haber puesto en fuga al coronel Aureliano Buendía en el desastre de Tucurinca.
El día de la boda se fijó pronto y hubiera sido antes de no ser por el luto que guardaban los Vicario. Ésta se iba a celebrar en casa de la familia Vicario, la cual requería de remodelaciones para la cantidad de invitados, incluso Bayardo alquiló las casas de los vecinos para que tuvieran más espacio para el baile. Asimismo, ya estaba dispuesto el nuevo hogar de la pareja, una casa en la colina que pertenecía al viudo Xius y era la casa más bonita del pueblo, pues desde allí se veía el paraíso sin límites de las ciénagas cubiertas de anémonas moradas, y en los días claros de verano se alcanzaba a ver el horizonte nítido del Caribe y los trasatlánticos de turistas de Cartagena de Indias.
Nadie hubiera pensado que Ángela Vicario no fuera virgen, dado que nadie le había conocido ningún novio anterior y había crecido junto con sus hermanas bajo el rigor de una madre de hierro. Ella quería suicidarse pero a falta de valor resolvió contarle a su madre, quien le aseguró que casi todas las mujeres perdían la virginidad en accidentes de la infancia y que habían trucos para engañar al marido con la reposición de otra sábana que pudiera exhibir en su primera mañana de recién casada, la sábana de hilo con la mancha de honor. Ángela se casó con esa ilusión y Bayardo San Román debió casarse con la ilusión de comprar la felicidad con el peso descomunal de su poder y fortuna,
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