Capitulo 3,4 Y 5 Del Amor Y Otros Demonios
Enviado por casani • 13 de Noviembre de 2013 • 4.174 Palabras (17 Páginas) • 4.917 Visitas
TRES
El convento de Santa Clara era un edificio cuadrado frente al mar de tres pisos con numerosas ventanas. Tenía 80 monjas, todas con sus servicios y 36 criollas de las grandes familias del virreinato.
Al final de todo el Convento, lo más lejos posible y dejado, había un pabellón solitario que durante 68 años sirvió de cárcel a la inquisición. Fue en la última celda de ese rincón donde encerraron a Sierva María a los 93 días de ser mordida por el perro y sin ningún síntoma de rabia.
Las novicias que custodiaban a Sierva María a su llegada, se interesaron por sus anillos y collares de santería, pero cuando intentaron quitárselos, la niña se retorció y mordió la mano de una de ellas. Poco después pasaron dos esclavas negras que reconocieron los collares y le hablaron en lengua yoruba. Sierva María les contestó, les dijo su nombre de esclava, María Mandinga y se fue con ellas a la cocina en donde ayudó a matar un chivo y jugó con los niños y adultos esclavos.
La abadesa, Josefa Miranda, resentida con el clero del obispo por múltiples injusticias cometidas en el pasado contra su diócesis, estaba molesta por la presencia de la niña endemoniada que nadie había visto aún, pues Sierva María había pasado desapercibida en su primer día en el convento, como si fuera invisible.
A la mañana siguiente Sierva María se descubrió por su canto con las esclavas y por la fuerza, fue llevada a su celda.
Desde entonces no ocurrió nada que no fuera atribuido al maleficio de Sierva María. Varias noches declararon para las actas que la niña volaba con unas alas transparentes que omitían un zumbido fantástico. Un día, las monjas intentaron quitarle los collares de santería, pero Sierva María se defendió con fuerza, saltó por la ventana y alborotó las colmenas de abejas y los animales del establo. Tardaron dos días en volver a juntar los animales.
Nunca como entonces era tan agitada y libre la vida del convento. Había monjas por los corredores que jugaban baraja española, dados cargados y tomaban licores en las celdas menos pensadas. Una niña endemoniada dentro del convento tenía la fascinación de una aventura novedosa.
Algunas monjas, en grupos de dos o tres, escapaban por la noche para hablar con Sierva María, y en una ocasión la despojaron de sus collares, pero al cabo de un día, una de ellas se cayó por las escaleras y se fracturó el cráneo. Ninguna monja se sentía segura si no le regresaban sus collares, así que se los devolvieron.
Para el marqués fueron días de luto, se había arrepentido de haber internado a su hija. En su inquietud, fue a visitar a Abrenuncio para comentarle lo que había hecho y éste le recomendó que la sacara del convento cuanto antes, pues los exorcismos eran iguales o peores a las santerías de los esclavos y la niña se encontraba ahora prisionera.
El marqués le escribió una carta al obispo solicitando una audiencia para tratar el caso.
El obispo fue notificado de que Sierva María estaba lista para iniciar los exorcismos. El padre Cayetano Delaura estaba muy intrigado con el caso, pues había soñado que Sierva María estaba sentada frente a un campo nevado comiendo uvas, y la última uva representaba la muerte. Lo más raro para Delaura es que el campo nevado era Salamanca el momento que nevó durante tres días consecutivos y los corderos murieron sofocados por la nieve. El obispo le ofreció encargarse del caso, pero Delaura no deseaba aceptar porque esperaba el puesto de bibliotecario en el Vaticano. Toda su vida había deseado ser bibliotecario; Delaura leía mucho y se encargaba de leerle al Obispo y de su biblioteca.
Su destino original había sido viajar a Yucatán, pero el barco no consiguió llegar y tras un año de estar en Cartagena de Indias y con la llegada del Obispo de Cáceres, permaneció allí, como su protegido.
El obispo insistió en que Delaura tomara el caso, pues el éxito en éste podría representar una certera entrada al puesto que anhelaba para el Vaticano.
Así fue como Cayetano Alcino del Espíritu Santo Delaura y Escudero, a los 36 años cumplidos, entró en la vida de Sierva María y fue parte importante de la historia de la ciudad.
Al día siguiente, Cayetano Delaura fue al convento de Santa Clara con todas las armas para enfrentar al demonio (agua bendita y óleos sacramentales). La abadesa le decía que la presencia de la niña había provocado que las flores crecieran distintas y se manifestaban constantes eventos sobrenaturales. Delaura respondió que era muy delicado atribuirle al demonio las cosas inexplicables.
Antes de llegar a la celda de Sierva María, pasaron por la celda de Martina Laborde, una antigua monja condenada a cadena perpetua por haber matado a dos compañeras suyas con un cuchillo. Llevaba encerrada 11 años y era más conocida por sus intentos frustrados por escapar que por su crimen.
Al entrar a la celda de Sierva María, Delaura percibió un olor a pudredumbre debido a las heces regadas de la niña. Ella yacía boca arriba sobre la cama sin colchón, atada de pies a cabeza con correas de cuero. Delaura pensó que si la niña no estaba poseída, el ambiente era propicio para estarlo. Cayetano examinó a la niña y se impresionó al ver la herida en el tobillo, supurada por la chapucería de los curanderos. Mientras la revisaba le decía que su presencia allí no era para martirizarla sino por la sospecha de que tuviera un demonio adentro. Sierva María ni lo miraba ni se quejaba ni se interesó por sus prédicas.
Cayetano volvió a visitar a Sierva María el lunes siguiente, pero ella lo recibió con un mal ceño y su celda apestaba aún más. Cuando Delaura se atrevió a desatarla, Sierva María se le fue encima como una fiera y le mordió la mano. Cayetano logró colocarle un rosario en el cuello para tratar de defenderse del ataque.
Por otro lado, Martina Laborde no halló la menor resistencia en Sierva María. Fue como si el alma de Dominga de Adviento hubiera entrado a la celda de la niña cuando Martina le sonrió. Ambas entablaron una amistad y prometieron ver juntas el eclipse total de sol que habría el próximo lunes.
El domingo, después de misa, Delaura le llevó a Sierva María una canastilla de dulces. Ella descubrió que Cayetano llevaba la mano vendada y él le dijo que una perrita rabiosa con una cola rojiza de más de un metro lo había mordido. Sierva María tocó su herida, rió por primera vez y afirmó ser más mala que la peste. Antes de marcharse del convento Delaura realizó una protesta formal por la mala comida de las reclusas y las condiciones en que tenían a Sierva María.
Esa misma noche, Cayetano creyó haber visto a Sierva María en la biblioteca del obispo, vestida en su bata de reclusa y con su cabellera de fuego, colocando un armo
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