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Como hablar de dios ante el oprimido en el contesto latino ?.


Enviado por   •  25 de Mayo de 2016  •  Ensayo  •  4.015 Palabras (17 Páginas)  •  288 Visitas

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Universidad: Antonio Ruiz de Montoya.

Nombre: André Nicolás Azurín Icaza.

Curso: Metodología del trabajo intelectual.

Tema: ¿Cómo hablar de Dios, desde el sufrimiento del pobre y oprimido, en un contexto como el latinoamericano?

Esquema argumentativo:

1.- Introducción y definiciones.

2.- Dios significa, en gran medida, el modo de vida de los creyentes.

        2.1.- La perspectiva religiosa funciona como un sistema de símbolos que actúa para establecer en el hombre actitudes y motivaciones.

        2.2.- Las significaciones de Dios repercuten en lo moral y lo ético.

3.- La Teología de la Liberación promueve una Iglesia para los pobres.

        3.1.-  El papel de la Iglesia en América latina se vincula con el poder.

        3.2.-  Un mundo mejor y justo no es el principal objetivo del Evangelio, pero cualquier otro pensamiento es deshumanizante.

4.-  El método de esta Teología de Liberación va de la praxis para terminar en la praxis.

        4.1.-  Hay tres pasos fundamentales para una praxis liberadora y estas se desarrollan en mediaciones.

        4.2.-  El problema del pobre-oprimido recae en términos socio-económicos de  los cuales  exige liberación.

5.-  Se comprende a Jesús en América Latina en cuanto que es el Mesías liberador.  

        5.1.-La actividad  liberadora de Jesucristo está en relación a la acción principal de liberar del pecado al mundo.

        5.2.- Cristo liberador  convoca a hacer  realidad  en la historia una vida más humanizada.

6.- Conclusión.

ESTADO DE LA CUESTIÓN:

 

Para tener un mayor cuadro de conocimiento acerca de hablar de Dios en lo propuesto es necesario respondernos antes a la pregunta: ¿qué piensa la gente, en un contexto latinoamericano, acerca de Dios? La respuesta a esta inquietud la ha trabajado Manuel Marzal, un científico social que se interesó por la antropología, teología y psicología de la religión, sobre todo de la concepción campesina. Precisamente así se titula su libro, “Estudios sobre religión campesina” y de él nos valdremos para analizar las variables en el pensamiento no solo del campesino acerca de Dios, “sino también del oprimido y del inocente que sufre en un sistema que aboga la división de clases y persiste en toda Latinoamérica” (Gutiérrez, 1995).

En América Latina, “tras largos procesos de hibridación y sincretismo desde la colonia, que consiste en este choque de creencias religiosas o no, se aglomeran distintas nociones del sentido que tiene Dios en sus vidas” (Marzal, 1977). Pero definitivamente, dice Marzal, la gran mayoría entiende a Dios como la  guía y base de su modus vivendi. Para una mayor compresión de tal afirmación es necesario decir que se necesitó de encuestas a poblaciones pequeñas como Ayaviri - Perú, comunidad básicamente rural y en un 99% creyente según estos estudios. Además, como lo dice Clifford Geertz, antropólogo citado por Marzal en sus escritos, “un elemento en la definición de religión es la aceptación de Dios y esta sirve para enfocar la realidad y la vida de un modo peculiar” (Marzal, 1977). En realidad, “una perspectiva religiosa va más allá de un sentido común o perspectivas científicas o estéticas, esta supone lo metafísico y la explicación última de las cosas, lo realmente real” (Marzal, 1977). Es así que podemos decir que la perspectiva religiosa que tienen los creyentes y oprimidos en esta zona del continente es un “sistema de símbolos que actúa para establecer en el hombre actitudes y motivaciones, fuertes, penetrantes y duraderas por medio de concepciones globales del sentido de la vida que parecen de acuerdo con su realidad” (Geertz, 1965).

Pero estas definiciones enmarcan justamente nociones como: Dios existe porque creó al mundo y al hombre, porque nos escucha y ayuda, por el testimonio y de la biblia y existen otros motivos como los que afirman que vieron a Dios (Marzal, 1977). Fuera de poner en cuestión si las respuestas son existenciales o intelectuales, como dice Marzal, la fe que existe en estos pueblos pequeños, al menos en la opinión de los encuestados, tiene repercusiones morales y “esto de se puede transferir a la idiosincrasia de  las grandes élites tras el proceso de descentralización” (Gutiérrez, 1995). En ese sentido, si repercute en la moral de una sociedad es de requerimiento hablar de una ética y esto lo define Adela Cortina como “la reflexión de la moral en cuestión  en búsqueda de un bien común que asegure la armonía social” (Ética, 1996). En respuesta a una posible explicación a los desastres naturales y las injusticias sociales, los encuestados atribuyen que no es culpa de Dios sino de las cosas de la naturaleza y que Dios no puede regocijarse en las lágrimas de nadie (Marzal, 1977).

Ahora, sabiendo lo que se cree de Dios en estos contextos -porque el muestreo de Marzal se puede extender a los demás pueblos latinoamericanos según el mismo autor y Gustavo Gutiérrez- pasamos a analizar cómo se le puede hablar de Dios al pobre y al oprimido. Para esto es importante primero definir y explicar el movimiento liderado por Gustavo Gutiérrez como lo es la Teología de la Liberación en Latinoamérica. La Teología de la Liberación surge en América Latina en el siglo XX como una reflexión del papel que la Iglesia tiene en el continente y sus vínculos con el poder. Se plantea la pregunta por el papel que juega frente a la pobreza y se interroga acerca de las circunstancias en que se hallan los sujetos a quienes se dirige. La Teología de la Liberación es un movimiento que anuncia la necesidad de la participación cristiana en los procesos sociales en la liberación de las clases bajas oprimidas económicamente y políticamente, es decir, promueve una Iglesia para los pobres. Gustavo Gutiérrez, padre de la Teología de la Liberación, nota la alianza tradicional de la Iglesia Católica con las clases ricas gobernantes.  En ese sentido,  es “necesaria una separación de la Iglesia de estas clases elitistas para una coherente comprensión del mensaje de Dios” (Gutiérrez, 1995).

A todo esto, críticos de este movimiento dicen que: “sea grande o poco el impacto del Evangelio sobre la sociedad, los cristianos deben evitar dar la impresión que los cambios sociales son el mayor propósito del Evangelio. Una sociedad justa y equitativa no es el mayor propósito del Evangelio” (Smalling, 2000). Leonardo Boff, perteneciente a la corriente de Gutiérrez, dice:   “Los cristianos no deben poner en claro que la verdad  política y la moralidad son absolutas, universales y eternas. No se debe predicar el Evangelio simplemente porque es la verdad. Se debe estar comprometido con un mundo mejor y justo porque es lo que corresponde como humanos que somos, cualquier otro pensamiento es deshumanizante”. (Boff en Gutiérrez, 1995). El autor señala tres pasos para hacer Teología de la liberación: ver, juzgar y actuar. Para llevar a la praxis la noción liberadora se debe llevar a cabo el acto primero, este consiste en ver y juzgar como Jesús lo hubiera hecho en vida. Implica también estar en pobreza tal como Jesús vivía en Nazaret, por eso conlleva tener un amplio conocimiento bíblico por lo menos. Solo así se podrá llevar a cabo una acción, una acción pensada en Dios para el mundo. Esto implica el acto segundo y final según Gutiérrez en su libro “Teología de la Liberación, perspectivas”, este es precisamente el libro que ayuda de gran manera a analizar las bases teológicas referidas a un gobierno opresor y también a una iglesia opresora. Este texto se complementa con el libro de Leonardo Boff, “Cómo  hacer Teología de la Liberación”, pues  explica más a fondo lo que Gustavo Gutiérrez  trató de decir ahora, pero además  muestra las dificultades de convivencia que existen entre las clases sociales en América Latina y que esto está muchas veces determinado por la religión.

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