Cuento- A La Deriva

Allá  abajo, sobre el río de oro, la canoa derivaba velozmente girando a ratos sobre sí misma ante el borbollón de un remolino. El hombre que iba en ella, se sentía cada vez mejor y pensaba entre tanto en el tiempo justo que había pasado sin ver a su ex patrón Dougald. ¿Tres años? Tal vez no, no tanto. ¿Dos años y nueve meses? Acaso. ¿Ocho meses y medio? Eso sí, seguramente.

De pronto, un escalofrió recorrió todo su cuerpo y sus ojos se abrieron; desconocía totalmente aquel lugar. Minutos después entro en aquella habitación una mujer, inmediatamente  pregunto: ¿Qué hago aquí? Y ella, con una amable sonrisa comenzó a relatar lo que había sucedido…

Resultó, que el esposo de aquella buena mujer, había encontrado, a orillas del río, su canoa; al ver que en ella se encontraba aquel hombre en tan mal estado, no dudo en llevarlo a su casa y ayudarlo. Fue sorprendente saber que varios días habían pasado ya desde aquel hecho. ¿Cómo estaría su mujer? ¡Seguramente pensaría que había muerto! Y entonces, tristemente, se percato también de que era mentira que su herida había desaparecido; todo había sido parte de su imaginación, de su sueño, de su largo sueño mientras se encontraba inconsciente.

Echó un vistazo a su pierna, se horrorizo al ver que esta se mantenía igual que como la recordaba y se horrorizó al ver que había pasado algo con el resto  de su cuerpo, el veneno le había invadido aún más. Entre sollozos pidió a la mujer que se acercara, le dijo exactamente dónde se encontraba su casa y le pidió traer a su esposa lo más pronto posible.

Unas horas más tarde, con visión borrosa, entro alguien en la habitación; su cuerpo entero se estremeció, era su esposa. Vio con ternura el rostro  de la mujer con quien había estado la mayor parte de su vidas y sus ojos se cerraron nuevamente, está vez, para siempre.

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