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Cuento de El Milagro de Navidad


Enviado por   •  18 de Octubre de 2013  •  Ensayo  •  2.188 Palabras (9 Páginas)  •  444 Visitas

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• Cuentos:

1. Cuento de El Milagro de Navidad

Habían dado las vacaciones de navidad. En la función del colegio todos los padres aplaudían a sus hijos con alegría y entusiasmo. Alba se había vestido de pastorcilla y estaba muy contenta. A sus tres años, era la primera vez que actuaba delante de tanta gente y eso le ponía algo nerviosa, sin embargo todo su texto lo recito muy bien y sin equivocarse. Aunque no viera a sus amiguitos por unos días, Alba estaba feliz, era la época del año que más le gustaba.

Le gustaba ver las luces de las calles alumbradas, y pasar a comprar castañas calentitas en el puesto que hacia esquina, era el de la señora Clara.

Faltaban dos días para Navidad, desde la ventana se podía ver como la blanca nieve había cubierto todos los arboles, las calles, los tejados, todo estaba nevado. Dentro de casa había un ambiente muy navideño que Alba y sus papas se habían encargado de crear.

Había árboles de navidad por todas partes. Alba estaba muy contenta porque su abuela había ido a pasar esos días con ellos. Su abuela se llamaba Ana, y era una persona bondadosa, honesta y comprensiva; era genial y la adoraba. Sabía las historias más bonitas e impresionantes que nadie podía imaginar, y cuando Alba tenía un problema su abuela siempre estaba allí con la mejor solución. La quería muchísimo y se lo pasaban de maravilla cada vez que estaban juntas.

Su abuela y ella habían pasado la tarde jugando, haciendo vestidos para sus muñecas y contando adivinanzas. Sin embargo Alba estaba triste, pensaba que esas eran sus peores navidades y ni siquiera su abuela podría ayudarla. Sus papas no estaban en casa y seguramente no pasarían esas navidades con ella.

Antes de acostarse, su abuela, le contó un bonito cuento de Navidad, en el que decía que si pides un deseo con todas tus fuerzas se cumple gracias al milagro de la Navidad. Cuando terminó el cuento, le dio un beso muy grande de buenas noches a su abuela y pidió su deseo con todas sus fuerzas, igual que en la historia que le acababa de contar su abuela. Este era que sus papas volvieran pronto.

A la mañana siguiente se despertó algo confusa, oía hablar en el salón y a la vez alguien que lloraba. Cual fue su sorpresa al ver que allí estaban sus papas y sus abuelos muy contentos. Su mama le dio un beso a Alba y le dijo: Cariño, este es Alejandro, tu hermanito, Alba lo miro y pensó que era el bebe más bonito que había visto nunca. Pronto entendió quien era al que había oído llorar. Eran las mejores navidades que había pasado y se dio cuenta una vez más que su abuela tenía razón: El Milagro de la Navidad existe.

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2. Cuento de La Liebre y la Tortuga

Había una vez una liebre que siempre presumía de lo rápida que era, a la señora tortuga eso le molestaba mucho.

-Liebre: Soy más rápida que el viento, en cambio tú eres muy lenta y siempre llegas tarde a todas partes.

-Tortuga: Ya estoy harta de que te rías de mí, si tú eres la más rápida pues bien, vamos a echar una carrera a ver quien llega antes a la meta.

-Liebre: Vaya tontería, está claro que voy a ganar yo, pero si quieres vamos a echar esa carrera.

El señor búho dio la señal de salida:

-Búho: Preparados, listos, ya!.

La liebre salió disparada, en cambio la tortuga caminaba muy despacio: Plaf, plaf, plaf.

A mitad de camino, la liebre sintió sueño y dijo:

-Liebre: Soy tan rápida que puedo quedarme dormida bajo éste árbol, después continuaré la carrera.

La señora tortuga caminaba muy despacio pero sin pararse. Cuando se despertó, la liebre siguió corriendo rápidamente, pero cuando llegó a la meta:

-Liebre: Es imposible, es imposible, gritaba enfadada.

La tortuga había llegado y había ganado la carrera, todos los animales lo habían visto.

La liebre reconoció haber pedido y prometió no reírse nunca más de nadie, pues cada uno es como es y nadie es mejor o peor. Y colorín colorado, éste cuento se ha acabado, y colorín colorete a la luna va un cohete.

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3. Cuento de EL Dragón que se Lavaba los Dientes

Había una vez un Dragón, que estaba cansado que todos los niños del pueblo le temieran y corrieran a esconderse toda vez que aparecía.

Se trataba de un Dragón muy bueno y juguetón y esta situación no hacía más que entristecerle. Resuelto a cambiar las cosas, se sentó en medio de la plaza del pueblo y grito: ¡No me voy a ir de aquí hasta que alguien hable conmigo! Nadie se atrevía a salir y así todas las familias del pueblo se quedaron encerradas en sus casas esperando que sucediese algún milagro. Un niño muy pequeño, que se aburría un montón de tanto estar encerrado en casa, se armó de valor, salió de la casa y se fue a la plaza. Oye Dragón, le dijo, por qué no nos dejas salir de las casas? El Dragón, feliz a que alguien acudiera le contesto: bueno, en realidad yo sólo quiero jugar con vosotros. Hace tiempo sabéis que no os voy a hacer daño. ¿Por qué no queréis que juguemos? A lo que el niño respondió: nos encantaría jugar contigo...., que nos lleves volando a la montaña y provocar algunos incendios.... ¡Pero tu aliento huele tan mal! Y añadió: yo he podido venir a verte porque estoy resfriado... pero el olor a azufre que sale de tu boca es tan desagradable que no podemos pensar en acercarnos. Al principio, el Dragón se sintió herido...., pero luego reflexionó un poco y llegó a la conclusión que sería buena idea lavarse los dientes. Y así pues, a partir de ese día el Dragón se lavó los dientes todos los días y los niños pudieron jugar con él.

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4. Cuento de El Secreto de la Vaca Margarita

Una buena mañana, el granjero Celestino decidió ordeñar a la vaca Margarita antes que a las demás… Era su preferida: tenía unos grandes ojos dulces y un bonito pelaje negro y blanco. Pero lo mejor de todo era su cremosa leche: era la mejor de la región.

Era verano y las vacas habían dormido en el prado. Celestino fue con su cubo y su taburete para ordeñar a Margarita. Como siempre, se sentó en el pequeño taburete, agarró las ubres de la vaca y empezó a apretar. Sin embargo, no pasó nada. Pensó que tenía que intentarlo de nuevo, pero ¡Margarita no daba más leche! Celestino, horrorizado, corrió a ver a su mujer, Celestina:

-¡Margarita

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