ENFRENTANDOSE A LA ODISEA MODERNA
Enviado por Luis Silva • 29 de Mayo de 2017 • Ensayo • 1.367 Palabras (6 Páginas) • 217 Visitas
ENFRENTANDOSE A LA ODISEA MODERNA.
UN ENSAYO POR LUIS EDUARDO SILVA DIAZ.
Alguna vez en una librera un amigo me dijo que tenía que leer “Ulises”. Me comento que el libro era la mejor obra del siglo XX. Yo estaba convencido de que la gran obra del siglo XX había sido “El gran Gatsby” o quizá “100 años de Soledad”, pero ¿Ulises?, ¿Quién era el tal James Joyce? Y ¿Por qué en toda mi vida de Lector no había oído su mención si me consideraba un orgulloso amante de la literatura del siglo pasado? Sin más decidí comprar y embargarme en su Lectura. Y como Odiseo se enfrentó a un difícil regreso a Ítaca, yo me enfrente al hombre de Dublín: Ulises.
Primero los hechos. Ulises relata el paso por Dublín de su personaje principal, Leopold Bloom y de Stephen Dedalus -ambos, álter egos del autor: Leopold (Joyce viejo) y Stephen (joven)-, durante un día cualquiera, el 16 de junio de 1904. El título alude al héroe de la Odisea de Homero. Existe todo un sistema de paralelismos (lingüísticos, retóricos y simbólicos) entre las dos obras (por ejemplo, la correlación entre Bloom y Odiseo, así como la que existe entre Stephen Dedalus y Telémaco). En la actualidad, los lectores fervientes de Ulises celebran el 16 de junio en todo el mundo como una festividad que lleva el nombre de “Bloomsday”[1]. Joyce escogió esa fecha porque fue el día en que se citó por vez primera con la que después sería su pareja, Nora Barnacle.
El libro se encuentra dividido en 18 capítulos. Es una novela extensa, en su idioma original tiene 267.000 palabras. A primera vista el libro puede parecer caótico y desestructurado. Ese fue el primer reto al que me enfrente al leerlo. Su autor afirmó que, con el objetivo de alcanzar la "inmortalidad", había introducido tantos enigmas y rompecabezas en el texto, que iba a mantener ocupados a los pensadores durante siglos discutiendo sobre el mismo.
Uno de los rasgos más importantes del libro está en que Joyce utiliza un estilo diferente para cada capítulo. El más usado es el de monólogo interior, que consiste en expresar los pensamientos del personaje sin una secuencia lógica, como ocurre en el pensamiento real. La culminación de esta técnica narrativa es el epílogo de la novela, el famoso monólogo de Molly Bloom, en el que el relato, sin signos de puntuación, emula el fluir, libre y desinhibido, del pensamiento.
La manera en la que está escrita es lo que más me confundió. Cometí el enorme error de empezar la lectura esperando una historia lineal, donde un grupo de personajes se enfrentan a una situación en específico y hay un desenlace. Ulises no recoge ningún acontecimiento especialmente significativo, sino que se limita a narrar un día corriente de unos personajes normales. Su acierto es su capacidad para plasmar el ajetreo de una ciudad (tal como eran las ciudades a principios del siglo pasado) y, especialmente, su manera de describir hasta el último resquicio de sus protagonistas sin recurrir a las técnicas tradicionales que hasta el momento se usaban en la novela.
En ese sentido, sin duda Ulises es un novela rupturista, un derroche de estilo literario donde la forma pesa más que el fondo. Algo sin duda conveniente, dada la sencillez del argumento. El problema radica en que Joyce no se cuida de incluir al lector en el proceso y aunque la novela tiene capítulos y fragmentos verdaderamente brillantes —como el capítulo diez donde se sigue el itinerario de diferentes personajes moviéndose y cruzándose por la ciudad, o el capítulo final con el largo e intenso monólogo interior de Molly Bloom—, otras veces se arrastra de manera confusa e incluso tediosa.
César Aira (en Varamo) dice algo así como que en literatura los experimentos deben ser breves: darse por finalizados una vez demostrado el punto. Esto no sucede en Ulises. Joyce no condensa; Joyce expande. Los experimentos cansan por su desmedida extensión; muchas veces lo que cansa también es la sucesión sin fin de experimentos. Bernhard Schlink, a quien este tipo de novelas no le agrada, opina (en Der Vorleser): “Con lo que experimenta la literatura experimental es con el lector”. La lectura de Ulises me resulta finalmente un buen antídoto para el deseo de experimentar —desde el desconocimiento— muchas formas que ya han sido probadas y, por ende, archivadas… Es el problema de las vanguardias: una cosa es —como hizo Andy Warhol— tomar una lata de conservas y convertirla en arte, y otra muy diferente es tomar el arte, enlatarlo y ponerle fecha de vencimiento, que es lo que todas las vanguardias hicieron desde el mismo día en que firmaron sus manifiestos.
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