Economia De Un Estado

Acisclo Valladares Molina

La democracia precisa de un Estado fuerte que la haga posible. Algunos confunden democracia y anarquía y piensan, así, que existe “democracia” si se permite la infracción impune de las leyes. “Infringimos las leyes y el Estado no reacciona ¡Qué democrático el Estado!”.

En ninguna de las grandes democracias del mundo se permite la anarquía. Se trata de Estados fuertes que cuentan con los recursos suficientes para serlo ¡Se pagan impuestos! Y es más ¡Los pagan, todos! Estados en los que la autoridad no es cuestionada y se ejerce de forma constante, empezando por la persecución y castigo de las pequeñas infracciones ¿Oyó hablar del alcalde Giuliani? Su lógica, sencilla, irrefutable ¿Cómo pretender lo mucho si no se puede con lo poco? ¿Cómo combatir el delito si no se puede con las faltas?

En los Estados democráticos priva el Estado de Derecho. Se cumplen, espontáneamente, los contratos y las leyes y cuando estos, excepcionalmente, no se cumplen, se les hace cumplir ¡Así de fácil! ¿Es cierto que una ambulancia quedó paralizada por la protesta que se hacía y, si es así, quién es el responsable? ¿Cuántos minutos permitirían las autoridades de los Estados Unidos que permaneciera “bloqueada” una carretera? ¿No se detendría a ninguno por hacerlo?

La vida de cada ser humano es un milagro de Dios, irrepetible. Cada una, un fin en sí mismo, anterior y superior al Estado ¡Nadie puede devolverla! El Estado resulta responsable, escapada de sus manos la protección de la persona y la familia. El orden que estaba obligado a preservar, la razón de ser misma del Estado.

En un Estado democrático cada institución debe cumplir con las funciones que le corresponden y, así, el Ministerio Público, perseguir a los infractores –con todas sus circunstancias, atenuantes, agravantes o eximentes– y los jueces –los únicos– sin presiones de ningún tipo, y tras agotado el debido proceso, pronunciar la última palabra.

Los errores no se corrigen con errores. El Estado de Guatemala, tras los sucesos y la confusión original se encuentra reaccionando, tal y como corresponde a un Estado democrático.

¿Que no importa una vida? ¿Qué tal si la suya, amigo lector? ¿Que una violación a la ley carece de importancia? ¿Y qué tal si esa violación –aparentemente “inofensiva”– desencadena las restantes?

Antes de levantar el dedo acusador se debe ver uno ¡Es necesario! en el espejo.

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