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El Alma de la toga. Ensayo


Enviado por   •  14 de Mayo de 2018  •  Ensayo  •  2.628 Palabras (11 Páginas)  •  230 Visitas

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UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA (UDG).

El Alma de la toga.

Ensayo.

Paulina Guadalupe Segoviano Gutiérrez.

21 de Marzo del 2018.


     

     Debemos partir que es para nosotros ser abogados, a lo mejor aún no tenemos una noción completa de que depende ser un abogado y este libro nos ayuda aclarar estas dudas.

El libro nos señala que la abogacía no es una consagración académica, sino una concreción profesional. La universidad nos aporta todos los conocimientos, textos jurídicos,  doctrina innumerables significados de todos los términos pero depende de nosotros entrañar el sentido de todos esos términos, de saber utilizarlos y sobre todo ejercer la abogacía, ser abogado no depende únicamente de recibir un título de Licenciado en Derecho y Ciencias Políticas.

Los mismos abogados somos los que hemos creado los prejuicios que tienen sobre nuestra profesión, Ossorio hace una estadística de los 12000 Licenciados en Derecho de Madrid; de ellos figuran incorporados al colegio unos 2500; ejercen más de 1000 y de ellos solamente 200 o 300 merecen de verdad el concepto de abogados. ¿Con el resto de los Licenciados que está ocurriendo? Es necesario hacer conciencia sobre que un abogado Debe dedicar su vida a dar consejos jurídicos y pedir justicia en los tribunales, esto se hará distinguir de los Licenciados de Derecho para convertirse en un abogado.

El espíritu de todo abogado depende en la fuerza interior que el mismo tiene, esta fuerza lo ayudará y orientara a no caer en la duda, ira, soberbia,  los sesgos y prejuicios que impiden adquirir nuevos conocimiento ahí nace el alma de un buen abogado. En otros oficios humanos actúa el alma y la física, el alma y la economía, el alma y la botánica, es decir, un elemento psicológico del profesional y otro elemento material y externo. Mientras que en la abogacía el alma actúa sola, porque cuanto se hace es obra de la conciencia y nada más de ella. Habrá muchas veces en las que podemos llegar a pensar que todo está perdido, pero, debemos encontrar esa fuerza dentro de nosotros que nos impulsa a seguir adelante, como nos dice Ángel Ossorio, cuando se tengan dudas, en ese momento, se debe cambiar de oficio.

Como ya se ha mencionado a lo largo del trabajo, el ser abogado no es solo conocer de derecho también sino conocer la vida. El derecho positivo está en los libros, pero lo que la vida reclama no está escrito en ninguna parte. Quien tenga previsión, serenidad, amplitud de miras y de sentimientos para advertirlo, será Abogado; quien no tenga más inspiración ni más guía que las leyes, será un desventurado mandadero.

La justicia no es fruto del estudio, sino de una sensación.

Ángel cita al ilustre novelista Henry Bordeaux. Henry refiere que cuando visito al escritor Daudet y le manifestó que era estudiante de Derecho, éste le dijo: "las leyes, los códigos no deben ofrecer ningún interés. Se aprende a leer con imágenes y se aprende la vida con hechos. Procure ver y observar. Estudie la importancia de los intereses en la vida humana.

En resumen lo que quiere decir con las palabras "la sensación de la justicia" es que procuremos no actuar tan apegados a las leyes, que usemos lo que nosotros tenemos conceptualizado como bueno, equitativo, prudente, cordial y sobre todo justo.

Actualmente el sentido de la justicia de muchos abogados se ha visto nublado, porque en nuestra sociedad capitalista lo que importa es el dinero, no lo que en realidad es justo, equitativo, bueno y prudente. Entonces, debemos encontrar el equilibrio de las cosas, entre brindarle nuestra ayuda al cliente sin caer en la injusticia para con los demás.

La abogacía no se cimienta en la lucidez del ingenio, sino en la rectitud de la conciencia. Malo será que erremos y defendamos como moral lo que no es; pero si nos hemos equivocado de buena fe, podemos estar tranquilos. Cita las palabras del novelista Collete Iver. "Nuestro oficio ¿es hacer triunfar a la justicia o a nuestro cliente? ¿Iluminamos al Tribunal o procuramos cegarle? Cuando un abogado acepta un caso, es porque está defendiendo una causa justa, y éste deberá hacer todo lo moralmente justo, para defenderlo y en tal caso al triunfar el cliente triunfa la justicia, y nuestra obra no va encaminada a cegar sino a iluminar. Pero me pregunto mí, ¿quién decide lo que es moralmente correcto y lo que no? Y aquí es donde entra otra cosa importante que nos menciona el autor, "Abogado que sucumba al qué dirán, debe tener manchada su hoja de cuerpo vicios con la nota de cobardía". Pues para lo que muchos sea correcto, puede que para otros no lo sea; y si nos dejamos llevar por lo que dicen los demás jamás llegaremos a cuerpo quienes en un principio soñamos.
También da unos consejos a los abogados. Hay que ser refractario al alboroto. Soportar la amargura de una censura caprichosa e injusta, es carga añeja a los honores profesionales. Debajo de la toga hay que llevar la coraza.

Como abogados, revelar un secreto que le revela el cliente puede ser totalmente atroz para el veredicto del juez. Aquí recaemos que el abogado al aceptar un caso se presume que es por una causa justa; y si al abogado se le confía algún secreto que diga que el cliente es totalmente culpable mejor deje el caso, sin tener que revelar el secreto y no defender una causa que no es justa.

El abogado ni siquiera debería de ser capaz de atestiguar en un caso contra su cliente, porque en esos momentos puede que su buen juicio sea nublado por motivos personales y al bajarse del estrado todavía quede así como muy involucrado en el caso y no se desenvuelva tan bien como abogado. Esta materia de la revelación de secretos es una de más sutiles, quebradizas y difíciles de apreciar en la vida del abogado; el abogado debe guardar el secreto cueste los que cueste.

El abogado no puede ser ni frío de alma ni emocionable.

El abogado actúa sobre las pasiones, las ansias, los apetitos en que se consume la humanidad. Si su corazón es ajeno a todo ello ¿cómo lo entenderá su cerebro? Quien no sepa del dolor, ni comprenda el entusiasmo, ni ambicione la felicidad, ¿cómo acompañará a los combatientes?

Y sin embargo, ¿es lícito siquiera que tomemos los bienes y males ajenos como si fueran propios, y obremos como comanditarios del interés que defendemos? De ningún modo. La sabiduría popular ha dicho acertadamente que "pasión quita conocimiento" y "que nadie es juez en causa propia".

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