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El Conde Lucanor : Entre el didactismo y el relativismo, entre la ‘Edad Media’ y la ‘modernidad’.


Enviado por   •  28 de Agosto de 2016  •  Trabajo  •  1.888 Palabras (8 Páginas)  •  905 Visitas

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El Conde Lucanor : Entre el didactismo y el relativismo, entre la ‘Edad Media’ y la ‘modernidad’.

¿Es el Conde Lucanor una obra didáctica que quiere transmitir una sabiduría o enseñanzas unidireccionales o es por el contrario una obra que está abierta al relativismo ético-moral?  Esta pregunta no es sólo relevante para los medievalistas sino que al reflexionar sobre ella nos daremos cuenta de cómo la construcción de un canon literario influye en la percepción de conceptos históricos como el  de ‘edad medieval’ o ‘modernidad’.

En este breve ensayo me propongo defender que a pesar de que la obra de Don Juan Manuel[1] se esmera en subrayar la importancia de preservar “el estado y la fama” de la nobleza y  su conciliación con la vida espiritual (y , por tanto, pretende ser una suerte de guía o de reflexión para el lector cercano a dicho círculo social), existe también un espacio para la ambigüedad ética y la disparidad de mensajes, tal y como ya han analizado investigadores  como Jonathan Burgoyne[2] o María Rosa Menocal.  En este sentido, ambas posturas entorno a  lo que transmite el texto– la de la voluntad didáctica o reflexiva y la de la ambigüedad - no me parecen necesariamente contradictorias siempre que descartemos el término ‘didactismo’ en su acepción más cerrada y doctrinaria. Nos referimos a esa concepción canónica que encorseta a la propia obra dentro de la tradición literaria del “catecismo político moral” (Burgoyne 207), y que permanece vinculada a la imagen de una  Castilla conformadora la españolidad católica contemporánea. Precisamente tal lectura más ortodoxa del Conde Lucanor, la de la obra didáctica unidireccional, ha sido sostenida por filósofos y filólogos como  Menéndez Pelayo  y también es la que enlaza  con una visión de la Edad Media más tradicional y ortodoxa. Nos referimos a la percepción del medievo  como período dividido en categorías (sociales, literarias)  a priori impermeables y  bien definidas, en donde hay menos espacio para el juego, para la ambigüedad de mensajes, y en donde la literatura  y la trasmisión textual ocupan un espacio determinado e inamovible: o el del manuscrito auténtico, o el de la copia “corrupta” (como establecerá la ecdótcia tradicional); o el de la ‘literatura didáctica’  o  el del ‘de entretenimiento’ (Menocal 484). Es la idea de una Edad Medieval ‘oscura’ sin poros, que como ya apunta la crítica María Rosa Menocal representa “an earlier more primitive version of ourselves”(484) y que contrasta con la más móvil, flexible y colorida modernidad. Pero, como veremos a continuación, en el Conde Lucanor no sólo podemos encontrar  un relativismo ético y  una multiplicidad de mensajes, sino que además esa porosidad y ambigüedad también la encontramos en la misma construcción textual de la obra, algo que analizaremos muy someramente  al final del ensayo.  Para empezar, nos detendremos brevemente en el primer punto, el del ‘didactismo’ que quiere transmitir el CL.

Desde mi perspectiva podemos señalar que, efectivamente el Conde Lucanor, acorde con el estatus de su autor Don Juan Manuel[3], es una obra que sin lugar a dudas reflexiona (y, por tanto, es de alguna manera didáctica) sobre la importancia de preservar el propio honor y el estatus estamental, y sobre la problemática de armonizar la vida terrenal y las obligaciones de la nobleza con la vida religiosa e intelectual [4]. Precisamente, la paradoja entre las obligaciones sociales y las religiosas es uno de los dilemas que más se presta a una lectura ambigua sobre el supuesto ‘didactismo’ (o supuesto didactismo) en el CL. Según el medievalista Ian Macpherson, Don Juan Manuel - conducido por  una voluntad didáctica- era consciente de que existía una dislocación o conflicto entre las dos esferas (la del mundo y la de Dios) que atañía en especial a la nobleza[5]. Dicho paradigma se ve reflejado a lo largo de la obra y se hace explícito en varios exenplos como en el L, en donde Patronio, consejero del Conde Lucanor, asegura que conjugar las dos órbitas es tan difícil como “meter la mano en el fuego et no sentir su calentura”[6]. Otro ejemplo explícito de esta dicotomía es la del exenplo III, donde el conde tiene dudas sobre cómo avenir la guerra (también contra sus propios hermanos cristianos) y el camino hacia Dios; ejemplo que, sin embargo -y como tantos otros-, queda en realidad abierto[7] y sin resolverse realmente. Es en este punto donde entra en escena la polémica sobre si la obra pretende transmitir un mensaje claro e inequívoco (didáctico-tradicional) o por el contrario, es ambigua a propósito. Para Macpherson,  a pesar de que reconoce que existen ejemplos abiertos y brechas, la problemática se solventa en el exenplo L. Patronio revela que la vergüenza es la cualidad más preciada para un caballero ya que con ésta el noble procurará  cuidar de su propia honra (y el interés propio) y realizará buenas obras (29). De este modo, Macpherson justifica el didactismo de la obra, que aunque reconoce su desarrollo ambiguo o dispar,  le atribuye un final más bien cerrado. Sin embargo, creo que se trata de una falsa resolución dicotómica ya que, desde mi perspectiva, los espacios para la ambigüedad rebasan esta salida feliz y didáctica-cerrada.

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