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El Misterio De Salem's Lot


Enviado por   •  14 de Febrero de 2014  •  394 Palabras (2 Páginas)  •  331 Visitas

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El sacerdote de la aldea era un anciano de cabello blanco y rostro atrapado en una red de arrugas.

Desde la cara curtida por el sol, los ojos atisbaban con una vivacidad y una avidez sorprendentes; eran

unos ojos azules, muy irlandeses. Cuando el hombre alto llegó a su casa, el cura estaba sentado en el

porche tomando el té. Junto a él había un hombre bien trajeado, con el cabello peinado con raya en medio

y tal cantidad de brillantina que al hombre alto le hizo pensar en viejas fotografías de 1890.

—Soy Jesús de la Rey Muñoz —se presentó el hombre—. El padre Gracon me pidió que hiciera de

intérprete, porque él no sabe inglés. El padre ha hecho a mi familia un gran servicio que no me está

permitido mencionar. Mis labios permanecerán igualmente sellados respecto al problema que él quiere

plantear. ¿Está usted de acuerdo?

—Sí. —El hombre estrechó la mano de Muñoz y después la de Gracon. Éste habló en español

sonriendo. No le quedaban más que cinco dientes, pero su sonrisa era alegre y amplía.

—Pregunta si aceptaría usted una taza de té. Es té de menta, muy refrescante.

—Me encantaría.

—El muchacho no es su hijo —dijo el sacerdote una vez superadas las formalidades.

—No.

—Su confesión fue muy extraña. En realidad, en toda mi vida de sacerdote no había oído una

confesión tan extraña.

—No me sorprende.

—Y lloró —continuó el padre Gracon mientras bebía su té—, con un llanto intenso y terrible que

parecía proceder de lo más profundo de su alma. ¿Debo hacer la pregunta que esa confesión implica?

—No —respondió con calma el hombre alto—. No es necesario. Le dijo la verdad.

Ya antes de que Muñoz se lo tradujera, Gracon asentía con la cabeza y su rostro había cambiado de

expresión. Se inclinó hacia adelante, con las manos cruzadas entre las rodillas, y habló durante largo rato.

Muñoz le escuchaba atentamente con el rostro inexpresivo. Cuando el sacerdote terminó, el intérprete

empezó a hablar.

—Dice que en el mundo hay cosas extrañas. Hace cuarenta años, un campesino de El Graniones le

trajo una lagartija que gritaba como si fuera una mujer. También ha visto un hombre que tenía estigmas, el

sello de la pasión de Nuestro Señor, y que le sangraban las manos y los pies el Viernes Santo. Dice que

esto es una cosa terrible y tenebrosa. Grave para usted y para el muchacho (sobre todo para el chico). Es

algo que le está carcomiendo. Dice...

Gracon volvió a hablar brevemente.

...

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