El Principito es una fábula infantil escrita por Antoine de Saint-Exupéry
Enviado por PIPA2019 • 6 de Febrero de 2019 • Resumen • 2.492 Palabras (10 Páginas) • 412 Visitas
El Principito es una fábula infantil escrita por Antoine de Saint-Exupéry. La misma comienza con un relato de la niñez del piloto, sobre un dibujo de una serpiente boa la cual digería un elefante. Un día el piloto tuvo una avería en el desierto de Sahara. Es en ese desierto donde conoce al Principito. Las primeras palabras que el Principito le dijo al piloto fueron las siguientes: “¡Por favor... píntame un cordero!” El piloto quedó estupefacto al encontrarse a un niño en medio del desierto y más aún cuando este le pedía que le dibujara un cordero. Por tanto, la respuesta del piloto hacia al Principito fue que no sabía dibujar. No obstante, el Principito insistió que le dibujara un cordero. Siendo así como luego de tres intentos de parte del piloto, el Principito quedó satisfecho con el dibujo de una caja, pues ahí dentro se encontraba el cordero el cual el Principito tanto anhelaba.
Poco a poco el piloto fue conociendo más sobre el niño que había aparecido en el desierto. Aprendió que el Principito no era del planeta Tierra, pues el lugar de donde provenía era tan pequeño que apenas era más un poco más grande que una casa. El hogar del Principito era un asteroide que solo había sido visto una vez con un telescopio por un astrónomo turco; este era llamado el asteroide B 612. Cuando el astrónomo presentó su descubrimiento en un gran congreso, nadie dio crédito a su hallazgo debido a su vestimenta. No obstante, años más tarde volvió a hacer la presentación vestido a la europea luciendo un traje muy elegante y de esta forma, todos aceptaron su descubrimiento. Esta situación representa como los adultos le dan demasiada importancia a la apariencia de los demás. En otras palabras, las personas te tratan de acuerdo a tu apariencia.
Cada día el piloto aprendía algo nuevo sobre el planeta del que el Principito provenía y sobre él mismo. Pues al tercer día aprendió sobre los baobabs. El Principito le explicó al piloto que los baobabs, antes de crecer, son muy pequeñitos. No obstante, si los baobabs no se arrancan a tiempo, cubren y perforan todo el planeta con sus raíces hasta provocar que este estalle. Al cuarto día aprendió que si el Principito se sentía triste su única distracción era la suavidad de las puestas de sol. Su vida era melancólica. Era sorprendente saber que en tan solo un día vio ponerse el sol cuarenta y tres veces.
El piloto aun desconocía varias cosas del niño que había llegado del cielo, pues al quinto día aprendió sobre su rosa. Todo comenzó cuando el Principito le preguntó al piloto si su cordero además de comer arbustos, se comía las flores. El piloto le respondió que un cordero se comía todo lo que encontraba. Fue así cuando el Principito le confesó que en su planeta existía una rosa única en el mundo. Por tal razón, él no quería que el cordero se la comiera, pues sería como si de pronto todas las estrellas se apagaran.
El Principito observó y cuidó de su rosa desde el comienzo. Él quedó asombrado con la belleza de la rosa cuando esta floreció. La rosa era delicada, hermosa, pero orgullosa. Fue por esto que el Principito huyó de su hogar. Él había tomado en serio palabras sin importancia de su rosa las cuales lo molestaron. Por esta razón, el Principito aprovechó la migración de una bandada de pájaros silvestres y comenzó su aventura.
Al comenzar su viaje, el Principito decidió visitar algunos asteroides. El primero que visitó estaba habitado por un rey. El mismo estaba vestido de púrpura y armiño, y estaba sentado sobre un trono. No hizo más que exclamar que tenía un súbdito cuando apenas había divisado bien al niño. Este rey creía poder darles órdenes a todos los hombres, ya que los consideraba a todos sus súbditos. Él simboliza el deseo del poder que tienen los adultos. Fue por esta razón que el Principito se aburre y decide partir del asteroide habitado por el Rey. Cuando él se va a ir, el rey le suplica que no se vaya de allí, pues lo haría ministro de justicia. No obstante, el Principito rechazó dicha propuesta. El rey desesperado le dijo que lo haría su embajador. Sin embargo, ya el Principito estaba en marcha a su próximo destino.
El segundo planeta que visitó, estaba habitado por un vanidoso. Tan pronto el vanidoso lo vio llegar a su planeta, exclamó que un admirador había llegado a visitarle. El vanidoso le aconsejó a él que golpeara sus manos una contra otra. El Principito comenzó a aplaudir inocentemente mientras que el vanidoso lo saludaba levantando el sombrero. Para él era un divertido juego, mientras que el vanidoso lo consideraba como alabanzas. A los cinco minutos el Principito se había aburrido con la monotonía de dicho juego. Entonces le preguntó al vanidoso que se podía hacer para que su sombrero se cayera. Sin embargo, este no respondió, pues solo escuchaba las alabanzas de las personas. El vanidoso deseaba ser admirado por todos, cuando en realidad nadie lo hacía. Él simboliza el ego de los adultos que solo quieren atención y aprobación social. Por tanto, el Principito se marchó de su planeta.
El siguiente planeta estaba habitado por un bebedor. El Principito se encontró al bebedor sentado junto a un sinnúmero de botellas vacías y botellas llenas. Él le preguntó que porqué este bebía. Entonces el bebedor le respondió que bebía para olvidar que sentía vergüenza de beber. Este simboliza a los adultos que no quieren afrontar sus problemas y tratan de evadirlos escapando de su realidad utilizando sustancias. Al escuchar dicha respuesta, el Principito quedó perplejo y se marchó. Cada vez el Principito estaba más seguro que las personas mayores eran muy extrañas.
Continuando su aventura, el Principito llegó a un cuarto planeta el cual estaba habitado por un hombre de negocios. Este hombre de negocios estaba tan ocupado contando estrellas que ni siquiera saludo al niño. El mismo manifestó que era un hombre serio y que no tenía tiempo para entretenerse con tonterías, ya que trabajaba mucho. Mientras él seguía contando estrellas, el Principito lo interrumpía preguntándole distintas cosas. El hombre de negocios le explicó que solo poseía las estrellas, las contaba y recontaba una y otra vez, sin olvidarse de repetirle nuevamente que era un hombre serio. El Principito refutó lo que el hombre de negocios acababa de decir, manifestándole que él poseía una flor, tres volcanes y era útil para ellos. No obstante, el hombre de negocios no era nada útil para las estrellas. El hombre de negocios quedó sin palabras.
El próximo planeta que el Principito visitó, era el más pequeño de todos, pues apenas cabían en él un farol y el farolero que lo habitaba. El farolero todos los días con su deber de encender un farol cuando empieza la noche y lo apaga cuando llega el día. Lo curioso es que los días y las noches en su planeta solo duraban un minuto. Al Principito le agradó este farolero que tan fielmente cumplía todos los días la consigna. Luego de charlar con el farolero, el Principito prosiguió su viaje. Mientras tanto, pensaba que el farolero era la única persona de todos los planetas que había visitado que no pensaba en sí mismo.
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