"El muchacho y la fortuna" Tomás de Iriarte
Enviado por Emiigdiia • 29 de Enero de 2013 • Informe • 530 Palabras (3 Páginas) • 853 Visitas
EL MUCHACHO Y LA FORTUNA
A la orilla de un Pozo,
sobre la fresca yerba,
un incauto Mancebo
domía a pierna suelta.
«Gritóle la Fortuna:
Insensato, despierta;
¿no ves que ahogarte puedes,
a poco que te muevas?
Por ti y otros canallas
a veces me motejan,
los unos de inconstante,
y los otros de adversa.
Reveses de Fortuna
Llamáis a las miserias;
¿por qué, si son reveses
de la conducta necia?
Felix Maria Samaniego
El calvo y la mosca
Picaba impertinente
En la espaciosa calva de un Anciano
Una Mosca insolente.
Quiso matarla, levantó la mano,
Tiró un cachete, pero fuese salva,
Hiriendo el golpe la redonda calva.
Con risa desmedida
La Mosca prorrumpió: «Calvo maldito,
Si quitarme la vida
Intentaste por un leve delito,
¿A qué pena condenas a tu brazo,
Bárbaro ejecutor de tal porrazo?»
«Al que obra con malicia,
Le respondió el varón prudentemente,
Rigurosa justicia
Debe dar el castigo conveniente,
Y es bien ejercitarse la clemencia
En el que peca por inadvertencia.
Sabe, Mosca villana,
Que coteja el agravio recibido
La condición humana,
Según la mano de donde ha venido»;
Que el grado de la ofensa tanto asciende
Cuanto sea más vil aquel que ofende.
Felix Maria Samaniego
. El pájaro herido de una flecha
Un Pájaro inocente,
Herido de una flecha
Guarnecida de acero
Y de plumas ligeras,
Decía en su lenguaje
Con amargas querellas:
«¡Oh crueles humanos!
Más crueles que fieras,
Con nuestras propias alas,
Que la naturaleza
Nos dio, sin otras armas
Para propia defensa,
Forjáis el instrumento
De la desdicha nuestra,
Haciendo que inocentes
Prestemos la materia.
Pero no, no es extraño
Que así bárbaros sean
Aquellos que en su ruina
Trabajan, y no cesan.
Los unos y otros fraguan
Armas para la guerra,
Y es dar contra sus vidas
Plumas para las flechas.»
Felix Maria Samaniego
El sapo y la lechuza
Una lechuza encontró buen refugio, en el hueco de un gran árbol. Y como sus hábitos son nocturnos, nunca dejaba el hogar en horas del día, por lo tanto sus vecinos no la conocían.
Un día, paso un sapo y se detuvo bajo el gran arbusto y le dijo:
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