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Elseñor De Las Moscas


Enviado por   •  19 de Abril de 2014  •  2.487 Palabras (10 Páginas)  •  191 Visitas

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La corriente político-filosófica de la que partimos para el desarrollo de nuestro trabajo es conocida como contractualismo, cuyos principales exponentes son Rousseau, Hobbes y Locke aunque nos ocuparemos de los dos primeros por ser el antagonismo de sus teorías el telón de fondo de la novela analizada: El señor de las moscas, de William Golding.

Esta teoría surgida hacia el siglo XVII no constituye una corriente de pensamiento delimitada y hermética sino que parte de unas bases comunes para explicar la consecución de un mismo fin que no obstante, tomará diferentes formas. Los autores contractualistas parten de un estado primigenio o de naturaleza en que se desarrolla la sociedad antes de que ésta se decida de forma tácita a integrar la sociedad civil en la personalidad del Estado. Los dos autores que nos ocupan, Rousseau y Hobbes, confirmarán el carácter imaginario o presupuesto que atribuyen a la naturaleza humana y cuya diferencia notable entre ambos analizaremos posteriormente. Rousseau admite a regañadientes la inexistencia de un momento histórico en que el hombre viviera tal y como él describe: “Porque no es liviana empresa separar lo que hay de originario y de artificial en la naturaleza actual del hombre, ni conocer bien un estado que ya no existe, que quizá no haya existido, que probablemente no existirá jamás, y del que sin embargo es necesario tener nociones precisas para juzgar nuestro estado presente”. Del mismo modo lo aceptará Hobbes aunque no por ello infravalorando la importancia de su obra: “…aunque nunca existió un tiempo en que los hombres particulares se hallaran en una situación de guerra de uno contra otro…”

Como hemos dicho, el fin teórico por el que aboga cada escritor a través de su obra es muy similar: el bienestar y la paz social. Sin embargo, el medio para alcanzar dicho fin será algo divergente; aunque ambos subrayen la necesidad de crear un Estado, éste tendrá para uno un carácter más liberal y democrático mientras que para otro deberá basarse en el empleo autoritario de la fuerza.

Ambos autores pecarán de un cierto reduccionismo en diferentes vertientes que analizaremos también a continuación.

Rousseau VS Hobbes

Uno de los pilares de la tesis de Rousseau se apoya en el “mito del buen salvaje”. El filósofo francés parte de un optimismo antropológico para esbozar su teoría sobre el origen humano del hombre remitido al estado de naturaleza. Según Rousseau, el hombre natural es un ser vivo más a la altura de los animales, instintivo, sin razón, sin sociedad y por tanto, sin males. Pero serán dos características pertenecientes a todos los animales las que posteriormente diferencien a éstos del hombre: el amor a sí mismo, entendido como instinto de conservación y la piedad que todo animal tiene hacia sus semejantes.

Pero este estado originario no durará mucho llegando a imponerse lo que el francés denomina “el hombre del hombre”. Este concepto hace referencia al ser social, a la naturaleza humana que ha sido desviada y truncada de su esencia originaria originando los vicios y perversiones consagrados como la verdadera lacra del género humano.

Señala como paso importante la aparición en el hombre del amor conyugal y paternal, del que probablemente deriven otras vilezas como el orgullo, el odio, la vanidad, la envidia. Pero el verdadero paso hacia el ser social será promovido por la aparición de la propiedad. Hasta entonces la familia, como órgano inicial de la sociedad, había basado la producción en su propia subsistencia obteniendo los bienes indispensables para satisfacer sus necesidades. Pero, al contrario que Locke -que defiende la propiedad como derecho natural- y a su vez en consonancia con las futuras teorías de Marx, la propiedad era motivo y causa de alienación en el hombre pues sería a posteriori origen de desigualdades y en consecuencia, de conflictos y odios mutuos. En referencia al origen de la propiedad el autor enuncia lo siguiente en un tono aguerrido digno de cualquier líder populista contemporáneo: “el primero al que, tras haber cercado un terreno, se le ocurrió decir esto es mío y encontró personas lo bastante simples para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil. Cuántos crímenes, guerras, asesinato, miserias y horrores nos habría ahorrado al género humano quien, arrancando la estaca y rellenando la zanja, hubiera gritado a sus semejantes: ` ¡Guardaos de escuchar a este impostor!; ¡estáis perdidos si olvidáis que los frutos son de todos y que la tierra no es de nadie!´”.

De este modo, a fin de preservar los intereses y bienes propios de la amenaza del vecino, se constituirá un cuerpo legal en la persona del Estado. Cada individuo cede así su libertad a fin de alcanzar un beneficio mayor, aunque Rousseau señala que lo que pierde es igual al beneficio obtenido en tanto que el interés común coincidirá con las pretensiones propias de cada elemento del conglomerado social. “Encontrar una fuerza común que proteja de toda la fuerza individual de la persona y los bienes de cada asociado, y por lo cual, uniéndose cada uno a todos, no obedezca, sin embargo, más que a sí mismo y quede tan libre como antes”

Aunque el francés ignora el verdadero momento en que este salto tiene lugar puesto que, como paso previo a la obtención del raciocinio que permita al hombre consensuar el contrato social, es necesaria la aparición del lenguaje puesto que ambos, lenguaje y razón, van de la mano y no se puede afirmar la existencia de una sin la del otro y viceversa.

Así, la libertad natural cuyos límites no excedían más que la capacidad y al fuerza del hombre evoluciona hacia una libertad civil cuya circunscripción se delimita por el interés general y la propiedad. El autor entiende a su vez que la libertad primitiva se haya subyugada al instinto animal mientras que es la libertad civil la que goza de un verdadero sentido por partir del consenso racional y por proporcionar al ser humano un carácter moral. En esta misma línea, Rousseau propone un gobernante cuyo sistema de gobierno difiere del que propondrá Thomas Hobbes; el primero concede a la figura del gobernante la cualidad del deber, es decir, la idea de que el cumplimiento de las prescripciones que éste enuncie deben cumplirse en tanto que representan en el interés general por haber sido elegido por el soberano (término con el que Rousseau identifica al pueblo), mientras que Hobbes determinará que la subordinación a las órdenes del gobernante, aunque tenga un origen libre pues parten del consenso, se fundamentará en el uso del miedo y la fuerza como armas coercitivas del Estado. En palabras del francés: “es una convención vana y contradictoria estipular por un lado una autoridad absoluta, y por otro una obediencia sin límites”. Observamos así

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