En La Cabeza De Ben Ali
Enviado por lenderjimenez • 23 de Julio de 2012 • 7.214 Palabras (29 Páginas) • 544 Visitas
En la cabeza de ben ali:
En el arranque de 2011, la irrupción de hackers informáticos del grupo de activistas Anonymous, que atacaron y colapsaron las webs del Gobierno con mensajes de solidaridad, y la movilización de estudiantes, internautas y bloggeros tunecinos, que aprovecharon el poder de convocatoria de las redes sociales, imprimieron un salto cualitativo al movimiento de protesta, el cual adquirió un tinte radicalmente político, dirigido directamente contra la permanencia de Ben Alí en el poder. A los estudiantes y los pequeños comerciantes se les unieron colectivos profesionales liberales como los abogados y los maestros de escuela, quienes lanzaron su propio llamamiento a la huelga sectorial.
La explosión contestataria que había tenido como detonante el estremecedor incidente de un bonzo solitario se convirtió en una verdadera revuelta popular contra el régimen. Una revuelta que podía calificarse de espontánea, sin líderes, eminentemente civil y democrática, con una presencia muy importante de mujeres, amén de laica. Los islamistas del Ennahda permanecían invisibles. Tampoco jugaban un papel, siquiera pequeño, los partidos legales de la oposición independiente, el PDP, el FDTL y el Ettajdid, a los que los acontecimientos, de hecho, les cogieron por sorpresa. Sin embargo, sus líderes empezaron a realizar declaraciones de apoyo a los revoltosos y de rechazo a las poco convincentes concesiones apaciguadoras que el régimen comenzó a hacer.
El 7 de enero, dos días después de fallecer Bouazizi en su cama del hospital –donde había recibido la visita del presidente-, el Gobierno practicó una redada de periodistas, bloggeros y otros activistas. La persecución de la disidencia electrónica no consiguió su objetivo de abortar los llamamientos al levantamiento en las calles, que continuaron ardiendo, voceando las más duras imprecaciones contra el presidente y su camarilla, y rasgando o quemando las fotos del primero. El 8 y el 9 de enero las refriegas en Thala, Al Miknassi, Regueb y Kasserine causaron al menos 14 muertos. Entre tanto, en Túnez capital, varias ramas de la UGTT decidían sumarse a las movilizaciones antigubernamentales y llamaron a la huelga general. Los incidentes llegaron a Bizerta. En el exterior, el Departamento de Estado fue el primero en romper el mutismo de los gobiernos y organizaciones occidentales sobre lo que venía sucediendo en Túnez desde hacía tres semanas con el llamado a su Gobierno para que "respetara el derecho del pueblo a manifestarse pacíficamente".
El 10 de enero, Ben Alí, confrontado al desafío más serio en sus 23 años de presidencia, quiso dar un firme golpe de timón al peligroso curso de los acontecimientos. Con tono ambivalente, ante las cámaras, el mandatario tachó las revueltas de "actos terroristas imperdonables perpetrados por bandidos encapuchados", los cuales habían "vendido sus almas al extremismo y al terrorismo manipulados desde el extranjero", pero prometió crear 300.000 puestos de trabajo para los jóvenes hasta 2012.
El día 13, Ben Alí, acorralado, se dirigió a la nación para manifestar su "comprensión" de las demandas de la población y su intención de "profundizar la práctica democrática y revitalizar el pluralismo" en el país. La situación requería "un profundo cambio, un cambio profundo e integral". A tal fin, descartaba cualquier modificación constitucional que le permitiera postularse a la Presidencia por sexta vez en 2014. También, comunicó la bajada de los precios de los productos de consumo diario, una "plena y completa libertad de prensa" y el "libre acceso" a los sitios de Internet, que no serían sometidos a "ninguna forma de censura". Además, garantizó la "imparcialidad" e "integridad" de la comisión independiente que investigaría "los fenómenos de prevaricación, corrupción y abuso de poder", e instó a las fuerzas del orden a no emplear sus armas de fuego contra los manifestantes.
El discurso presidencial, emitido tras conocerse la muerte de otra decena de personas en choques con la Policía en distintos puntos del país, dio lugar, ya de noche, a unas engañosas reacciones de júbilo en las calles de la capital. En realidad, la revolución popular, bautizada "jazmín" o de "los jazmines" por los medios (si bien los revolucionarios no exhibían simbología relacionada con esa flor de color blanco o amarillo), ni se detuvo ni amainó.
El 14 de enero, viernes, los acontecimientos se precipitaron. Por la mañana, miles de manifestantes desfilaron por el centro de Túnez gritando consignas contra Ben Alí, exigiendo su marcha inmediata ("Ben Alí, dégage") y llamándole "asesino". Transcurridas unas horas, ya iniciada la tarde, los agentes antidisturbios decidieron intervenir para dispersar a los congregados con cargas y gases lacrimógenos. Simultáneamente, el jefe del Estado anunció la destitución del Gobierno en pleno, la encomienda a Ghannouchi de que formara un nuevo Ejecutivo y la celebración de elecciones legislativas anticipadas para dentro de seis meses. Menos de una hora después, a las cinco de la tarde, visto el agravamiento de los disturbios en la capital, Ben Alí decretó el estado de urgencia y el toque de queda en todo el país.
A las 18,40 horas Ghannouchi hizo un impactante anuncio a la nación: puesto que el presidente estaba "temporalmente incapacitado para ejercer sus funciones", él, el primer ministro, en virtud del artículo 56 de la Constitución, asumía dichas funciones en calidad de "presidente interino". Se trataba de una transmisión pactada. Aproximadamente media hora antes, Ben Alí y un grupo reducido de familiares formado por su mujer, su hijo Mohammed, su hija Halima y el novio de esta habían emprendido vuelo con destino incierto fuera de Túnez. Otros parientes se esfumaron también, buscando su seguridad personal. Así, pusieron los pies en polvorosa Belhassen Trabelsi, refugiado en Montreal junto con su mujer e hijos, al igual que Nesrine Ben Alí y Sajer El Materi, quienes disponían de una mansión en la misma ciudad canadiense. Algunos miembros del clan Trabelsi no pudieron salir del país porque un piloto de la aerolínea nacional, Tunisair, se negó a despegar con ellos a bordo.
En su precipitada huida, los fugitivos dejaron atrás suntuosas mansiones, vehículos de alta gama e inmuebles comerciales como supermercados, muchos de los cuales fueron saqueados por las turbas o pasto de las llamas. De Imed Trabelsi, el sobrino favorito de Leïla Ben Alí, sospechoso de orquestar una red transnacional de robo y reventa de bienes de lujo, se dijo
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