Ensayo "Grecia en el Aire"
Enviado por Alonso Vazquez Anton • 15 de Abril de 2022 • Ensayo • 2.034 Palabras (9 Páginas) • 95 Visitas
TRABAJO HISTORIA I
Grecia en el aire
Alonso Vázquez Antón
71954490W
alonsovaz96@hotmail.com
Grado en Historia
El libro de Pedro Olalla nos es mostrado durante un paseo por Atenas, visitando los lugares más emblemáticos de la época clásica. Situándonos en la Colina de las Ninfas, nos describe unas vistas, impregnadas del calor blanquecino de la ciudad, donde el autor invita a imaginarnos los logros del pasado junto a los desasosiegos del presente. Y es que desde dicha contemplación, podemos intuir la herencia que los tiempos gloriosos de Grecia han dejado sobre esta ciudad, junto a un espíritu antiguo que flota en el aire, de manera incierta. En una democracia donde el país está sujeto a la deuda, que ha sido creada y explotada, sometiendo al pueblo, dejándolo totalmente separado del Estado. Esta situación hace plantearse y desenmascara el concepto actual de democracia, pues da la sensación de que realmente la soberanía reside en unos pocos, en Ellos, y no en los ciudadanos, en Nosotros. Esta desigualdad, es por lo que luchó el poeta Solón. Con la necesidad de organizar la patria, en donde el problema radicaba en la diferencia entre ricos y pobres. El poeta, que también fue un legislador decretó el Seisachtheia o alivio de las cargas. Fue un conjunto de leyes con el objetivo de terminar con la servidumbre y la esclavitud de los atenienses, a causa de la deuda. Los hektemoris, son aquellas personas que no podían pagar a sus acreedores, por tanto debían cederles sus tierras, teniendo que cultivarlas cediendo una sexta parte de la producción, llegando a casos donde toda la familia quedaba a merced del aristócrata, situándolo muy por encima del resto de ciudadanos.
Continuando el paso por la ciudad, de camino por Melite, el autor nos quiere adentrar en el lugar donde nació la democracia, las Rocas de Pnyx, concretamente donde se celebraba la Asamblea, espacio donde los ciudadanos con voz y voto se reunían para tratar diversos temas que concernían a la ciudad. Estos hombres, educados bajo el alma griega, influenciados por autores como Homero o Hesíodo, comprendieron que el Estado son las personas que lo forman. Esta afirmación daría paso al concepto de ciudadano.
Ahora que conocemos un poco más la Antigua Atenas, Pedro Olalla nos invita a comparar la Acrópolis que se ve en lo alto, con la democracia que surgió a partir de las reuniones que se realizaban en la cima de las Rocas Sagradas. Para que esta idea diera sus frutos, los ciudadanos que acudían a la Asamblea, durante las reuniones debían de hacer buen uso del derecho que Solón les otorgo, el uso de la palabra o isegoria. Para ello, individualmente tenían que buscar en su interior la virtud, ser poseedores de lo que los griegos llamaron parresia, virtud de usar la palabra para decir la verdad. La voz de los que aquí sonaba, tenía que ser emitida por hombres valientes, que tengan el valor de mostrar sus ideas conforme al interés común, nunca al propio.
Hasta esta parte de la lectura, es sencillo empezar a darnos cuenta de que lo entendido hoy día por democracia, no es más que una apropiación del término antiguo. Utilizado por unos pocos aristócratas que buscan enriquecerse con la explotación de la deuda. Pero nuestro paseo por Atenas, siendo extrañamente nostálgico por el viaje en el tiempo a una época gloriosa de esta ciudad, nos hace descender por el Ágora, hasta llegar al lugar donde quedaron expuestas las leyes de Solón, el Pórtico Real. El poeta no era meramente un legislador, también se dedicó a hacer reformas estructurales que rompieron con el monopolio del poder, favoreciendo a la igualdad en el Estado. Es de obviar, que otros muchos quisieron seguir los pasos de Solón, encontramos a otro reformista de Atenas, Clistenses.
Siguiendo nuestro camino, con Pedro Olalla como guía, nos lleva hasta el altar de los Héroes Epónimos. Diez héroes que corresponden a los nombres de las tribus que Clistenses fundó, con el objetivo de formar un Consejo de quinientos miembros, con cincuenta correspondientes a cada tribu, para funcionar como órgano de la Asamblea, proporcionando a los ciudadanos de Atenas el derecho de legislar el Estado por ellos mismos. Aparecen dos figuras jurídicas para la prudencia del riesgo que tienen las propuestas que buscan el interés propio. Encontramos el proceso contra la ley y el proceso contra la ley no beneficiosa para la comunidad. Se crea el Tribunal Popular, la Heliea, un cuerpo judicial de seis mil ciudadanos que es renovado cada año, permitiendo la opinión de todos los ciudadanos ante la justicia.
Como se aprecia, este paseo por la democracia de Atenas, es cambiante, es un proceso que se va modificando y mejorando conforme al interés común, donde personajes como Solón y Clistenses contribuyeron a la aparición de la democracia con sus reformas. Pero ahora, Olalla nos va a presentar al líder más indiscutible de la democracia, periodo en que alcanza su mayor esplendor, correspondiente a la construcción de la Acrópolis o la organización de una enorme flota, a manos de Pericles. El ciudadano, que desea participar en los ámbitos de la Asamblea, se ha convertido en un ser político, que vive para el Estado. En la actualidad parece que vivimos para el sistema, donde la desigualdad económica se ha convertido en la base de la fuerza política, que favorece que los ricos sigan aumentando sus ingresos, y que los pobres aumenten en número. Cuesta imaginar en estos tiempos, un partido político que entre sus objetivos se encuentre la búsqueda de la felicidad en los ciudadanos. Muy difícil es recuperar ahora esa virtud que preocupaba a los antiguos atenienses, la paideia, el cultivo, la educación del hombre en el ´´saber ser`` y el ´´saber hacer``, distinguir lo bueno y lo justo dentro de la polis. La educación se convierte en un deber, siendo la educación política la más importante para la permanencia estable de la polis. Conseguir mediante la paideia, el arete, término filosófico que introdujeron Protágoras y Sócrates, el cual se refiere a la sabiduría, instruida por el arte de la política.
Cuando salimos del reciento del Ágora, el autor cree poder escuchar al propio Antígona discutiendo sobre ley y justicia. Tras la condena a muerte a Sócrates, a pesar de que tuvo opción de ser salvado, negándose a ello, pues este filósofo no quería quebrantar las leyes de la polis, pues como ciudadano de una democracia, sentía la ley como algo suyo, dictado por él. Si no bebía la cicuta, estaría traicionando a su amado Estado, y por tanto, así mismo. Esto conmovió a la población ateniense, haciendo que se planteara la justicia de la legislación. Antígona se cuestionó la necesidad de ir adaptando las leyes, modificarlas para logar una mayor legitimidad moral. Todas estas reformas que favorecían a la igualdad, hizo crecer en los ciudadanos un sentimiento de empatía hacia los otros seres humano, el ponernos en el papel del otro, pudiendo sentir un rechazo hacía el sufrimiento ajeno. Aparece la dignidad humana, que necesitará de un sistema político que la respete. Pero va a aparecer un problema cuando nos encontramos escritos que afirman que en la región de Ática se practicaba la esclavitud. El autor intentará disminuir nuestro enfado con los antiguos atenienses, quienes vivían en una época donde el comercio con esclavos era algo normalizado. La polis se supo diferenciar de los otros lugares como Asia, Egipto o Roma, e incluso del resto de ciudades del Ática. En Atenas se preocuparon por la dignidad de los esclavos. No eran considerados como cosas, sus condiciones de vida iban íntimamente ligadas a las de su amo. En escritos encontramos que incluso algunos recibían lujos por parte de sus propietarios. Veinticinco siglos después, Olalla remarca que ahora podemos encontrar hasta treinta millones de esclavos, donde las democracias existentes se nutren de esta condición que los sustenta en el poder.
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