Ensayo Kapuscinski

ENSAYO SOBRE RYSZARD KAPUSCINSKI:

Los cínicos no sirven para este oficio
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Daysi Casas

INTRODUCCIÓN

No podría comenzar a escribir un ensayo sobre Kapuscinski sin hacer un retrato hablado de la visión con que retomaré su texto, pues será, claro, una visón personal que indudablemente (y al mismo tiempo) quien me lea, compartirá (o no). Ensayista, historiador, poeta y de más categorías que en un periodista del tamaño de  Kapuscinski no sorprenden, pues el periodismo roza siempre con disciplinas que para los flojos e impotentes intentos de “periodistas” estarían lejanos y opuestos a la práctica de la profesión (intentando reivindicar nuestra preparación por lo menos en palabra) , pero que sin ellas el entendimiento del mundo y su futura exhibición en papel o imagen, o por donde quiera que se haga llegar, estaría terriblemente sesgada y arbitrariamente dicha.

Para un periodista o estudiante de la profesión el ejemplo que de él mismo (Kapuscinski) es un ideal deseado y posible (aunque no para todo quien se forma como periodista, habrá quién opte por caminos más sencillos y “mejor remunerados” aunque esa idea se irá deconstruyendo a lo largo de este texto). La primera de las grandes observaciones es el ser un idealista en un mundo pragmático, de la técnica por la técnica y donde, como escribió Marx “todo lo solido se desvanece en el aire”, este periodista es precisamente la alegoría de un ideal, por lo menos y como lo aclaré arriba, a mi parecer. Las desventajas de serlo van desde las decepciones personales hasta el  exponerse a peligros “innecesarios”  y la muerte, pero las ventajas o remuneraciones son (o por lo menos parecen) valer la pena, pues no hablamos solo de un trabajo con esperanzas monetarias, sino que hablamos de la vida misma.

El periodista es de las calles, de los templos, del poder, de la pobreza y la enfermedad, es de la luz y de la sombra y de toda la gama de grises que significan el mundo. Por eso Kapuscinski como Benedetti nos dice “no te salves, no te quedes parado al lado del camino”, porque un periodista es un aventurero, un forajido que no padece la vida con juicios y moralidades trasnochadas, sino que en su trabajo hace a la vida inteligible. El periodista, nos dice Kapuscinski, no debe tener miedo a vivir y experimentar para conocer y explicar, y claro, comunicar, sino que debe abandonar (y esta es una de las grandes aportaciones al trabajo periodístico) las ventajas narcisistas de la hipervisibilidad para encontrarnos con los beneficios del anonimato, porque es ahí donde se encuentran las narrativas en su máxima franqueza, y por ende, ahí está el periodismo.

Las grandes remuneraciones se dan en el saber vivir sin padecer el mundo sino más bien entendiéndolo, y es algo que el periodismo da, si se practica sin miedo, aunque he de decir que como él, yo soy una idealista, y conozco las limitaciones de la vida, del Estado y de los males de la humanidad, pero es ahí donde se ha de encontrar la experiencia de vivir y no en la tibieza de la conformidad del saber. Por eso, este es un texto obligado para cualquiera que tenga un mínimo de interés por esta profesión.

NO APTO PARA CÍNICOS

El texto es una recopilación de preguntas contestadas por Kapuscinski y transcritas para ser leídas. Por su gran elocuencia resulta casi un manual para el periodismo, que no es una profesión sencilla, sino más bien compleja, formada de diversidades internas y externas.  “El sacrificio de una parte de nosotros mismos. En esta profesión es muy exigente. Pero en la nuestra de manera particular” pues convivimos con ella continuamente, no es (o no debería ser) una profesión de oficina, con horarios fijos en lo que la aplicación de conocimientos se dé por lapsos de tiempo indeterminados, en este sentido, logro rescatar una idea implícita en su discurso; el periodismo es circunstancial y por ende, su práctica también. Nos valemos de la vida, y la vida es dinámica, cambiante e impredecible, por lo que un entendimiento lineal de la profesión sería un error.

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