Ensayo sobre la novela El sótano de Luis Thenon

Daniel Rodríguez Barberena

28 de agosto de 2018

Reporte: El sótano - Luis Thenon

Siempre he pensado que a pesar de que formemos parte de una familia, tengamos buenas amistades, iniciemos una vida en pareja, tengamos múltiples compañeros de estudio o trabajo y nos relacionemos con diferentes personas a lo largo de nuestra vida, no importa cuán acompañados creamos estar, al final del día siempre estaremos solos, ya que desde los actos más básicos y cotidianos como comer, bañarnos, ejercitarnos, o aspectos más complejos como la toma de decisiones, pensar o sentir, por mencionar algunos, no importa cuantas personas involucremos en el proceso de dichos actos, al final obtendremos el resultado nosotros solos, y aunque se perciba como un pensamiento un tanto pesimista o deprimente, es todo lo contrario, siento que es parte de nuestra naturaleza, porque a pesar de ser seres sociales no podemos olvidar que somos seres individuales, y a mi punto de vista eso es lo que el autor trata de exponer en su novela, la soledad humana, retratándola desde diferentes escenarios, pero todos vistos desde una mirada en común: una mirada espectadora.

El autor nos muestra mediante varios ejemplos, como el perro muerto en la vereda al cual todos los transeúntes ignoran, o la mujer que espera la luz verde del semáforo al mismo tiempo que espera que alguien se interese por su dolor de rodillas, o el hombre cuyo mundo se ha derrumbado al enterarse que tiene cáncer y camina entre la multitud para ver si alguien más siente su dolor, o el indigente que sentado en un peldaño, ve como una masa gris de zapatos va y viene delante de sus ojos, una soledad abrumadora que se ve acentuada por una sociedad  individualista e indiferente y que contrasta con un gran deseo de aceptación y comprensión, pero al mismo tiempo resalta que dicha sociedad no tiene la culpa de su comportamiento, ya que “la gente dice y hace cosas aprendidas y las repite sin pensar”, lo que me hace pensar que el individualismo no está mal en sí, sino cuando ese individualismo se convierte en ensimismamiento, el cual no nos permite ver más allá de nuestras narices, ya sea para observar a nuestros pares o a nosotros mismos.

Otro aspecto que llamó mi atención, fue la figura del viejo en el sótano, que a pesar de ser el mismo personaje que el narrador, este último se niega con todas sus fuerzas a aceptar que son la misma persona, ya que según entiendo, el narrador representa esta parte que el viejo nunca pudo ser, por todas las culpas y sufrimientos con los que cargó a lo largo de su existencia, y digo existencia, porque eso es justamente lo que hizo, él existió, sí, se sentía sólo, pero se ensimismó tanto en ese sentimiento que al final se abandonó a sí mismo, repitiendo sin pensar la misma conducta de su madre. En mi opinión, su narración no es más que una conversación retrospectiva consigo mismo al ver su existencia desde una mirada espectadora (yo lo veo en la frase je me moi), que lo divide en dos personajes distintos, uno con temor de no saber quien es y de donde está, y otro que sabe perfectamente quien es y de lo cual se lamenta; y me parece interesante la descripción que el narrador da del viejo, casi como un cuerpo agonizante, con olor rancio, un aliento agrio y una mueca malvada en lugar de una de sonrisa, autopercepción dada quizá por su propio sentimiento de culpa, por lo que no pude evitar compararlo con el retrato de Dorian Grey, cuyo retrato se va envejeciendo y pudriendo por cada acto perverso que Dorian comete, aunque este no siente culpa alguna, sin embargo (y aunque posiblemente esté fuera de contexto), me parece interesante ver como en ambos personajes, conceptos tan contrastados como la culpa y el libertinaje terminan representados por un cuerpo viejo y agonizante.

...