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Fernández Es Un Gato Temerario, Aunque Tal Vez Lo Apropiado Sea Decir "temerario Inconsciente". Pues Fernández —curiosamente— Adopta Esta Actitud sólo Mientras Duerme. Pero...¿por Qué Temerario? "Fernández Duerme En Equilibrio Sobre El


Enviado por   •  16 de Febrero de 2014  •  688 Palabras (3 Páginas)  •  426 Visitas

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Fernández es un gato temerario, aunque tal vez lo apropiado sea decir "temerario inconsciente". Pues Fernández —curiosamente— adopta esta actitud sólo mientras duerme. Pero...¿por qué temerario?

"Fernández duerme en equilibrio sobre el borde de los aleros y las canaletas de desagüe. Provoca escalofríos verlo oscilando al viento con los ojos cerrados en la cima del tanque de agua, la cumbrera del tejado —su lugar favorito, sobre todo cuando el sol de invierno entibia las tejas—, las medianeras y las ramas más altas del árbol de paltas. ¿Puede alguien que no sea pájaro descansar sobre un alambre? Él sí. Los días de lluvia se refugia en el estante del lavadero para enroscarse en el vértice de una pirámide de latas de pintura seca y deja colgando medio cuerpo, una pata, una cabeza, una cola, siempre como para caerse. Todo el tiempo una siente dos impulsos contradictorios: el de cerrar los ojos, y el de montar guardia debajo con los brazos en canasta atenta al momento en que se precipite, pero no es posible vivir así, vigilando siempre, con el cogote doblado.

"Desde chico —no tenía más de cincuenta días cuando Emilio lo dejó en casa— mostró esa peligrosa inclinación por los bordes, los extremos, las aristas, los márgenes y cualquier sitio desde donde fuera posible derrumbarse."

La angustia de la dueña de Fernández, la niña narradora de esta historia (que también —ya se verá más adelante— devendrá en narradora oral), tiene su sentido porque ocurrirá lo inevitable.

Fernández se caerá desde el árbol de paltas. "Cayó de la palta como una fruta madura con tanta mala suerte que dio la cabeza contra la reja del dormitorio. Yo estaba en la cocina cuando escuché el ruido de ramitas secas al quebrarse, un golpe, el acorde de arpa de la reja vibrando y el aterrizaje propiamente dicho. Éste es Fernández, me dije, y salí pitando. Lo encontré desmayado sobre el macetón del helecho con un corte en la mollera. Fue horrible. Cuando lo levanté por las axilas, el cuerpo se le estiró como si fuera de masa."

Un tío de la niña —enfermero diplomado— curará al felino herido y dará una indicación vital para la salud del gato: "que no lo dejara dormir durante las próximas tres horas para evitar el riesgo de una conmoción cerebral."

Cumplir con el consejo médico sumará otra complicación: "No he dicho que de las veinticuatro horas que tiene el día, Fernández duerme alrededor de veintiséis. Duerme sin pausa, con la dedicación de un atleta entrenándose para las olimpíadas del sueño, duerme para llegar primero en cualquier maratón de párpados cerrados, duerme porque se fatiga de tanto dormir. Ni siquiera conoce el sueño ligero: entra directamente en la cuarta fase —la de las ondas delta, la más profunda— y ahí se queda aunque la tierra trepide. (...) ¿Cómo mantener despierta semejante cosa?

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