Independencia
Enviado por hello20 • 24 de Septiembre de 2012 • 615 Palabras (3 Páginas) • 417 Visitas
Día glorioso como ninguno es éste en los anales de México. Agotado nuestro país por largas luchas intestinas; disminuidas por las irreparables pérdidas territoriales sufridas en 1847; empobrecido y desmoralizadas, ciertas naciones lo creían fácil presa para satisfacer sus ambiciones.
Francia, gobernada por un tirano sin talento, sombra vana de aquel otro déspota genial que medio siglo antes hiciera temblar a Europa, era de aquellas naciones la más insolente e injusta, y la que pretendía abrumarnos con más hirientes desprecios. Sólo ella se negó a aceptar las razones del gobierno mexicano contra una intervención militar arbitraria que lastimaba nuestro honor nacional. Y así, mientras España e Inglaterra suspendían esta intervención, las tropas francesas, que habían penetrado hasta Orizaba por medio del engaño, no sólo se negaron a retirarse, sino que avanzaron hacia Puebla llenas de petulante confianza.
No contaban con que al frente de nuestra República había un hombre que era la integridad y el patriotismo en persona: el Presidente Benito Juárez, Benemérito de las Américas.
No contaban con que a la cabeza de nuestro ejército había un hombre muy modesto, pero de gran talento y sereno valor, que estaba dispuesto a vencer con la razón: el general Zaragoza.
No contaban con un pueblo que, harto de humillaciones inmerecidas, estaba resuelto a poner un hasta aquí a la arbitrariedad y la injusticia y desunión interior.
Por no contar con eso, el general Lorencez, jefe del ejército invasor, envió al mariscal Rendón, Ministro de la Guerra en Francia, aquel despacho lleno de petulancia, más que descortés, innoble con el adversario:
“Tenemos sobre los mexicanos--decía Lorencez--tal superioridad de raza, de organización, de disciplina, de moralidad y de elevación de sentimientos, que ruego a Vuestra Excelencia se sirva decir al Emperador que desde ahora, a la cabeza de seis mil soldados, soy dueño de México”.
Se atrevía a decir esto en el momento en que traicionaba la generosidad mexicana, que había permitido a las tropas francesas subir a Orizaba porque no soportaban, según decían, el clima de la costa, y en que rompía, contra todas las normas del derecho internacional y todas las reglas del honor, un acuerdo expreso, según el cual, sí la guerra se declaraba, dichas tropas debían volver a Veracruz, para poner la contienda en su punto primitivo. Esa era la moral y la elevación de sentimientos que demostraba aquel general, ante un acto cuya generosidad no tiene precedentes con un adversario que además nos atacaba sin ninguna razón.
Pero en Puebla sí había moralidad y elevación de sentimientos y grandeza de ánimo y resolución heroica, no sólo en el jefe, general Ignacio Zaragoza, sino hasta en el último soldado.
Y así, cuando en la mañana del 5 de mayo de 1862, lanzó el general galo sus regimientos sobre las fuerzas mexicanas,
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