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Intertextualidad entre “La muerte y la brújula”,


Enviado por   •  21 de Julio de 2016  •  Trabajo  •  906 Palabras (4 Páginas)  •  996 Visitas

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Intertextualidad entre “La muerte y la brújula”, “El jardín de senderos que se bifurcan” y el ciclo detectivesco embrionario

En este breve comentario nos proponemos realizar un análisis comparativo entre “La muerte y la brújula” y “El jardín de senderos que se bifurcan” (Borges), por un lado, y los relatos policiales más tempranos (Poe y Agatha Chirstie), por otro. Nos centraremos principalmente en tres conceptos: escepticismo, hibridación y parodización, que constituyen, a nuestro parecer, los núcleos diferenciadores entre  dichas obras.

Los dos relatos de Borges comparten la negación del éxito, que forma parte del escepticismo del autor, oportunamente señalado por Castany Prado (2006: 1). Así, al contrario de lo que sucede en “La carta robada”, de Edgar Alan Poe, o en “La señal en el cielo”, de Agatha Christie, el detective (Lönnrot) cae en la trampa impuesta por el criminal (Scharlach), que le da muerte. La misma suerte corre Yu Tsun, que, si bien no es un detective, juega el rol de personaje detectivisco al desentrañar el enigma del libro de Ts'ui Pên.

El escepticismo es el rasgo que más claramente distingue los relatos policiales de Borges de aquellos que forman parte del ciclo más clásico y embrionario. Este escepticismo borgiano lleva al autor a reformular el relato policial hasta el punto de parodiarlo. El destino fatal que sufren los detectives y su propia caracterización giran en torno a esta idea. Borges presenta a un Lönnrot parodiado en relación a Auguste Dupin, personaje que aparece en “La carta robada”. Dupin es una especie de héroe detectivisco que se rige, tal y como hemos venido comentando en los foros de la asignatura, por el totalitarismo racionalista. En cambio, Lönnrot, que pretende imitar a aquel, es un detective que, aun empleando el intelecto, se le define como “aventurero” y “tahúr” (1942: 1). Lönnrot es arrogante y pretende ir un paso por delante del comisario Treviranus, pero incluso este se revela más perspicaz cuando, por ejemplo, intuye que el secuestro podría tratarse de un simulacro. Lönnrot está, a su vez, a merced de Scharlach, quien lo maneja a su antojo. Si en “La carta robada” es Dupin quien se introduce en la mente del criminal para hallar el misterio, aquí es precisamente el criminal quien lo hace, lo cual es un evidente rasgo parodizador. Dupin y Lönnrot son, por tanto, diametralmente opuestos, pues mientras el primero es un héroe detectivesco que utiliza su intelecto para perseguir el crimen, el segundo es profundamente empirista, mediocre y fracasado. Trabaja con el material observable, como las notas que deja el asesino en la escena del crimen, los libros del asesinado o el plano de la ciudad, pero se muestra incapaz de pensar en abstracto como lo hace Dupin.

El lenguaje es un elemento importantísimo en la estilización paródica de un un género. En la “La muerte y la brújula”, Borges quiere jugar con el lector en un intento más por parodiar el lenguaje de los relatos policiales cuando esconde intencionadamente información irrelevante: “[…] arribó el día 3 de diciembre el delegado de Podólsk al Tercer Congreso Talmúdico, doctor Marcelo Yarmolinsky, hombre de barba gris y ojos grises. Nunca sabremos si el Hôtel du Nord le agradó” (ibid.: 2). Esto es especialmente llamativo en un autor como Borges, que se opone claramemente al estilo barroco, pues considera que el adorno excesivo es una barrera que el autor mediocre pone entre este y el lector para oscurecer innecesariamente su mensaje.

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