Je suis Léon
Enviado por Maso1223 • 10 de Mayo de 2018 • Monografía • 935 Palabras (4 Páginas) • 252 Visitas
.Je suis Léon.
Et Justin, Rodolphe, Charles, même l'idiot Guillaumin. La première raison est très simple: je suis amoureux aussi d'Emma Bovary. Et c’est vraiment baisée[a] confesser mes sentiments à la dame. Et , de saber francés seguiría así mi texto, a causa de la rabia, el amor, y la impotencia, que vienen ocupando mi cabeza y pecho desde la aparición de Monsieur Dupuis, o incluso antes, con la de Madame Bovary. Si bien -J’aime Emma- es una frase que ya me aprendí de tanto haberla repetido en las últimas semanas, me sigo sintiendo frustrado, asqueado, y hasta avergonzado, por ese que tiempo atrás y hacia otras personas, había sido un deleite en mi vida: l’amour. Quiero, con las siguientes líneas, acercarme a entender los porqués de mi adicción y hastío hacia la señora Bovary.
Empezaré pues, con lo que en apariencias salta como protagonista a lo largo de la narración. Si bien Flaubert da en el blanco con la dosis justa de sexo, es todo lo relacionado a este tema con Emma, lo que más me irrita de ella. Madame Bovary (aunque me duela un poco reconocerlo) no necesita el sexo para poder vivir. Su necesidad recae amar [b]y ser amada; desear y ser deseada. Mientras que del sexo su conocimiento (antes de cierto personaje) era casi nulo, Emma con el amor sí tenía una gran historia, pues por sus lecturas tenía ya un concepto idealizado de amor. Considero que lo único que Emma no tenía del todo claro, era el camino hacia la pasión. Por eso cuando un Rodolphe se refiere a las pasiones con tal retórica, Emma no puede hacer más que caer ante sus pies: “¿Es que no sabe usted que hay almas constantemente atormentadas? Necesitan sucesivamente el ensueño y la acción, las pasiones más puras, los goces más furiosos, y así se lanzan a toda suerte de fantasías, de locuras. (...) Emma le miró como quien contempla a un viajero que ha conocido países extraordinarios...”(Flaubert, 1975. 194). Y así se le presentó la pasión como algo tan materialista como el sexo. Como si en el epicureismo se aspirara a llegar al estado de felicidad permanente (lo que se conoce como placer catastemático), mediante algún deseo innatural e innecesario. El sexo con Rodolphe, y en general toda esa relación, no fue más que la inmadurez de Emma en el momento más inoportuno, quería encontrar amor donde sólo existía el acto carnal.
Justo el orden opuesto, de los encuentros con Léon.
“Se acercó a la chimenea, se cogió con la punta de los dedos el vestido a la altura de la rodilla, y, subiéndolo hasta los tobillos, acercó a la llama el pie calzado con una botina negra.”(Flaubert, 1975. 129). Fue así la tarde en que se conocieron Emma y Léon. Y fue de esa manera y no de otra. Una escena que sentí cargada de erotismo, y que se desenvolvió más tarde, en una charla llevadera sobre la bella música y los pequeños momentos que dan sentido a la vida, como los atardeceres acompañados de un buen libro… Y yo me imaginaba hablando con ella, juntando todos mis recuerdos similares del pasado, para ubicarme con Emma, alejándonos del estúpido de Charles y de la lambonería de Homais.
...