LA VOZ DEL MAESTRO (1959)
Enviado por hernagolas • 5 de Mayo de 2012 • Tutorial • 17.135 Palabras (69 Páginas) • 472 Visitas
Gibrán Khalil Gibrán
LA VOZ DEL MAESTRO
(1959)
I
EL MAESTRO Y EL DISCÍPULO
1. VIAJE DEL MAESTRO A VENECIA
Y sucedió que el Discípulo vio al Maestro pasear en silen¬cio arriba y abajo del jardín, y en su pálido semblante mostrá¬banse señales de profunda .tristeza. El Discípulo saludó al Maestro en nombre de Alá y le preguntó cuál era la causa de su dolor. El Maestro hizo un ademán con el báculo y rogó al Discípulo que se sentase en la piedra junto al estanque de los peces. Así lo hizo el Discípulo, preparándose a escuchar la voz del Maestro.
Y éste dijo:
Quieres que te relate la tragedia que mi Memoria repite cada día y cada noche en el escenario de mi corazón. Estás cansado ya de mi prolongado silencio y del secreto que no te revelo, y te atribulas ante mis suspiros y -lamentaciones. Te dices a tí mismo: "Si el Maestro no me admite en el templo de sus tristezas, ¿cómo voy a poder penetrar jamás en la morada de sus afectos?"
Escucha mi historia... Préstame oído, pero no me compa¬dezcas, porque la piedad es parados débiles, y yo estoy fuerte todavía en medio de mi aflicción.
Desde los días de mi juventud me ha venido persiguiendo en el sueño y en la vigilia el fantasma de una extraña mujer. La veo cuando estoy a solas por la noche, sentada junto a mi lecho. En el silencio de la medianoche escucho, su dulce voz. Muchas veces, al cerrar los ojos, siento el tacto de sus suaves dedos en mis labios; y cuando abro los ojos, el miedo me invade y repentinamente empiezo a escuchar el susurro de los ecos de la Nada...
Frecuentemente me siento desorientado y me digo: "¿No será mi fantasía la que me hace dar vueltas hasta parecer que me pierdo entre las nubes? ¿No habré forjado yo desde lo más hondo de mis sueños una nueva divinidad de voz melo¬diosa y manos tibias? ¿He perdido acaso los sentidos y, en medio de mi locura, he creado esta cara y amada compañera? ¿Me he retirado de la sociedad de los hombres y del bullicio de la ciudad para poder estar a solas con el objeto de mi ado¬ración? ¿Habré cerrado los ojos y los oídos a las formas y rumores de la Vida, para poder admirarla mejor y escuchar su melodiosa voz?
Me pregunto a mí mismo muchas veces: "¿Soy un loco a quien le place estar solo, y que de los fantasmas de su soledad modela una compañera y esposa para su alma?"
Te hablo de una Esposa y te asombra el oír esta palabra. Pero, ¿cuántas veces nos desconcertamos ante una experien¬cia extraña que rechazamos como imposible, aunque su reali¬dad no puede borrarse de nuestra mente por mucho que lo intentemos?
Esta mujer de mis visiones ha sido en realidad mi esposa, y ha compartido conmigo los gozos y sinsabores de la vida. Cuando me despierto por la mañana, la veo reclinada sobre mi almohada, mirándome con ojos rutilantes de bondad y amor maternal. Está conmigo cuando planeo cualquier empresa y me ayuda a realizarla. Cuando me siento a comer, ella toma asiento junto a mí e intercambiamos ideas y pala¬bras. Al anochecer, está conmigo de nuevo y me dice:
-Llevamos mucho tiempo encerrados en este lugar. Salga¬mos a caminar por los campos y las praderas.
Entonces dejo mi trabajo y la sigo por el campo, nos sentamos en una piedra elevada y contemplo el horizonte distante. Ella me señala la nube dorada y me hace notar la canción que gorjean los pájaros antes de retirarse a pasar la noche, agradeciendo al Señor por la dádiva de su libertad y de su paz.
De cuando en cuando viene a mi habitación, en mis momentos de ansiedad y tribulación. Pero, en cuanto la diviso, todos mis cuidados y zozobras se truecan en alegría y calma. Cuando mi espíritu se subleva contra la injusticia del hombre para el hombre, y veo su rostro entre otros rostros de los cuales estoy dispuesto a huir, sosiégase la tem¬pestad de mi corazón, a la que sucede su voz celestial de paz. Cuando estoy sólo y los crueles dardos de la vida despedazan mi corazón y me encadenan a la tierra los grilletes de la vida, observo que mi compañera me mira con los ojos llenos de amor, y mi amargura se torna en mansedumbre, y la Vida se me antoja un Edén de felicidad.
Acaso me preguntes cómo puedo estar contento con esta existencia tan rara, y cómo un hombre como yo, en plena primavera de la vida, es capaz de encontrar alegría en fantas¬mas y ensueños. Pero yo te digo que los años que he pasado en tal estado constituyen la piedra angular de cuanto he llega¬do a conocer sobre la vida, la Belleza, la Dicha y la Paz.
Porque la compañera de mi fantasía y yo hemos sido como pensamientos que flotan libremente ante la luz del Sol o sobre la superficie de las aguas, entonando un cántico a la luz de la Luna... Un cántico de paz que endulza el espíritu y conduce a la belleza inefable.
Vida es lo que vemos y experimentamos a través del espíritu; pero llegamos a conocer el mundo que nos rodea a través de nuestro entendimiento y de nuestra razón. Y ese conocimiento nos produce gran alegría o tristeza. Yo estaba destinado a experimentar la tristeza antes de llegar a los treinta años. Ojalá hubiese muerto antes de alcanzar los años que secaron la sangre de mi corazón y la savia de mi vida, deJ andome como un árbol seco con ramas que ya no se columpian a la dulce brisa, y en las que no construyen sus nidos los pájaros.
El Maestro se calló y sentándose junto a su Discípulo, continuó:
Hace veinte años, el gobernador del Monte Líbano me mandó a Venecia en una misión de estudio, con una carta de recomendación para el alcalde de la ciudad, a quien había conocido en Constantinopla. Zarpé del Líbano a borde de una nave italiana en el mes de Nisán. El aire primaveral era fragante y las nubes blancas se cernían sobre el horizonte como hermosas pinturas. ¿Con qué palabras podré describir¬te el júbilo que sentí durante la travesía? Todas son muy pobres y muy escasas para expresar los sentimientos que laten en el corazón del hombre.
Los años que pasé con mi etérea compañera estuvieron llenos de gozo, de delicias y de paz. Jamás sospeché que el Dolor estuviese esperándome, ni que el Sufrimiento acechase en el fondo de mi copa de Alegría.
Cuando el vehículo me apartaba de mis montañas y valles nativos y me acercaba a la costa, mi compañera iba sentada a mi lado. Estuvo conmigo los tres días jubilosos que pasé en Beirut, recorriendo la ciudad junto a mí, deteniéndose donde yo me detenía, sonriendo cuando me topaba con algún amigo.
Cuando me senté en el balcón del hotel que dominaba la ciudad, ella se incorporó a mis sueños.
Pero un gran cambio se efectuó -en mí cuando estaba a punto de embarcarme. Sentí una mano
...