LAS BATALLAS EN EL DESIERTO
Enviado por angelmc1 • 23 de Mayo de 2013 • 777 Palabras (4 Páginas) • 360 Visitas
LAS BATALLAS EN EL DESIERTO
JOSÉ EMILIO PACHECO
EL MUNDO ANTIGUO
Me acuerdo, no me acuerdo: ¿qué año era aquél?; Paco Malgesto narraba las corridas de toros, Carlos Albert era el cronista de futbol, el Mago Septién trasmitía el beisbol. Packard, Cadillac, Buick, Chrysler, Mercury, Hudson, Pontiac, Dodge, Plymouth. La cara del Señor presidente en donde quiera: dibujos inmensos, retratos idealizados, fotos, alegorías del progreso con Miguel Alemán como Dios Padre, monumentos. Adulación pública, insaciable maledicencia privada. Mientras que nosotros escribíamos mil veces en el cuaderno de castigos: Debo ser obediente, debo ser obediente, debo ser obediente con mis padres y con mis maestros. Nos enseñaban historia patria, lengua nacional, geografía del DF: los ríos (aún quedaban ríos), las montañas (se veían las montañas). Era el mundo antiguo. Decían los periódicos: El mundo atraviesa por un momento angustioso. También empezábamos a comer hamburguesas, pays, donas, hotdogs, malteadas, ice cream, margarina, mantequilla de cacahuate. La Coca-Cola sepultaba las aguas frescas de Jamaica, chía, limón.
LOS DESASTRES DE LA GUERRA
Jugábamos en dos bandos: árabes y judíos. Acababa de establecerse Israel y había guerra contra la Liga Árabe. Hasta entonces el imperio otomano perduraba: Para mí, niño de la colonia Roma, árabes y judíos eran "turcos". Los turcos no me resultaban extraños como Jim, que nació en San Francisco y hablaba sin acento los dos idiomas; o Toru, crecido en un campo de concentración para japoneses; o Peralta y Rosales. Yo no entendía nada: la guerra, cualquiera, me resultaba algo con lo que se hacen películas. Por fortuna en México no había desde que el Gral. Cárdenas venció la sublevación de Cedillo. Mis padres no podían creerlo porque su juventud la pasaron sobre un fondo continuo de batallas.
ALÍ BABA Y LOS CUARENTA LADRONES
Era extraño que si su padre tenía un puesto tan importante en el gobierno y una influencia decisiva en los negocios, Jim estudiara en un colegio de medio pelo. No tanto, se decía en los recreos: Mariana (la mamá de Jim) es la querida de ese poderosísimo amigo y compañero de banca de Miguel Alemán. El Señor no trata muy bien al pobre de Jim.
Aun así insistía: Veo poco a mi papá porque siempre está fuera, trabajando al servicio de México. Sí cómo no, replicaba Alcaraz: "trabajando al servicio de México": Alí Baba y los cuarenta ladrones. Todos en el gobierno de Alemán son una bola de ladrones. Jim se pelea y no quiere hablar con nadie. (Cuando él está presente los ataques de nuestros compañeros se limitan al Señor.) Jim se ha hecho mi amigo porque no soy su juez. Los viernes, a la salida de la escuela, iba con él a la Roma, el Royal, el Balmori, cines que ya no existen. Películas
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