La Economia

Era 1987. La industria crecía, se daba un mejor desempeño de la minería que compensaba el mal estado de la exportación cafetera, la demanda interna crecía y el optimismo desbordaba la mente de los colombianos. Varios actores de la vida pública rechazaron la frase en el entendido que ello aparentemente parecía una contradicción. No era posible concebir un país bien en sus datos macroeconómicos y mal en el resto.

Por esa época también empezaron a darse golpes y actos de violencia de grupos al margen de la ley que llevaron a asesinatos de connotados líderes y dirigentes políticos, así como a los actos de toma del Palacio de Justicia, el fortalecimiento del narcotráfico y lo que de allí se derivaba. Había polarización política, que se alimentaba del nacimiento de paramilitares, del accionar de la guerrilla y de un proceso de paz frustrado.

Hoy, más de 25 años después, parecemos revivir de nuevo aquella frase. Nunca como antes habíamos tenido una tasa de desempleo tan baja con un mejoramiento significativo en la informalidad. Una tasa de inflación controlada, que alimenta un potencial de crecimiento importante. Nunca como ahora vemos “ríos” de inversión extranjera que hacen que nuestra economía bata récords mundiales en llegada de divisas e inversionistas. Hemos recuperado una senda de acertado manejo fiscal que ha permitido buenos niveles de inversión pública y que se alimenta en un recaudo año a año mayor, también derivado del buen desempeño económico.

Y en ese escenario tan optimista, volvemos a una peligrosa polarización política que podría tristemente animar actos de violencia, como los magnicidios de los 80. Vemos con preocupación un crecimiento en la corrupción que ha permeado a buena parte de los actores de la sociedad que parece un cáncer. Un triste estado de la salud, convertida en un negocio para unos y un desastre de servicio para otros; revivimos un mal desempeño en educación y en un abandono a este que debiese ser un tema central de país. Todo esto ha traído un desgano, hastío y desencanto en la sociedad, que llevó a esos altos índices de abstención electoral y al aburrimiento que le produce al ciudadano leer, ver u oír un medio de comunicación.

Una explicación a todo esto es que mientras en economía hemos privilegiado la institucionalidad, con medios como el rol independiente del Emisor o los decretos y leyes debidamente elaborados para promover la inversión extranjera, o estrategias como leyes fiscales que regulan excesos; por el otro lado, en política, en justicia, en educación o similares predominan la anarquía y el desorden institucional, al punto que algunos se han atrevido a promover la destitución de todos los miembros de las altas cortes, o el volver al desastroso modelo de la salud como monopolio del Gobierno, y el pretender que nuestro sistema educativo se parezca al más anquilosado de América

...