La Importancia De Llamarse Alejandro Jodorowskyu
Enviado por luamaldini • 15 de Diciembre de 2011 • 1.160 Palabras (5 Páginas) • 804 Visitas
INTRODUCCION AL PENSAMIENTO COMPLEJO
Lo intelectual evoca a la razón, al orden, a lo científico y, bien estructurado, a lo sesudo y alejado del riesgo.
Aventura, en cambio, es el nombre de la pasión, del libre juego resistiendo la asfixia impuesta por las reglas, de lo impulsivo
y espontáneo, de lo impredictible. La síntesis fértil, tensa
pero creativa, de esos términos es, no solamente un hilo
conductor de la ya monumental obra teórica de Edgar Morin, sino también una cualidad de su trayectoria personal.
Su obra debe, en consecuencia, ser entendida no sólo en
términos de su contenido sino del proceso productor. Es sobre ese proceso que Morin ha meditado muchas veces en
un intento de adivinar la forma oculta de su búsqueda,
una búsqueda que, como todos los destinos humanos, como
lo pensaba Jorge Luis Borges, es una configuración única,
diseñada tal vez por los pasos que cada uno de nosotros
urde en un laberinto incalculable, y condensable en una ci-
secreta, un «aleph», al que a veces creemos vislumbrar (
como Einstein pensaba que pasa, ocasionalmente, con el
sentido de lo humano) pero nunca logramos capturar plenamente.
En Morin su producción teórica no es nunca un intento de ser un logro acabado, sino más bien un proceso que,
en su devenir mismo, marca un rumbo cognitivo en el que
somos invitados a participar. Recorramos algunos aspect
os de ésa, su aventura intelectual.
Morin nace en París en 1921. Su educación formal lo
1 lleva a licenciarse en Historia y Derecho, pero sus estudios
universitarios se interrumpen en 1942 cuando se une a la
Resistencia, tras la invasión nazi de Francia. Su estilo de
«resistente» no lo abandonará en el resto de su vida, expresándose tanto en su tendencia a no dejarse abarcar por
discursos totalizantes, como en sus enfrentamientos con
los establishments de disciplinas diversas que lo han visto
siempre como «ajeno», como
«
extraño», al no poder aceptar
su estilo transgresor de fronteras disciplinarias, de libre
disposición de conceptos para ser usados en contextos diferentes, de rigor acompañado, como quería Gregory Bateson, por una imaginación al servicio de su praxis cotidiana
de complejización de los discursos teóricos y las prácticas
en el campo de las ciencias sociales.
Al terminar la guerra se une al ejército estacionado
en la Alemania derrotada y, testigo de la hecatombe de ese
imperio que había pretendido persistir por mil años, escribe
su primer libro, editado en 1946 como L'An zéro de
l'Allemagne*. Casi cuarenta años después, es interesante
volver a ese texto primero, en el cual la atención no se centra en lo que tanto los medios como la intelectualidad de la
época consideraban central, sino en aspectos más marginales para el interés del momento, como ser el futuro de
esa tierra demonizada que seguía, sin embargo, siendo
parte de Europa, la influencia de la catástrofe a múltiples
niveles en la cultura europea y mundial, el mapa mental
que para alemanes y
europeos iba a señalar la evolución
de las identidades nacionales. Al enfocar estos temas Morin
muestra ya una inusual capacidad para ver a los procesos
sociales en movimiento, para iluminar aspectos generalmente soslayados, cuestionar presuposiciones dadas
por evidentes y entroncar sus observaciones con procesos
pasados y aperturas hacia el futuro, incluyendo siempre
las preocupaciones éticas como centrales para la observa-ción de procesos sociales, entendiendo que la ética también evoluciona, en sí misma, como un proceso social.
Comienza luego su interés sobre el tema de la «muerte»
desde una perspectiva múltiple, que va de lo biológico a lo
mitológico. La experiencia de la guerra, la resistencia y las
imágenes del hundimiento alemán juegan, quizás, un papel
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