La Noche Oscura
Enviado por alberto42854 • 14 de Septiembre de 2013 • 3.532 Palabras (15 Páginas) • 435 Visitas
Eielson recupera el valor primitivo del cuerpo, es decir, el hecho de ser signo integrador entre lo humano y lo divino pero lo hace con herramientas modernas pues los catorce poemas que componen el conjunto proceden a una suerte de escenificación del cuerpo, cada poema anuncia ya desde el título una corporalidad, desplegada, recreada en sus múltiples variantes: “Cuerpo melancólico”, “Cuerpo multiplicado”, “Cuerpo en exilio”, “cuerpo dividido”, etc., proponiendo algo así como diversas focalizaciones sobre el cuerpo, que lo colocan definitivamente en el centro, hacen de él el centro del trabajo artístico/verbal, como en una suerte de Body Art textual (avant la lettre) por su intención de exploración del dolor, de las pulsiones, de los determinismos colectivos, los códigos morales y sociales. Ya por los títulos de cada poema que parecen descomponer la corporalidad y someterla a experimentaciones, manipulaciones, Noche oscura del cuerpo apunta a descomponer la representación unitaria y unívoca de la corporalidad, procediendo a lo largo de los poemas a una representación que se sale del marco de la presentación tradicional del cuerpo, es decir, aquella que se ocupa esencialmente de las partes exteriores, “nobles”, corazón, labios, cabellos, pies, manos, integrando lo insignificante o lo vergonzoso (uñas, glande, testículos) así como la dimensión interna y orgánica: “...el brillo del dolor arroja/el cerebro en la sombra y riñones/Hígado intestinos y hasta los mismos labios/la nariz y las orejas se oscurecen/... (“Cuerpo melancólico”. Así, a lo largo de los poemas el cuerpo no solo es ojos, labios, cabellos, sino también uñas, glande, testículos, hígado, intestinos, páncreas, riñones, nervios, glándulas, con sus secreciones y humores, lágrimas, saliva, bilis, excrementos. Se deconstruyen las jerarquías, las valoraciones asociadas a la corporalidad, proponiendo una representación que integra asimismo la vivencia de un cuerpo en el mundo, un cuerpo no sólo fisiológico sino también social, cultural, mundano y ello está dado por la presencia de objetos y prendas de vestir que componen también al individuo moderno y que en el imaginario poético de Eielson ocupan, a lo largo de toda su obra, un lugar esencial: “Tan solo escucho el sonido/De un saxofón hundido entre mis huesos/los tambores silenciosos de mi sexo/Y mi cabeza. Siempre rodeado de espuma/Siempre luchando/con mis intestinos mi tristeza/Mi pantalón y mi camisa” (“Cuerpo en exilio”, p. 220).
La recreación de la corporalidad que se despliega en el poemario no solo deconstruye la representación tradicional sino que escenifica asimismo la imposibilidad de una representación coherente del sujeto (cuerpo/alma; ser/parecer, representada en la tensión entre cuerpo-ser y vestimenta y el deseo de superar este conflicto. En ese sentido, el libro se puede leer como un viaje por el cuerpo, un viaje de exploración (y de deconstrucción simbólica) pero sobre todo como un viaje con valor iniciático. El malestar del yo es un sentimiento cuya primera y más inmediata manifestación es el extrañamiento con respecto al propio cuerpo, como lo expresa “Cuerpo mutilado”
Cuento los dedos de mis manos y mis pies
Como si fueran uvas o cerezas y los sumo
A mis pesares. Multiplico lágrimas humores.
Minuciosas gotas de saliva
En estalactitas tibias y plateadas
Divido uñas y quejidos agrego dientes
Sinsabores luminosos segmentos de alegría
Entre murallas de cabellos y corolas
Que sonríen y que duelen. Todo dispuesto
En cúpulas sombrías en palpitantes atados
De costillas quebradas como si fuera un ciervo
Un animal acorralado y sin caricias
En un círculo de huesos
Y latidos
Se constata una disgregación de las partes, membra disjecta, que señala la ausencia de una conciencia cohesiva; los verbos de acción asociados al sujeto “cuento”, “sumo” “multiplico” “divido” “agrego” marcan la distancia, la separación (violenta según el adjetivo del título) de éste con respecto a sus miembros u órganos. Estos más que experimentados, se ven manipulados aritméticamente. En la imagen del ciervo acorralado puede verse encarnado el yo, recreándose la escisión. La dualidad alma/cuerpo se presenta a través de la representación de un cuerpo visto, percibido como cárcel como lo consignan los sintagmas “entre murallas”, “en cúpulas”, “en palpitantes atados” y finalmente “en un círculo de huesos y latidos”, palabras que dicen el espacio de confinamiento en términos fisiológicos y el sentimiento de encierro y opresión. Pero, la figura del ciervo asimismo reactiva aquí la relación intertextual con el verbo místico de San Juan, apareciendo dentro de estas diversas y sucesivas representaciones espaciales como un foco de sentido, un centro oculto. La figura del ciervo inscribe en el texto (ya sea como representación del Divino esposo o como metáfora del alma) la herida de amor, el deseo de unión con Dios, pero como una carencia en tiempos desmiraculizados, asignándole al malestar existencial un alcance ontológico /espiritual.El cuerpo aparece como laberinto, como un espacio por donde se adentra el yo, contra el cual se topa, lucha, en el cual se pierde y finalmente se encuentra, como lo dice claramente “Cuerpo secreto”:
Levanto una mano
A la altura del ombligo y con la otra
Sostengo el hilo ciego que me lleva
Hacia mí mismo. Penetro en corredores tiernos
Me estrello contra bilis nervios excremento
Humores negros ante puertas escarlata
Caigo me levanto vuelvo a caer
Me levanto y caigo nuevamente
Ante un muro de latidos
Todo está lleno de luces el laberinto
Es una construcción de carne y hueso
Un animal amurallado bajo el cielo
En cuyo vientre duerme una muchacha
Con una flecha de oro
En el ombligo
El carácter y valor iniciáticos del recorrido se precisan, se afirman a través de la representación del cuerpo como laberinto y de la presencia de motivos míticos que le son asociados: la alusión al “hilo ciego” que remite evidentemente al hilo de Ariadna, la “flecha de oro”, que notifica el lugar de la revelación, el “animal amurallado” que es el minotauro (monstruo que simboliza un estado psíquico: amor culpable, deseo injusto, dominación indebida, combate espiritual contra la represión) pero que también es, en el contexto del libro, (después del poema “Cuerpo mutilado”) el ciervo (representación del alma cautiva). Se superponen valores, representaciones míticas no sólo para incrementar el peso simbólico del proceso, de la empresa verbal emprendida, sino también para ampliar los significados asociados a
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