“La Realpolitik se vuelve contra sí misma”
Enviado por Gino Cristofolini • 8 de Agosto de 2021 • Resumen • 12.758 Palabras (52 Páginas) • 330 Visitas
CAPÍTULOS VI AL XVI
CAPÍTULO VI “La Realpolitik se vuelve contra sí misma”
La Realpolitik, es una política exterior basada en cálculos de poder y en el interés nacional, redundó en la unificación de Alemania. Y la unificación de Alemania provocó que la Realpolitik se volviera contra sí misma, dando lugar a lo contrario de lo que se había propuesto. Porque la práctica de la Realpolitik evita carreras armamentistas y guerras sólo si los principales actores de un sistema internacional son libres de adaptar sus relaciones de acuerdo con circunstancias cambiantes, o si los modera un sistema de valores compartidos, o ambas cosas.
Alemania no veía ningún interés nacional en los Balcanes. Pero sí estaba enormemente interesada en la conservación del Imperio austro-húngaro, pues el desplome de la doble monarquía hubiera amenazado con anular toda la política germánica de Bismarck. El segmento católico germano parlante del Imperio habría tratado de unirse a Alemania, poniendo en peligro la hegemonía de la Prusia protestante, por la que Bismarck había luchado con tanta tenacidad.
En la Paz de Westfalia de 1648, Rusia aún no parecía tener suficiente importancia para estar representada. Sin embargo, desde 1750 Rusia participó activamente en toda guerra europea de consideración. A mediados del siglo XVIII, Rusia ya inspiraba una cierta inquietud entre los observadores occidentales.
El carácter absoluto del poder del zar permitía a los gobernantes rusos dirigir su política exterior de manera arbitraria y, a la vez, idiosincrásica. En un período de seis años, entre 1756 y 1762, Rusia entró en la Guerra de los Siete Años como aliada de Austria e invadió Prusia, se alió con Prusia al morir la emperatriz Isabel, en enero de 1762, y luego se declaró neutral cuando Catalina la Grande derrocó a su marido en junio de 1762. Cincuenta años después, Metternich manifestó que el zar Alejandro I nunca había tenido un ideario que durara más de cinco años.
Muchos historiadores recordaron este pasaje cuando la Unión Soviética invadió Afganistán en 1979.
El Imperio ruso tampoco fue visto antes como modelo, ni por otras sociedades ni por sus propios súbditos. Para el mundo exterior, Rusia era una fuerza elemental, una presencia misteriosa y expansionista, a la que se debía temer y contener, ya fuese ganándosela o mediante confrontación. Metternich había intentado ganársela y, durante una generación, su éxito fue casi total. Pero después de la unificación de Alemania e Italia, las grandes causas ideológicas de la primera mitad del siglo XIX habían perdido su fuerza unificadora.
Metternich había logrado establecer una aproximación de gobierno europeo porque los gobernantes de Europa consideraron que su unidad ideológica era un dique indispensable contra la revolución. Pero en la década de 1870-1879 o bien había cesado el miedo a la revolución o los gobernantes pensaron que podían derrotarla sin ayuda exterior.
El objetivo de Bismarck era no dar a otra potencia, salvo a la irreconciliable Francia, ninguna causa para entrar en una alianza dirigida contra Alemania.
Lo que Alemania necesitaba era una alianza con Rusia y a la vez con Austria, por muy improbable que pareciera a primera vista. Bismarck, no obstante, logró forjar esa alianza en 1873.
La primera Liga de los Tres Emperadores enseñó a Bismarck que ya no podría controlar las fuerzas que había desencadenado con sólo apelar a los principios internos de Austria y de Rusia. En adelante, trataría de manipularlas subrayando la fuerza y el interés propios.
Dos acontecimientos demostraron que la Realpolitik se había convertido en la tendencia dominante de la época. El primero ocurrió en 1875, en forma de seudocrisis, una artificial psicosis de guerra desatada por el editorial de un importante periódico alemán cuyo provocativo titular rezaba: ¿Es inminente la guerra?
En 1876, los búlgaros, que durante siglos habían vivido bajo el dominio turco, se rebelaron, y se les unieron otros pueblos balcánicos. Turquía respondió con una terrible y brutal represión y Rusia, dejándose llevar por sus sentimientos paneslavos, amenazó con intervenir.
En 1875 se aplicaron estos métodos en Jokand, otro principado en las fronteras de Afganistán. En esta ocasión, el canciller Gorchákov se sintió un tanto obligado a justificar la contradicción existente entre las garantías de Rusia y sus acciones. Con ingenio, inventó una distinción sin precedente entre las garantías unilaterales (que, según su definición, no eran obligatorias) y los compromisos bilaterales en toda regla.
Desde 1815 la sabiduría tradicional en Europa había supuesto que el destino del Imperio otomano sólo podría ser decidido por toda Europa y no por una sola potencia, y menos que ninguna por Rusia. El Tratado de Santo Stefano, de Ignatiev, aumentó las posibilidades de un dominio ruso de los Dardanelos que sería intolerable para Gran Bretaña, y un dominio ruso de los eslavos balcánicos que Austria no aceptaría. Por tanto, Gran Bretaña y Austria-Hungría declararon que el tratado era inaceptable.
El congreso debía reunirse el 13 de junio de 1878. Sin embargo, antes de que se reuniera, Gran Bretaña y Rusia ya habían resuelto las cuestiones más importantes en un acuerdo firmado el 30 de mayo entre lord Salisbury y el nuevo ministro ruso de Exteriores, Shuválov.
Cuando el Parlamento alemán exigió a Bismarck adoptar una actitud más enérgica, él contestó que se proponía poner el país a salvo. Bismarck señaló los peligros de la mediación refiriéndose a un incidente acaecido en 1851, cuando el zar Nicolás I intervino entre Austria y Prusia, en favor de Austria: Entonces el zar Nicolás desempeñó el papel que mi adversario] hoy pretende asignar a Alemania; [Nicolás] vino y dijo: «Al primero que dispare, yo le dispararé», y en consecuencia se mantuvo la paz. ¿Para ventaja de quién, y para desventaja de quién? Eso ya es historia, y no deseo analizarlo aquí. Simplemente estoy preguntando: ¿se ha pagado en gratitud este papel que desempeñó el zar Nicolás cuando tomó partido? ¡Ciertamente, no por nosotros, en Prusia! ¿Le dio Austria las gracias al zar Nicolás? Tres años después vino la guerra de Crimea, y no tengo que decir más.
Rusia podía sacrificar sus ganancias territoriales en aras de la legitimidad (como lo hicieron Alejandro I en la rebelión griega de la década de 1820-1829 y Nicolás I durante las revoluciones de 1848), pero Rusia nunca renunció a su objetivo último ni aceptó el compromiso como algo justo.
En la década de 1850-1859 Bismarck había propuesto una política que era el equivalente continental de la propia política inglesa de (aislamiento espléndido). Había pedido mantenerse libre de compromisos antes de arrojar todo el peso de Prusia donde le pareciera más apropiado para servir, en un momento dado, los intereses nacionales prusianos.
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