La Soledad De Los Moribundos

La Soledad de los Moribundos.

¿Por qué la solitud es la leal compañera de la muerte? Hablar sobre la muerte no es un tema que se desconozca y no se deba o pueda tratar, la muerte como pensamiento, idea o concepto es fascinante e intrigante, es el arcano favorito de toda cultura, pero, ¿Podríamos responder con tranquilidad sobre el fin de nuestro ser, de nuestra presencia? Parecería fácil dar una respuesta, pero si se analiza con detalle, no es cuestión de segundos ni de minutos hablar sobre el óbito, nos llevaría toda una eternidad, —de la cual no me jacto de tener—; pues nunca será lo mismo hablar de la muerte, que de la muerte de un ser querido, hablar de ello sería totalmente distinto y complicado para cada uno de nosotros. Esto es precisamente de lo que Norbert Elias provoca al leer este inconcebible y desafiante ensayo.

Se trata de una reflexión acerca de cómo reaccionamos al hecho de que tarde o temprano todos vamos a morir. Porque todos sabemos que llegaremos al mismo ocaso —convirtiéndonos de nuevo, en el parte del todo—, pero la reflexión radica en cómo tomamos ese hecho. ¿Lo aceptamos y lo arrostramos o lo ignoramos y peor aún, lo desdeñamos? El autor no sólo pone en evidencia qué actitud tomamos ante la muerte, cómo nos aprisionamos a fantasías colectivas e individuales que rodean el incidente de la muerte como sinónimo de inmortalidad o la idea de una vida después de la muerte, sino afirma que la idea de morir es un problema social digno de estudiar y tratar más a fondo. Pues como él refiere: “El problema no es la muerte sino saber de la muerte”.

Así, logra que reflexionemos sobre la actitud que hemos adquirido sobre la naturaleza de la muerte. Esto provoca una sensación de incomodidad, ya que es tan incisivo y directo que podría desagradarnos, pues muchas veces nos sentimos identificados con su planteamiento; por ejemplo cuando menciona: Que no sabemos qué actitud tomar ante la muerte de un pariente o qué palabras decir cuando alguien está desahuciado y/o como a los niños, bajo ninguna circunstancia, se les pretende acercar a la idea de la muerte, coincido con el autor en que es necesario dar a conocer a los niños los sucesos naturales de la propia existencia, el hacerles saber que su propia vida es finita, como la del resto de todos los seres vivos, que nacen, crecen, se reproducen y mueren. Esto nos hace pensar: ¿Qué debemos hacer para que los moribundos se sientan aún vivos y alentados?

Aprender a afrontar la muerte como parte de la existencia deberá reproducir eco en nuestro comportamiento con los demás miembros de la sociedad, y hacer que el final de cada ser humano, incluido el propio, sea lo más liviano, sutil y agradable posible. Los moribundos están demasiado solos, casi se quedan tan solos como los muertos en aquel poema de Gustavo Adolfo Bécquer (rima LXXIII) .

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