La princesa Sac-Nicté, leyenda Maya
Enviado por Palomec • 20 de Septiembre de 2012 • Resumen • 1.736 Palabras (7 Páginas) • 1.083 Visitas
La princesa Sac-Nicté, leyenda Maya
Todos los que han vivido en la tierra del Mayab, han oído el dulce nombre de la bella princesa Sac-Nicté, que significa Blanca Flor.
Era ella como la luna alta y quieta en las noches tranquilas. Y era graciosa como la paloma torcaz de dulce canto y clara y fresca como las gotas de rocío. Bella era como la flor que llena el campo de alegría perfumada, hermosa como la luz del sol que tiene todos los colores y suave como la brisa, que lleva en sus brazos todas las canciones.
Así era la princesa Sac-Nicté, que nació en la orgullosa ciudad de Mayapán, cuando la paz unía como hermanas a las tres grandes ciudades de la tierra del Mayab; cuando en la valerosa Mazapán y en la maravillosa Uxmal y en Chichén Itzá, altar de la sabiduría, no había ejércitos, porque sus reyes habían hecho el pacto de vivir como hermanos.
Todos los que han vivido en el Mayab han oído también el nombre del príncipe Canek que quiere decir Serpiente Negra.
El príncipe Canek era valeroso y tenaz de corazón, cuando tuvo tres veces siete años fue levantado a rey de la ciudad de Chichén Itzá. En aquel mismo día vio el rey Canek a la princesa Sac-Nicté y aquella noche ya no durmió el valeroso y duro rey. Y desde entonces se sintió triste para toda la vida.
Tenia la princesa Sac-Nicté tres veces cinco años cuando vio al príncipe Canek que se sentaba en el trono de Itzá, tembló de alegría su corazón al verlo y por la noche durmió con la boca encendida de una sonrisa luminosa. Cuando despertó, Sac-Nicté sabía que su vida y la vida del príncipe Canek correrían como dos ríos que corren juntos a besar el mar.
Así sucedió y así cantan aquella historia los que la saben y no olvidan.
El día en que el príncipe Canek se hizo rey de los Itzaes, subió al templo de la santa ciudad de Itzmal para presentarse ante su dios. Sus piernas de cazador temblaban cuando bajó los veintiséis escalones del templo y sus brazos de guerrero estaban caídos. El príncipe Canek había visto allí a la princesa Blanca Flor.
La gran plaza del templo estaba llena de gente que había llegado de todo el Mayab para ver al príncipe. Y todos los que estaban cerca vieron lo que pasó. Vieron la sonrisa de la princesa y vieron al príncipe cerrar los ojos y apretarse el pecho con las manos frías.
Allí estaban también los reyes y los príncipes de las demás ciudades. Todos miraban, pero no comprendieron que desde aquel momento las vidas del nuevo rey y de la princesa habían empezado a correr como dos ríos juntos, para cumplir la voluntad de los dioses altos.
Y eso no lo comprendieron. Porque hay que saber que la princesa Sac-Nicté había sido destinada por su padre, el poderoso rey de Mayapán, para el joven Ulil, príncipe heredero del reino de Uxmal.
Acabó el día en que el príncipe Canek se hizo rey de Chichén Itzá y empezaron a contarse los treinta y siete días que faltaban para el casamiento del príncipe Ulil y la princesa Sac-Nicté.
Vinieron mensajeros de Mayapán ante el joven rey de Chichén Itzá y le dijeron:
_Nuestro rey convida a su amigo y aliado para la fiesta de las bodas de su hija.
Y respondió el rey Canek con los ojos encendidos:
_Decid a vuestro señor que estaré presente.
Y vinieron mensajeros de Uxmal ante el rey Canek y le dijeron:
_Nuestro príncipe Ulil pide al gran rey de los Itzaes que vaya a sentarse a la mesa de sus bodas con la princesa Sac-Nicté.
Y respondió el rey Canek con la frente llena de sudor y las manos apretadas:
_Decid a vuestro señor que me verá ese día.
Y cuando el rey de los Itzaes estaba solo, mirando las estrellas en el agua para preguntarles, vino otra embajada en mitad de la noche. Vino un enanillo oscuro y viejo y le dijo al oído:
_La Flor Blanca está esperándote entre las hojas verdes, ¿vas a dejar que vaya otro a arrancarla?
Y se fue el enanillo, por el aire o por debajo de la tierra, nadie lo vio más que el rey y nadie lo supo.
En la grande Uxmal se preparaba el casamiento de la princesa Blanca Flor y el príncipe Ulil, de Mayapán fue la princesa con su padre y todos los grandes señores en una comitiva que llenó de cantos el camino.
Más allá de la puerta de Uxmal salió con muchos nobles y guerreros el príncipe Ulil a recibir a la princesa y cuando la vio, la vio llorando.
Toda la ciudad estaba adornada de cintas, de plumas de faisán, de plantas y de arcos pintados de colores brillantes. Y todos danzaban y estaban alegres, porque nadie sabia lo que iba a suceder.
Era ya el día tercero y la luna era grande y redonda como el sol, era el día bueno para la boda del príncipe, según la regla del cielo.
De todos los reinos, de cerca y de lejos, habían llegado a Uxmal reyes e hijos de reyes y todos habían traído presentes y ofrendas para los nuevos esposos. Vinieron
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