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Las Enseñanzas De Don Juan


Enviado por   •  23 de Octubre de 2011  •  10.698 Palabras (43 Páginas)  •  917 Visitas

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Una vez Don Juan invitó a Castaneda a una reunión donde estaban consumiendo substancias psicodélicas, hechas por ellos mismos. Castaneda las probó también. Y entonces ocurrió algo que por primera vez hizo a Don Juan considerar a Castaneda como un discípulo potencial serio.

Don Juan era un místico y, por lo tanto, percibía el mundo entero de un modo místico. En particular, él daba gran importancia a las así llamadas «señales» que venían a él desde «la otra realidad».

Lo que sucedió fue que Castaneda, después de tragarse unos bocados de peyote, comenzó a jugar, de una forma extraña, con el perro. Ellos comenzaron… a orinarse uno al otro. Fue la conducta del perro, absolutamente impropia de los perros, la que tuvo importancia allí. Esto fue interpretado por Don Juan como una señal de Dios (a Quien se llamaba con la palabra «Poder»), la que indicaba la importancia de un discípulo no indígena para la Escuela. Desde aquel momento Castaneda se convirtió en un verdadero miembro del grupo de Don Juan y él comenzó a iniciarlo gradualmente en el conocimiento secreto de su Escuela.

¿Cuál era su visión conceptual?

El universo consta de dos mundos «paralelos», llamados «el tonal» (el mundo de las cosas materiales) y «el nagual» (el mundo no material).

Nosotros nos comunicamos con el mundo material a través de la así llamada «primera atención», es decir, a través de los órganos de los sentidos del cuerpo físico.

No obstante, para poder conocer el nagual, hay que desarrollar «la segunda atención», es decir, la clarividencia.

También existe «la tercera atención», por medio de la cual uno conoce al Creador y a Su Manifestación, llamada «Fuego» por Don Juan.

Según la mitología, compartida por los predecesores de Don Juan, el mundo está gobernado por la divina Águila universal. Esta era su noción de Dios y aunque parece fantástica, es monoteísta.

Esta Águila se alimenta de las almas humanas que dejan sus cuerpos físicos. Pero también confiere a algunas personas la oportunidad de «pasar» por su pico después de la muerte de sus cuerpos y obtener la inmortalidad. Lo hace a condición de que ellas, durante sus vidas, adquieran las facultades necesarias, se desarrollen como conciencias hasta el nivel requerido y acumulen el poder.

Este concepto contenía un elemento atemorizante que impulsaba a los practicantes a esforzarse en su auto-perfeccionamiento. Sin embargo, Don Juan, así como Jesús, se opuso tenazmente a esa actitud hacia Dios que se basa en el temor. Él decía que al encuentro de Dios hay que ir por «el sendero del corazón», es decir, por el sendero del amor. Es interesante que Don Juan haya llegado a esa comprensión independientemente de la influencia de otras tradiciones espirituales. Él no estaba familiarizado con las Enseñanzas de Krishna ni con las de Jesús, tampoco leyó libros sufís o taoístas. Es evidente que no leyó el Nuevo Testamento, de otro modo, seguramente, lo hubiera citado.

El que se decidió a reclamar la inmortalidad debe convertirse primero en un «cazador» espiritual, pero no en ese cazador que mata a la presa, sino en el «cazador» del conocimiento que va por «el sendero del corazón», es decir, que cuida y ama a la Tierra, así como a todas las criaturas que viven sobre ella.

Habiendo pasado la etapa de «cazador», uno puede llegar a ser un «guerrero» espiritual, es decir, aquel que «rastrea» el Poder (Dios), esforzándose por «colarse» a Él y conocerlo.

Don Juan a menudo enseñaba a Castaneda y a otros discípulos suyos durante caminatas en el desierto o en las montañas, en las condiciones naturales y de contacto directo con el mundo multiforme que les rodeaba.

Por ejemplo, una vez ellos atraparon un conejo salvaje. Don Juan sabía que este conejo ya no debería vivir más en la Tierra según su destino y sugirió que Castaneda lo matara con sus propias manos. Castaneda exclamó: «¡Yo no puedo hacerlo!». Don Juan objetó: «¡Pero habías matado animales antes!». Castaneda respondió: «Pero los he matado con mi rifle, desde cierta distancia, sin verlos morir…».

Castaneda rehusó matar, reflexionando por primera vez en su derecho ético para hacerlo y en los sufrimientos de una criatura al ser asesinada.

No obstante, el conejo murió enseguida por sí solo ante los ojos de Castaneda, porque, de hecho, el tiempo de su permanencia en la Tierra se había terminado.

En otra ocasión Don Juan y Castaneda estaban caminando por una vía y vieron un caracol cruzándola. En el acto Don Juan empezó a explicar, usando aquella situación, la filosofía de la participación de una persona en los destinos de otras criaturas.

De este modo Castaneda, al comienzo muy orgulloso por ser una persona erudita y civilizada, se persuadía cada vez más de que la verdadera sabiduría no le pertenecía a él, sino al anciano indígena, un gran Maestro espiritual, que llevaba la vida de un cazador y de un guerrero espiritual en armonía con el mundo natural que lo rodeaba.

Después de que los discípulos asimilaban los fundamentos de la ética y de la sabiduría, Don Juan procedía a enseñarles los métodos psicoenergéticos.

Cabe destacar que solamente unos pocos estudiantes fueron reclutados en la Escuela de Don Juan. Eran aquellos que ya tenían desarrolladas las estructuras energéticas del organismo (los chakras). Por supuesto, los indígenas no sabían palabras como chakras o dantianes, pero hablaban de los segmentos en el «capullo» energético del hombre.

En otras palabras, los discípulos que fueron aceptados en la Escuela ya habían realizado antes, incluso en sus vidas pasadas en la Tierra, un extenso trabajo psicoenergético y, por ende, estaban psicoenergéticamente preparados para continuarlo y para aguantar el camino de cazador y de guerrero.

Esto permitió que ellos comenzaran sus entrenamientos no con el desarrollo y la limpieza de los meridianos y chakras, sino inmediatamente con el desarrollo de la estructura principal de poder en el organismo, el hara (o dantian bajo).

Después del trabajo con el hara, llegaba la etapa de la división del «capullo» en dos partes (alta y baja), llamadas «las burbujas de percepción». ¿Por qué las «burbujas»? Porque estas partes del «capullo», vistas por medio de la clarividencia, se parecen a la vejiga natatoria de algunos peces. ¿Por qué «de percepción»? Porque uno puede percibir el tonal (el mundo material) y el nagual (el mundo no material) desde una u otra respectivamente.

La división del «capullo»

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