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Las nubes grises se reunieron en el cielo


Enviado por   •  21 de Julio de 2024  •  Trabajo  •  802 Palabras (4 Páginas)  •  45 Visitas

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Entendido. Aquí tienes una versión extendida del cuento de las nubes grises, con aproximadamente 800 palabras:

En lo alto del cielo, donde el aire es fino y frío, las nubes grises se arremolinaban en una danza lenta y melancólica. Eran enormes masas de vapor, pesadas y cargadas de lluvia, que se movían perezosamente empujadas por vientos caprichosos. Desde abajo, la gente las miraba con preocupación, temiendo que en cualquier momento desataran su furia acuosa sobre la tierra.

Entre estas nubes majestuosas y sombrías, había una pequeña nube llamada Gris. Era joven y curiosa, apenas formada por la evaporación de un pequeño lago de montaña. Gris flotaba entre sus hermanas mayores, observando con asombro cómo se extendían por el horizonte, cubriendo el sol y sumiendo al mundo en una penumbra inquietante.

"¿Por qué somos tan tristes?", preguntó Gris a una nube anciana y arrugada que flotaba cerca. "¿Por qué la gente nos mira con tanto temor?"

La nube anciana se estremeció, provocando un trueno lejano. "Ah, pequeña Gris", suspiró, "es nuestro destino. Llevamos la lluvia, y con ella, la oscuridad y el frío. Los humanos nos temen porque interrumpimos sus planes, mojamos sus ropas y oscurecemos sus días".

Gris se sintió desconsolada. No quería ser temida ni odiada. Observó a los humanos abajo, corriendo a refugiarse, cerrando ventanas y puertas, mirando al cielo con expresiones de disgusto. "Debe haber algo bueno en nosotras", murmuró para sí misma.

Días y noches pasaron, y Gris creció. Absorbió más humedad del aire, se hizo más grande y pesada. Aprendió a moverse con las corrientes de aire, a unirse con otras nubes y a separarse de ellas. Pero su pregunta seguía sin respuesta, y la tristeza la acompañaba en su viaje por el cielo.

Un día, mientras flotaba sobre un pequeño pueblo, Gris notó algo extraño. Un anciano en un campo reseco miraba al cielo con esperanza, no con temor. Sus manos callosas estaban juntas como en una plegaria, y sus labios se movían en una súplica silenciosa.

Intrigada, Gris descendió un poco más, lo suficiente para escuchar al anciano. "Por favor", murmuraba, "que llueva. Mis cultivos se mueren de sed. Sin agua, no habrá cosecha este año".

Gris se sorprendió. ¿Alguien deseaba su lluvia? ¿Alguien la esperaba con anhelo? Miró a su alrededor y vio los campos marchitos, las plantas mustias, los arroyos casi secos. Por primera vez, comprendió que su lluvia no era una maldición, sino un regalo precioso.

Emocionada, Gris llamó a sus hermanas. "¡Vengan, vengan todas! ¡Nos necesitan aquí!"

Las nubes grises se reunieron, curiosas por el entusiasmo de la joven Gris. Ella les contó lo que había visto y oído, y poco a poco, la comprensión se extendió entre ellas. Sus truenos ya no sonaban amenazantes, sino como tambores de celebración.

Y entonces, comenzó a llover.

Al principio, fueron solo unas gotas tímidas. Pero pronto, la lluvia se intensificó. Caía en cortinas plateadas, empapando la tierra sedienta, llenando los arroyos, dando nueva vida a las plantas marchitas. El anciano en el campo alzó su rostro al cielo, dejando que la lluvia lo bañara, riendo de alegría.

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