“Los Ojos del Perro Siberiano”

Tocar el fondo de una situación que aqueja a muchas personas en el mundo es una tarea ardua y extensa en el tiempo, por ello quienes se encaminan a describir campos del ser humano en sociedad lo hacen a través de un relato. De esta forma no solo se consigue fantasear y adornar la la realidad, sino más bien un vínculo del lector con la palabra, esa relación que identifica a la persona con lo escrito.

Dicha relación se encarna en la obra de Antonio Santa Ana, un escritor argentino que dedica sus letras al público juvenil, versando temas que acongojan a quienes deciden leerlo; mediante su obra “Los Ojos del Perro Siberiano” publicada en el año de 1998, el autor demuestra como la realidad de una persona puede ser cambiada a partir de los sucesos que a su alrededor se crean.

Y no hace falta evidenciar los hechos para que se crean ciertos, o para que generen esa sensación de verdad en nuestro cuerpo, para Santa Ana la ficción de una historia relatada en la voz de un personaje que no recibe nombre, fue la herramienta perfecta para dejar al público dispuesta y abierta la puerta hacia la imaginación y critica; además del profundo aprendizaje que la lectura de su obra compromete.

Es innegable la curiosidad que se crea al leer las líneas del libro, ¿Qué haría en el lugar de Ezequiel? ¿Qué haría en el lugar de su padre? ¿Qué haría en el lugar de Mariano? Como esas, surgen muchas incógnitas, cada una cubierta de más incertidumbre que la anterior.

A partir de allí se logran reconocer varios factores que relacionan al lector con la obra, en primer lugar, el miedo; es una sensación que todos los seres humanos hemos sentido, es ineludible en nuestra condición, además de ser aquello que transforma nuestra imagen frente a las personas; Aunado al miedo, se encuentra el rechazo, sería un lugar donde nadie quisiera estar, de donde todos saldríamos corriendo y por el cual muchos trabajan para evitarlo, a diferencia del miedo, este si se puede eludir; Si bien ambos son males para el ser, existe en el hombre la capacidad de amar, y allí se encuentra el último factor que une al lector con la obra de Santa Ana; el amor.

Se conjugan entonces estos tres elementos dentro de la vida de cada ser frente a una situación desfavorable para él, en el caso de Ezequiel, su enfermedad, que lo ahorrillo a mentir y a desprenderse de aquello que tanto quería, fue tanto su miedo que prefirió alejarse de su familia, especialmente de su hermano, para poder combatir el resto de su vida con el fantasma que no lo iba a dejar solo, el SIDA.

La vida de Ezequiel fue privilegiada en muchos aspectos, que de alguna manera le permitía sentirse cómodo consigo mismo, pero los problemas empezaron cuando sus padres conocieron de su enfermedad, allí se creó el punto de inflexión de su vida y de la de su hermano menor, que nunca recibe un nombre dentro de la historia.

Aquellos privilegios con los que contaba

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