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Madame Bovary. Reseña


Enviado por   •  21 de Julio de 2020  •  Ensayo  •  1.560 Palabras (7 Páginas)  •  279 Visitas

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Hay reseñas que al escribirlas, generan ansiedad por varios motivos. Uno porque los comentarios que se puedan hacer sobre un clásico rara vez contienen elementos novedosos, generalmente son repeticiones de lo que escritores afamados y reconocidos han dicho con anterioridad. Y dos, porque es imposible estar a la altura de ciertos libros y de sus autores. Por ejemplo acercarse a la obra de Gustave Flaubert, sabiendo que es el Maestro de la Palabra Exacta, que para escribir un párrafo que se acomodara con precisión quirúrgica a la sensación o a la situación que quería describir se podía tardar semanas o quizás meses, produce una presión adicional sobre la conveniencia o inconveniencia de plasmar cada una de las palabras elegidas para realizar una reseña interesante. Flaubert no escribía, amputaba.

Así que esta empresa, esta reseña de Madame Bovary de Gustave Flaubert, será un acto de humildad y arrojo, con seguridad muy por debajo de lo que merece el exponente mas determinado del Realismo literario del siglo XIX.

Tampoco quisiera extenderme mucho y la verdad no se como lo haré porque es un libro de capas, de simbolismos, de referencias y de mucha minuciosidad. Sobre todo porque la minuciosidad y cada detalle, que a muchos puede parecer aburrida, tienen una razón específica para estar ahí. Nada de lo que escribe Flaubert es gratuito o sobra. Todo, hasta lo mas vanal y vacío, lleva sutilmente a explicar el carácter de una persona, la sicología de un protagonista, los ideales de una sociedad, la mezquindad de alguien, las pequeñeces de los seres humanos, la pasión de una pareja... todo lo que escribe y describe debe mirarse con lupa, preguntarse porqué está ahí y que significado puede tener en el contexto del libro. Leerlo es como jugar al detective; no hay cadáver, pero sí un poco de misterio; no hay una trama explícita, pero sí hay hechos y situaciones; y lo mas importante, no hay juicios ni responsabilidades explícitas. Hay que estar atento porque hasta el nombre de una mascota puede estar en clave y significar admiración y reconocimiento implícito a un escritor o personaje de otro libro.

Por lo tanto, una mentalidad detectivesca y analítica será muy útil si, luego de ojear esta reseña, usted decide leer Madame Bovary. Tenga a mano papel y lápiz, resaltador, internet; ármese de muchas herramientas porque este clásico no es básico. No será fácil, no será cercano (aparentemente), no habrá simpatías por ningún personaje, tampoco sentirá empatía; si acaso, algo de compasión, incluso ansiedad y hasta animadversión hacia alguno de los personajes, entre los que estará, sin duda, la protagonista.

Gócese la narración. Hágase una imagen mental con las descripciones del francés; cuanto mas apegada esté su mente al texto mas fácil le será descubrir la intencionalidad de las palabras. No deseche nada, ni siquiera lo superfluo porque allí se encuentra la clave de la narración. Tenga presente que para muchos Madame Bovary le sigue al Quijote en la lista de lo mejor de la literatura universal. Y no es por eso que deba gustarle. No. Por esa razón, y aunque a algunos les resulten odiosas las listas, hay que dejarse envolver por el placer de estar ante una verdadera obra de arte, un relato sinfónico, un caleidoscopio de sensaciones olfativas, gustativas, visuales y sensuales como pocas veces se ha visto en las letras. Con este libro uno se crece como lector y como ser humano, pues en la base misma de la novela está la falta de moraleja, que es a la vez una moraleja, de la ausencia de juicio moral. Flaubert es un dios omnipresente despojado de su calidad de juez. Él narra hechos. Sin valoraciones. Y de la desnudez de los hechos se llega a la desnudez del alma de los personajes.

No puedo odiar a Emma la protagonista aunque ese sea el sentimiento que me produjo en un principio. Y no la puedo odiar porque Stefan Zweig me lo impide. Les voy a contar porqué. Recuerdo con mucho cariño y emoción una de las primeras biografías que leí, la de María Antonieta, escrita por el austríaco antes mencionado. Y mientras leía a Madame Bovary, en el fondo de mi mente se iba haciendo cada vez mas presente y clara la figura histórica de María Antonieta.

Maria Antonieta, la Reina de Francia, nació para mi el día que abrí el libro escrito por Stefan Zweig. Ella fue creada con las palabras del austríaco, creció con las anécdotas y el estudio sicológico del autor, fue desacreditada por la debilidad y los excesos con que vivió su reinado, fue sentenciada, juzgada y reivindicada al momento de su muerte con y por

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