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Monografía Don Quijote


Enviado por   •  22 de Noviembre de 2022  •  Monografía  •  2.181 Palabras (9 Páginas)  •  207 Visitas

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Introducción

La lectura de algunos textos literarios facilita la conformación de paisajes ideales en la imaginación de los lectores. Dichos paisajes, pensados y recreados por un autor a través de su personal experiencia constituyen el escenario que ubican las acciones que imaginó. El pacto ficcional creado entre el autor y el lector construye el resto.

En el caso de lugares ficticios con anclaje en sitios del mundo real, podría observarse la existencia de determinadas vivencias que son diferenciales tanto para los habitantes de esos lugares cómo para los visitantes que arriban a ellos. Además, estas relaciones creadas en torno a cada lugar serían propias de cada persona y también tendrían su correlato en la recepción de la literatura que las describa. Desde este punto de vista, no sería posible la frontera entre ficción y realidad sino, que, la ficción estaría comunicando algo de esa realidad (Jauss, 1980).

Este trabajo tiene como premisa observar ejemplos del intrincado paisaje que construyó Cervantes (2004) en Don Quijote de la Mancha a partir de algunos elementos del ámbito rural y natural presentes en dicha obra. Dichos elementos seleccionados permitirían pensar en las relaciones existentes entre el mundo real, el mundo ficcional y las significaciones resultantes en los lectores.

Mundo real y mundo ficcional

 Muchos autores hicieron referencia a un tipo de descripción narrativa tendiente a crear un espacio ficcional que permita una ilusión de realidad (Paz Gago, 1995). Las imágenes creadas por Cervantes para describir los lugares que fueron escenarios de las múltiples aventuras de Don Quijote atrajeron infinidad de viajeros a la región real de La Mancha. Testimonios recopilados de estos entusiastas seguidores mencionan que la primera impresión que reciben del paisaje es de una árida monotonía y desierta desnudez como únicos atributos de su inconmensurable llanura (Pillet Capdepont, 2002). Sin embargo, para algunos autores, las aventuras de Don Quijote pueden situarse en regiones reconocibles por los habitantes de La Mancha del siglo XVI (Carreras, 1988). Las descripciones geográficas de Cervantes retratan paisajes coloridos y diversificados. Este autor no ahorra en mencionar detalles menores y sin funcionalidad aparente pero que confluyen en la creación de un espacio tan importante como la acción que se desarrolla. La abundancia de fragmentos descriptivos estaría cumpliendo la premisa de representar un mundo realista que sustente la verosimilitud de la historia (Paz Gago, 1995).  

La Mancha que conocieron quienes la habitaron a finales del siglo XVI era un espacio socio geográfico en expansión. Dicho ámbito, había experimentado un fuerte crecimiento demográfico durante todo ese siglo, hasta la época en que vivió Cervantes. Este siglo de expansión social y prosperidad económica  activó un proceso de ocupación regional a partir de la llegada de inmigrantes procedentes de toda la península. El poblamiento masivo tuvo su correlato en el interés de la oligarquía agraria por incrementar sus beneficios y conseguir nuevas rentas. La acentuada diferenciación de los estamentos sociales, la concentración económica y la posesión de los medios más rentables del sistema productivo por parte del sector más enriquecido de la sociedad caracterizaron la época (Arroyo Ilera, 1993, Carreras, 1988, Panadero Moya, 2004).

En síntesis, para 1575 el paisaje agrario de La Mancha lo integraba una agricultura de cereales y viñedos acompañada por la cría de ganado vacuno, caballar y ovino[1] (Carreras, 1988). En la aventura de los rebaños de ovejas, Cervantes (2004) relata cómo dos manadas desprevenidas que avanzaban por la llanura fueron abordadas por su protagonista. Don Quijote situado sobre una pequeña lomada contempla el avance de dos ejércitos contendientes y se apresura a combatir. De esta manera, una gran batalla es pensada a partir de un elemento económico usual en La Mancha.

Las maquinarias esenciales para el desarrollo productivo de su época en esta región, también protagonizaron algunas de las aventuras pensadas por Cervantes (2004).  Uno de los grandes focos de molturación de La Mancha anterior a la revolución industrial, se encontraba en torno a siete grandes molinos de rueda vertical que movían varias piedras de moler.  Dichos molinos constituyeron la principal fuente de energía de la región y también abastecieron las necesidades básicas de la población rural de ese tiempo. Estos artefactos estaban en manos de los estamentos privilegiados que monopolizaron su usufructo (Arroyo Ilera, 1993, Panadero Moya, 2004). Los molinos de viento en el siglo XVI fueron una novedad en esta zona (Azorín, 1938). Las instalaciones de estos artefactos puede ser que atrajera la atención del autor para hacerlas aparecer en su obra con un papel destacado (Panadero Moya, 2004). En este sentido, sería muy verosímil que Don Quijote confundiera semejantes aparatos con gigantes[2].

La venta es el otro elemento de la arquitectura rural que posee una presencia destacada en el paisaje creado por Cervantes. Dos de ellas tienen un papel especial, la que sirvió para la investidura como caballero a Don Quijote y la que fue escenario de múltiples aventuras y desventuras de sus protagonistas[3]. En la primera se cuenta cómo eran sus dependencias externas y la segunda venta es el local en donde es manteado Sancho Panza.  De esta última se dice que era bastante pequeña y también se presentan datos de su ubicación geográfica que aportan verosimilitud al relato. Todas estas descripciones, en distintos momentos del episodio permiten suponer al lector las disposiciones del interior de una venta y mostrar diversos elementos del conjunto edificado[4].  Además, a través de situaciones cotidianas es posible conocer la finalidad de una venta y quiénes se hospedaban allí (Panadero Moya, 2004). Algunas referencias indican que estas ventas en particular no pudieron ser localizadas de acuerdo a las indicaciones que se detallan en la obra, y, que, por lo tanto no habrían existido (Azorín, 1938).  Sin embargo, su mención en la historia permite vislumbrar el posible entramado de relaciones sociales de la época. Posibilita al lector imaginar cómo pudo ser la cotidianeidad de los sectores trabajadores rurales reunidos en un sitio de paso rumbo a sus quehaceres (Arroyo Ilera, 1993, Carreras, 1988).

Si bien, las referencias correspondientes al ámbito rural son muchas, también lo son aquellas que describen espacios naturales. Don Quijote y Sancho Panza, en cada aventura, transitaron  muchos caminos relativamente distantes entre ellos. Estos caminos permitirían reconocer diferentes paisajes que integran la mencionada zona y forman parte del escenario de la historia (Arroyo Ilera, 1993, Carreras, 1988, Panadero Moya, 2004).  En la descripción de estos espacios naturales, el narrador se preocupa de precisar los diferentes tipos de árboles y arbustos característicos de la vegetación de esta zona[5]. Realiza lo mismo con la descripción de las especies más frecuentes que componen la fauna, explotando al máximo todos los recursos que aporten verosimilitud a la historia (Panadero Moya, 2004, Paz Gago, 1995). Además, las abundantes descripciones de estos sitios realizadas por Cervantes señalarían los límites entre una aventura y otra diferenciando dos núcleos narrativos (Paz Gago, 1995).

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