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Papelucho Detective


Enviado por   •  21 de Junio de 2014  •  2.551 Palabras (11 Páginas)  •  592 Visitas

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© 1974, MARCELA PAZ Inscripción N" 43.371. Santiago de Chile Derechos de ediciónreservados para todos los países por © Editorial Universitaria, S.A. María Luisa Santander 0447. Fax: 56-2-2099455 Santiago de Chile Ninguna parte de este libro, incluido el diseño de la portada, puedeser reproducida, transmitida o almacenada, sea por procedimientosmecánicos, ópticos, químicos o electrónicos, incluidas las fotocopias, sinpermiso escrito del editor. ISBN956-11-0354-K Código interno: 006201-3 Texto compuesto con matrices Photon Perpetua 12/14 Se terminó de imprimir esta CUADRAGÉSIMA OCTAVA EDICIÓN en lostalleres de Editorial Universitaria San Francisco 454. Santiago de Chile En el mes de agosto de 1994, Cubierta e ilustraciones de Marcela Claro de Ruiz Tagle. Primera edición: 1957. Cuadragésima séptima edición: abril de 1994. DECLARADO TEXTO AUXILIAR DE LA ENSEÑANZA Según Decreto Nº 1.170, Del 18 de noviembre de 1974, del Ministeriode Educación. IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE

Otros títulos de esta Colección:PAPELUCHOPAPELUCHO CASI HUÉRFANOPAPELUCHO DETECTIVEPAPELUCHO EN LA CLÍNICAPAPELUCHO PERDIDOPAPELUCHO: MI HERMANA JIPAPELUCHO MISIONEROPAPELUCHO Y EL MARCIANOPAPELUCHO: MI HERMANO HIPPIEPAPELUCHO EN VACACIONESPAPELUCHO: ¿SOY DIX LESO?

Querida mamá: 1º.- No estoy perdido así que no se ponga nerviosa. 2º.- Tampoco se enoje porque lo que pasó pura fatalidad. 3º.- Si tiene quinientos pesos puede venir buscarme a la policía de Renca. Si no los tiene véndale mi rifle al lechero, que lo quiere comprar. 4°.-Yo estoy tranquilamente detenido, pero no preso. Y le voy a explicar lo que pasó porque a usted le habría pasado lomismo. También pienso que si usted estuviera detenida, su mamá la iría abuscar, aunque le costara quinientos pesos. Usted dice que la media suelade un zapato vale quinientos pesos, así que no es mucha plata. El sargento Neri, que es amigo de la Domi, me prestó papel y lápiz paraque le escriba a usted y él mismo le va a llevar la carta esta noche. Hay bastante gente en este calabozo así que no da miedo. Todos estándurmiendo y roncando menos yo. Hay un ratón sin cola que le come el panduro al Chirigüe, y aunque lo tiene en el bolsillo ni lo siente. A lo mejor usted ni se acuerda quién es el Chingue. Las cosas pasaron así: Esta mañana, cuando usted salió, yo me fui a la puerta a esperarlaporque le iba a pedir permiso para algo que no me acuerdo. Y cuando la estabaesperando pasó por ahí el Chingue y nos pusimos a conversar. ¿Se acuerda deese amigo mío que vivía en el fundo de la tía Rosarito? Ahora vive enSantiago, porque estaba durmiendo en un tren y cuando despertó, el trenestaba en Santiago. Y resulta que él se había encontrado en la calle una cositade oro pero no sabíamos ni para qué servía. Pero tal vez valía como un millónde pesos. Y yo le dije que si la vendía, él se podía comprar una motoneta,pero él me dijo que si la llevaba a vender lo tomaban preso porque iban apensar que se la había robado. Y yo le dije que él era un pesimista y él medijo que no entendía lo que era eso, pero que él sabía muchas cosas que yo nosabía. Y así nos fuimos discutiendo y discutiendo y de repente llegó su micro yél se subió. Y yo también me senté en el parachoques porque lo queríaconvencer. Pero era tanta la bulla y el humo del motor que no había caso. Yni nos dimos cuenta cuando llegamos a la población y nos bajamos. Entonces él me vendió la cosita de oro en cincuenta pesos y yo me la eché

al bolsillo para regalársela a usted y le di mis cincuenta pesos. Y nos fuimos aun almacén y comimos unas galletas blandas como género y un pedazo dejamón color café y seco. —Quiero ver tu casa -le dije al Chirigüe. —Es un rancho por allá... —y me apuntó con la pera un montón decastichas hechas de palos, cartones, latas y sacos. La cuestión es que lo convencí de que me la mostrara y fuimos a verla. La población era como una cancha de fútbol, pero sin cancha y no tieneningún peligro. Son toda gente conocida. Y hay que caminar miles dekilómetros al sol y pasar un zanjón lleno de cáscaras de sandía. El Chirigüeme contó que ahí se ahogó una guagua y también siete mujeres de amor.Hay un árbol viejo sin ninguna rama porque se usan de leña y hay un basuralinmenso que sirve para encontrar cosas perdidas y juntar latas, papeles,trapos que se venden, etc. Y lo que no sirve se vende como tierra de hoja. Asíque no importa que sea un poco fétido porque es como una verdadera mina. Pero lo que pasó fue bastante terrible y casi no sé cómo empezar acontárselo. Cuando íbamos caminando a la casa del Chirigüe, había un tremendoboche en la puerta de un rancho y un hombre le pegaba a otro y una mujergritaba como una verdadera radio. A nadie le importaba mucho porque pareceque en esta población la gente discute así. Lo único malo era la mujer quegritaba, pero como nadie le hacía caso, la mujer se calló. Resulta que el queganó la discusión se fue y el que perdió quedó tendido en el suelo con su

sangre. Yo le dije al Chirigüe: —A lo peor está muerto... Pero él se rió. —Está borracho, como todos los días —contestó. Yo no me convencí yme acerqué a él. —Oiga —le dije al hombre—. ¿Quiere una aspirina? Pero él me miró con ojos de rinoceronte y escupió sangre. Yo sabía queescupir sangre es lo más grave que hay. Después revolvió los ojos y los dejóarriba y yo me aseguré de su muerte. Me fui donde el Chirigüe que estaba jugando con otros cabros, pero nopodía pensar más que en el muerto. Yo sentía que era mi obligaciónayudarlo, pero ahora pienso que tal vez era una tentación del demonio.Porque todo lo que pasó fue por culpa de eso. —Oye, Chirigüe —le dije—, si ese hombre no está muerto, estáagonizando. Resulta que otro chiquillo se interesó y nos fuimos los ocho a verlo. Y lehicimos cosquillas y le tiramos el pelo y no pestañeó. Entonces nosconvencimos de su muerte. —Hay que esconderlo —dijo el Rubio, que era el más grande—. Porquesi no va a haber rosca... Así que lo pescamos entre los ocho y lo llevamos al basural y lo dejamosbien tapadito con basura. Estaba completamente muerto porque nichistó. Y lo más raro es que a nadie le importó nada que lo enterráramossin coronas. Ni preguntaron por él. Sólo que en ese momento al Chirigüe lollamó su tía y entramos al rancho. Ella le dio un coscacho en la cabeza y loinsultó. —Pelusa... que te llevai palomillando en vez de hacer lo que te mandan-le dijo. —Pero si jui onde me dijo —alegó el Chirigüe. — ¿Y cuál es que lo trajiste? —Pero si no estaba el julaho... — ¿Y quién te manda a ponerte a jugar con este pijecito? —Pero si apenita llegué no má... — ¿Trajiste algo pal desayuno? El Chirigüe se dio la vuelta los bolsillos rotos y se rascó un pie con elotro. La tía le dio otro coscacho y empezó a hablar de que no tenía

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