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Pelicula La Guerra De Las Galaxias


Enviado por   •  8 de Octubre de 2013  •  Tutorial  •  10.105 Palabras (41 Páginas)  •  334 Visitas

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LA GUERRA

DE LAS

GALAXIAS

GEORGE LUCAS

Título del original, Star Wars

Traducción, Iris Menéndez

Edición no abreviada

© by Star Wars

Corporation, 1976

PRÓLOGO

Otra galaxia, otra época.

La Antigua República era la República legendaria,

más grandiosa que la distancia y el tiempo. No era

necesario decir dónde estaba ni de dónde venía, sino

saber tan sólo que... era la República.

Antaño, bajo el sabio gobierno del Senado y la

protección de los caballeros de Jedi, la República

prosperó y floreció. Pero, como ocurre con frecuencia

cuando la riqueza y el poder superan lo admirable y

alcanzan lo imponente, aparecieron seres perversos

llenos de codicia.

Aquello ocurrió durante el apogeo de la República.

Al igual que los árboles de gran tamaño, capaces de

soportar cualquier ataque externo, la República se pu-

drió en su interior, a pesar de que el peligro no era

visible desde fuera.

Persuadido y ayudado por individuos turbulentos

y ansiosos de poder, y por los impresionantes órganos

de comercio, el ambicioso senador Palpatine se hizo

elegir presidente de la República. Prometió reconci-

liarse con los descontentos del pueblo y restaurar las

añoradas glorias de la República.

En cuanto tuvo asegurado el cargo, se declaró Em-

perador y se apartó de la plebe. Poco tiempo después,

los mismos colaboradores y aduladores a los que ha-

bía investido de los títulos más eminentes, le tenían

bajo control; las peticiones de justicia que lanzaba

el pueblo no llegaban a sus oídos.

Después de acabar mediante la traición y el enga-

ño con los caballeros de Jedi — paladines de la jus-

ticia en la galaxia —, los gobernadores y los burócra-

tas imperiales se dispusieron a establecer el reinado

del terror en los desalentados mundos de la galaxia.

En beneficio de sus ambiciones personales, muchos

utilizaron las fuerzas imperiales y el prestigio del Em-

perador, cada vez más aislado.

Pero unos pocos sistemas se rebelaron ante estos

nuevos ultrajes. Se declararon opuestos al Nuevo Or-

den y emprendieron la gran batalla para restaurar la

Antigua República.

Desde un principio, los sistemas esclavizados por

el Emperador los superaron ampliamente en número.

En aquellos primeros y oscuros días parecía induda-

ble que la brillante llama de la resistencia se extingui-

ría antes de arrojar la luz de la nueva verdad en una

galaxia de pueblos oprimidos y vencidos...

De la primera saga

Journal of the Whilts

«Estaban en el lugar equivocado, en el momento

inoportuno. Naturalmente, se convirtieron en héroes.»

Leia Organa de Alderaan, senadora

I

Se trataba de un enorme globo brillante que arro-

jaba al espacio una centellante luz de topacio, pero

no era un sol. Así, durante largo tiempo, el planeta

había engañado a los hombres. Sólo cuando entraron

en la órbita cercana, sus descubridores comprendie-

ron que era un mundo de un sistema binario y no un

tercer sol propiamente dicho.

Al principio daba la impresión de que nada podía

existir en semejante planeta, y menos aún seres huma-

nos. Pero las imponentes estrellas Gl y G2 trazaban

su órbita en un centro común con extraña regularidad

y Tatooine las rodeaba a suficiente distancia para per-

mitir el desarrollo de un clima bastante estable y ex-

quisitamente cálido. La mayor parte de este mundo

era un desierto seco, cuyo excepcional resplandor ama-

rillo, como de estrella, era consecuencia de la doble

luz solar que llegaba a las arenas y los llanos ricos en

sodio. Esa misma luz solar brilló súbitamente en la

delgada piel de una forma metálica que caía desen-

frenadamente hacia la atmósfera.

El curso errático que seguía el crucero galáctico

era intencional, no el fruto de un daño sino de un de-

seo desesperado de evitarlo. Prolongados rayos de in-

tensa energía pasaban junto a su casco: una tormen-

ta multicolor de destrucción, como un banco de iri-

sadas rémoras que intentaban adherirse a un huésped

mayor y mal dispuesto.

Uno. de esos rayos de sondeo logró alcanzar a la

nave en fuga y dio en su aleta solar principal. Frag-

mentos de metal y- de plástico, semejantes a gemas,

estallaron en el espacio a medida que el extremo de

la aleta se desintegraba. La embarcación pareció estre-

mecerse.

Súbitamente apareció el origen de esos rayos ener-

géticos múltiples: un pesado crucero imperial, cuyo

imponente contorno se erizaba como un cactus con

docenas de emplazamientos para armas pesadas. La

luz dejó de emanar de esas púas a medida que el cru-

cero se acercaba. Era posible observar estallidos in-

termitentes y relámpagos de luz en las partes de la

nave menor que habían recibido los impactos. En el

frío absoluto del espacio, el crucero se arrimó a su

presa herida.

Otra explosión distante sacudió la nave, pero, para

Artoo Detoo y See Threepio, todo ocurrió muy cerca.

La conmoción los hizo rebotar por el estrecho pasillo

como los cojinetes de un motor viejo.

Por sus figuras cabía suponer que Threepio —la

máquina alta y de aspecto humano — era el jefe y que

Artoo Detoo — el robot achaparrado y trípedo — era

un subordinado. En realidad eran iguales en todo, sal-

vo en locuacidad, aunque Threepio habría gesticulado

desdeñosamente ante semejante sugerencia. En tal

sentido, Threepio era, evidente y necesariamente, su-

perior.

Otra explosión sacudió el pasillo y Threepio per-

dió el equilibrio. Su compañero de menor estatura no

lo pasaba tan mal en esos momentos, gracias al bajo

centro de gravedad de su cuerpo achaparrado y cilín-

drico, bien equilibrado en las patas gruesas y provis-

tas de garras.

Artoo miró a Threepio, que se erguía junto a la pa-

red del pasillo.

...

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