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Política Aristóteles


Enviado por   •  6 de Marzo de 2013  •  13.453 Palabras (54 Páginas)  •  994 Visitas

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Todo Estado es, una asociación, y toda aso¬ciación no se forma sino en vista de algún bien, puesto que los hombres, cualesquiera que ellos sean, nunca hacen nada sino en vista de lo que les parece ser bueno. Todas las asociaciones tienden a un bien de cierta especie, y que el más importante de todos los bienes debe ser el objeto de la más importante de las asociaciones, de aquella que encierra todas las demás, y a la cual se llama precisamente Estado y asociación política.

La naturaleza, teniendo en cuenta la necesidad de la conserva¬ción, ha creado a unos seres para mandar y a otros para obede¬cer. Ha querido que el ser dotado de razón y de previsión mande como dueño, así como también que el ser capaz por sus faculta¬des corporales de ejecutar las órdenes, obedezca como esclavo, y de esta suerte el interés del señor y el del esclavo se confunden.

La naturaleza ha fijado, por consiguiente, la condición espe¬cial de la mujer y la del esclavo. En la naturaleza un ser no tiene más que un solo destino, porque los instrumentos son más perfectos cuando sirven, no para muchos usos, sino para uno solo. Entre los bárbaros, la mujer y el esclavo están en una misma línea, y la razón es muy clara; la naturaleza no ha crea¬do entre ellos un ser destinado a mandar, y realmente no cabe entre los mismos otra unión que la de esclavo con esclava.

La primera asociación de muchas familias, pero formada en virtud de relaciones que no son cotidianas, es el pueblo, que jus¬tamente puede llamarse colonia natural de la familia, porque los individuos que componen el pueblo, como dicen algunos auto¬res, «han mamado la leche de la familia», son sus hijos, «los hijos de sus hijos». Si los primeros Estados se han visto someti¬dos a reyes, y si las grandes naciones lo están aún hoy, es por¬que tales Estados se formaron con elementos habituados a la autoridad real, puesto que en la familia el de más edad es el ver¬dadero rey, y las colonias de la familia han seguido filialmente el ejemplo que se les había dado.

La asociación de muchos pueblos forma un Estado comple¬to, que llega, si puede decirse así, a bastarse absolutamente a sí mismo, teniendo por origen las necesidades de la vida, y de-biendo su subsistencia al hecho de ser éstas satisfechas.

Así el Estado procede siempre de la naturaleza, lo mismo que las primeras asociaciones, cuyo fin último es aquél; porque la naturaleza de una cosa es precisamente su fin, y lo que es cada uno de los seres cuando ha alcanzado su completo desenvolvi¬miento se dice que es su naturaleza propia, ya se trate de un hom¬bre, de un caballo o de una familia. Puede añadirse que este des¬tino y este fin de los seres es para los mismos el primero de los bienes, y bastarse a sí mismos es, a la vez, un fin y una felici¬dad. De donde se concluye evidentemente que el Estado es un hecho natural, que el hombre es un ser naturalmente sociable, y que el que vive fuera de la sociedad por organización y no por efecto del azar es, ciertamente, o un ser degradado, o un ser su¬perior a la especie humana.

No puede ponerse en duda que el Estado está naturalmente sobre la familia y sobre cada individuo, porque el todo es nece¬sariamente superior a la parte, puesto que una vez destruido el todo, ya no hay partes, no hay pies, no hay manos, a no ser que por una pura analogía de palabras se diga una mano de piedra, porque la mano separada del cuerpo no es ya una mano real. Las cosas se definen en general por los actos que realizan y pue¬den realizar, y tan pronto como cesa su aptitud anterior no puede decirse ya que sean las mismas; lo único que hay es que están comprendidas bajo un mismo nombre. Lo que prueba claramente la necesidad natural del Estado y su superioridad sobre el indi¬viduo es que, si no se admitiera, resultaría que puede el indivi¬duo entonces bastarse a sí mismo aislado así del todo como del resto de las partes; pero aquel que no puede vivir en sociedad y que en medio de su independencia no tiene necesidades, no puede ser nunca miembro del Estado; es un bruto o un dios.

La naturaleza arrastra, pues, instintivamente a todos los hom¬bres a la asociación política. El primero que la instituyó hizo un inmenso servicio, porque el hombre, que cuando ha alcan-zado toda la perfección posible es el primero de los animales, es el último cuando vive sin leyes y sin justicia. En efecto, nada hay más monstruoso que la injusticia armada. El hombre ha re¬cibido de la naturaleza las armas de la sabiduría y de la virtud, que debe emplear sobre todo para combatir las malas pasiones. Sin la virtud es el ser más perverso y más feroz, porque sólo tiene los arrebatos brutales del amor y del hambre. La justicia es una necesidad social, porque el derecho es la regla de vida para la asociación política, y la decisión de lo justo es lo que constituye el derecho.

Los elementos de la econo¬mía doméstica son precisamente los de la familia misma, que, para ser completa, debe comprender esclavos y hombres libres. Pero como para darse razón de las cosas es preciso ante todo someter a examen las partes más sencillas de las mismas, siendo las partes primitivas y simples de la familia el señor y el esclavo, el esposo y la mujer, el padre y los hijos, deberán estudiarse se¬paradamente estos tres órdenes de individuos para ver lo que es cada uno de ellos y lo que debe ser.

Tenemos primero la auto¬ridad del señor, después la autoridad conyugal, ya que la len¬gua griega no tiene palabra particular para expresar esta rela¬ción del hombre a la mujer; y, en fin, la generación de los hijos, idea para la que tampoco hay una palabra especial. A estos tres elementos, que acabamos de enumerar, podría añadirse un cuar¬to, que ciertos autores confunden con la administración domés¬tica, y que, según otros, es cuando menos un ramo muy impor¬tante de ella: la llamada adquisición de la propiedad.

Es preciso ver ahora si hay hombres que sean tales por natu¬raleza o si no existen, y si, sea de esto lo que quiera, es justo y útil el ser esclavo, o bien si toda esclavitud es un hecho con-trario a la naturaleza. La razón y los hechos pueden resolver fá¬cilmente estas cuestiones. La autoridad y la obediencia no son sólo cosas necesarias, sino que son eminentemente útiles. Algu¬nos seres, desde el momento en que nacen, están destinados, unos a obedecer, otros a mandar; aunque en grados muy diversos en ambos casos.

La autoridad se enaltece y se mejora tanto cuanto lo hacen los seres que la ejercen o a quienes ella rige. La autori¬dad vale más en los hombres que en los animales, porque la per-fección de la obra está siempre en razón directa de la perfección de los obreros, y una obra se realiza dondequiera que se hallan la

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