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Regreso Al Acqueronte De Héctor Galmes: La Intertextualidad Con La Literatura Clásica.


Enviado por   •  24 de Mayo de 2013  •  2.635 Palabras (11 Páginas)  •  2.029 Visitas

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LA INTERTEXTUALIDAD CON LA LITERATURA CLÁSISA EN REGRESO AL AQUERONTE DE HÉCTOR GALMÉS.

SARA LEONI.

TÍTULO: El título del cuento, nos introduce, desde ya, en el mundo de la mitología griega. El rió Aqueronte, en dicha mitología, forma parte del hades griego o mundo de los muertos, y aparece siempre asociado a la figura de Caronte, el barquero infernal, que traslada las almas al inframundo.

La poesía épica griega, más tarde, retomará la tradición mitológica. En La Odisea aparece una descripción del mundo subterráneo de los Infiernos en que se menciona el río Aqueronte, al lado del Pirifiegetonte y el Cocito. El Aqueronte es el río que han de atravesar las almas para llegar al reino de los muertos. Un barquero, Caronte, se encarga de trasladarlos de una a otra orilla. Es un río casi estancado con márgenes fangosas.

Pero no sólo asociamos el Aqueronte con la mitología y la literatura griega y latina clásica, sino que también, y sobre todo en este cuento, asociamos el Aqueronte con el Infierno dantesco, específicamente el Canto III de La Divina Comedia.

Regresar al Aqueronte es regresar al clásico río del inframundo, pero regresar para quedarse allí.

Por lo tanto, este cuento de Galmés, “dialoga”, como dice M.Bajtín, con varios textos, que a su vez dialogan entre sí: la obra del poeta medieval retoma los clásicos griegos y latinos, que a su vez retoman la mitología griega.

Debemos tener en cuenta el epígrafe del cuento en el cual se cita un fragmento del Diálogo de los Muertos de Luciano en el cual interviene Caronte haciendo referencia a su barquichuela. Encontramos, por ende, un caso de intertextualidad explícita.

Volviendo al título, si tenemos en cuenta todo lo que implica el nombre del río, podemos adelantar que Regreso al Aqueronte implicaría, de alguna manera o en parte, volver, regresar al mismo motivo poético recorrido por los textos clásicos pero ahora reelaborando el sentido desde otro paradigma político, histórico, social, religioso, etc.

Análisis.

El texto de Galmés dialoga de forma directa y casi explícita con La Divina Comedia de Dante; es muy difícil entender el cuento si no se tiene conocimiento del Poema de Dante, al cual se apela, constantemente, en el texto de Galmés.

Para realizar el análisis, acudiremos al Dante personaje de La Divina Comedia y lo compararemos con el poeta de Regreso al Aqueronte: en qué se asemejan, en qué medida el autor continua con la tradición clásica y en que forma se aleja de ella, innova o se produce un cambio de códigos y valores provocado por un paradigma distinto; también tendremos en cuenta otros elementos en común entre los textos.

Estructura Interna.

Para realizar un análisis mas ordenado del texto, podemos dividir el cuento en distintos momentos:

1. Visión del Aqueronte desde lo alto de las dunas y descripción del panorama.

2. Relato del cruce del río del poeta en forma retrospectiva (analepsis).

3. Llegada a la playa. Búsqueda de la Amada en el desierto, desilusión, vuelta al río por segunda vez (continúa la narración retrospectiva).

4. Se retoma la visión del Aqueronte del primer momento. Visión de las viejas barcas y de la moderna embarcación de vapor. Diálogo del poeta con el romanista alemán. Visión del nombre Bellatrix en la embarcación.

5. Amistad del poeta y el barquero: relato del barquero del cruce de la Amada, pedido del poeta de que no la mencione para que vuelva a aparecer, nuevo relato del barquero sin mencionar a la Amada.

Análisis del momento I.

El relato esta narrado en tercera persona a cargo de un narrador externo y omnisciente.

En el primer momento el poeta, al cual identificamos con Dante (tanto el personaje de La Divina Comedia como con su imagen de famoso poeta medieval), por las alusiones que se hacen de él más adelante, observa, desde lo alto de las dunas, y por segunda vez, el río Aqueronte. La geografía del mundo de los muertos, no ya infierno, ni cielo, ni purgatorio, sino simple y llanamente mundo de los muertos sin castigo ni purgación ni redención, es un gran desierto indefinido, en el cual sólo existe el desierto y el río.

A través de la mirada del personaje, del que aún no se ha dado ningún dato, el narrador describe el aspecto del río: “…recién entonces reparó en el color violáceo (…) Le pareció un vino derramado y triste (…) El viento rizaba apenas la superficie. Linfa espesa, río muerto, casi pantano. Sino fuera por los maderos que se movían pesadamente hacia la curva pronunciada en la que el río desaparecía tras las dunas, se diría que no tenía corriente.”. El aspecto del río no difiere mucho a como el río es presentado en la literatura clásica. Virgilio en La Divina Comedia también califica al río de triste: “- Te lo diré cuando pongamos nuestros pies sobre la triste orilla del Aqueronte” (D.C. Canto III). El personaje ve al río por segunda vez, por lo que inferimos que ya estuvo en ese lugar anteriormente; dato que podemos relacionar con el título.

A diferencia de Dante personaje, que siente profunda tristeza y piedad por las almas que atraviesan el río, a la vez que curiosidad por saber de quién se trata, al poeta de nuestro cuento “no le produjo ni pena ni alegría; tampoco sintió demasiada curiosidad por averiguar quiénes eran aquellos que se agolpaban en la otra orilla a la espera de la barca”. En el Canto III de La Divina Comedia se describen las almas que son trasladadas y que se agolpan en números incontables, de igual manera sucede en el cuento de Galmés: “Abundan los rostros ensangrentados y cubiertos de vendajes, los cuerpos mutilados. Algunos estaban completamente desnudos, otros, envueltos por largas capas (…) Todos parecen tener la misma cara, la misma voz, el mismo color terroso.” En el inframundo de Galmés las personas quedan todas igualadas, equiparadas la unas a las otras, no hay posibilidad de distinguir a nadie, porque la visión no lo permite; una miopía se impone a los moradores de ese lugar como regla estricta. En este sentido, el inframundo de Galmés, tiene sus reglas al igual que los reinos dantescos. Las almas que cruzan con el poeta en la barca, no parecen ser seleccionadas por algún criterio de clasificación moral o religioso, sino que todas se dirigen al mismo lugar vacío y monótono que es el desierto donde no hay ni méritos ni castigos: “El cruce lo había hecho en compañía de un leproso, una monja, una madre muy joven con su hijo recién nacido, dos prostitutas, un sastre de París, un sodomita calcinado, un barquero de Granada,

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