Relaciones Internacionales Disparo a la verdad
Enviado por JessyCastillo_G • 20 de Octubre de 2017 • Ensayo • 1.705 Palabras (7 Páginas) • 169 Visitas
Relaciones Internacionales
Castillo Gallaga Jessica
28 de marzo del 2017
Disparo a la verdad
Curioso el año en que nació Fabrizio Mejía Madrid: 1968, año en el que la historia de México sufre un impacto que va a cambiar el rumbo del país, pero que recibe a un narrador y vocero auténtico de la historia crítica. Sus obras se destacan por poner a la luz la crueldad y ambición del gobierno y otros personajes en obras como lo son: Nación TV. La novela de televisa, Un hombre de confianza, El rencor, Salida de emergencia, y, por supuesto, Disparos en la oscuridad.
Fabrizio curso la carrera de Estudios Latinoamericanos en la UNAM; ha colaborado en periódicos como La Jornada, Gatopardo, Proceso, entre otros; en 2004 ganó el Premio de Narrativa Antonin Artaud. Es un narrador que nos conecta con el pasado de México, en donde narra los acontecimientos más importantes que configuraron el México de hoy.
La obra es publicada el 7 de marzo del 2012. Narra la vida de uno los presidentes de México que dio paso a uno de los episodios más crudos y que, por su impacto, marcaría un antes y un después en México. La novela comienza en un ambiente en el que la Revolución mexicana comienza a mostrar sus efectos en todo el país, y Gustavo sería uno de tantos que se verían afectados por los cambios que trajo consigo este movimiento.
Gustavo Díaz Ordaz concluye su presidencia en México, lo que pasó en el año de 1968 en Tlatelolco empieza a resultar un problema, casi como su cáncer de colon, se presenta como un peso que no lo deja avanzar, es un dolor y pesadumbre que, aunque trate de ignorarlo, se aumenta a casa segundo. Es 1977 y Díaz Ordaz trata de sobrellevar su vida, sin embargo, aunque él lo niegue y aparente estar bien, sus días en la política, como un líder, como padre y como ser humano, están llegando a su fin.
Durante su breve estancia en España y en su llegada a México, Gustavito narra para sí, como línea del tiempo, toda su vida: desde su primer pueblo natal, Oaxaca, mudándose a Puebla, y finalmente asentándose en la Ciudad de México, lugar en el que tendría la posibilidad de saciar su venganza ante aquellos que, bajo las ideas revolucionarias, despojaron a él y a su familia de su hogar.
¿Cómo fue la vida de Ordaz, qué lo motivó a realizar tan crueles y deshumanas acciones en contra de los mexicanos que sólo pedían justicia?, ¿qué valores absorbió durante su estancia en la política y qué de qué otros despojo?, ¿cuáles hechos estaba dispuesto hacer INEXISTENTES, para alcanzar su objetivo? Estas son preguntas que se va conociendo conforme el presidente, desahuciado y moribundo, recuerda su pasado.
El terremoto que acontece en Oaxaca despoja a Gustavo y a su familia al Estado de Puebla, en donde conoce al que sería su mentor y que constituiría el escalón que lo llevaría al comienzo de su vida en la política: Maximino Ávila Camacho. Lo que más deseaba Díaz Ordaz era vengarse de aquellos que lo habían humillado, hacer real los sueños que tenía dentro de los túneles del colegio; no descansaría hasta obtener el poder, enaltecer su nombre y castigar a aquellos que se oponían a sus ideas.
Maximino no sólo le facilitó su vida en la política, sino que también le enseño cómo se debía ser política, una política efectiva. Díaz Ordaz sintió una pequeña punzada de poder cada vez que sellaba las hojas a máquina que terminarían con la vida de algún “desobediente de la ley”; su adicción al poder sería cada vez mayor.
El Gustavo que se encontraba en su sala, viendo las pinturas de Monet y Van Gogh, tenía el mismo deseo de hace cuarenta años: quería tener el poder de dar órdenes de nuevo, que le aplaudieran sus discursos, ser reconocido, elogiado y respetado por todos. Se había convertido en un presidente más, las luces habían dejado de apuntar a él, sus llamados amigos durante su presidencia se esfumaron en cuanto dejo el cargo, el pueblo se había pronunciado en su contra cuando, de su propia voz, había ordenado que la Plaza de las Tres Culturas se cubriera de sangre mezclada: estudiantes, doctores, trabajadores, profesores, madres, niños; mexicanos.
Ahora sólo era un cuerpo con cáncer que caminaba por toda la casa, su enfermedad le había quitado el control sobre sí mismo. Recordaba a su fallecida esposa e imaginaba verla, sin embargo, al voltear al lado de la cama donde ella dormía, sólo yacía la soledad que él había construido. Ni un retrato decoraba su casa, se sentía nervioso ante ellos pues creía que lo observaban, así que su única compañía eran loa paisajes que colgaba en manera de rompecabezas en las paredes.
Así pasa los días, sólo con su cáncer y una máquina de escribir tratando de justificar lo acontecido en el año de 1968; desea que en algún momento del día alguno de sus hijos llame para saber sobre su padre, aquel que los engendró y les educó, sin embargo, las llamadas son sólo de periodistas que siguen bombardeándolo con preguntas sobre la matanza. La única que nota la presencia de Gustavo es la sirvienta, que sólo está ahí por necesidad, pues no piensa diferente a todos los demás mexicanos: “él es un asesino”.
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