Reseña Dejen todo en mis Manos Levrero

El brillo lejano de las alas de Levrero

Es imposible ignorar que Mario Levrero es fanático de las novelas policiales de Raymond Chandler luego de haber leído Dejen todo en mis manos. El que conoce al autor probablemente ya lo sepa, y el que no lo conoce y por primera vez lee un texto de su autoría, lo habrá descubierto al terminar de leer esta novela. El libro es sin dudas un culto al escritor norteamericano.

“Lo sentí mucho. Evidentemente yo le había caído muy bien, y ella era realmente un buen pedazo de mujer. (…) Adiós, muñeca”. El extracto de Dejen todo en mis manos refleja el permanente e inevitable guiño hacia la obra de Chandler. Adiós, muñeca es el nombre de una de sus mejores novelas.

Dejen todo en mis manos tiene la esencia del típico policial negro con Philip Marlowe a la cabeza (no aparece precisamente él pero el protagonista bien podría serlo por su gran cantidad de parecidos). Pero con algunas particularidades: aquí no se desarrolla la tradicional historia del polícia a la caza del delincuente. El único y verdadero intrincado ocurre en los laberintos de la mente del protagonista, un escritor fracasado que termina por aceptar un trabajo que poco tiene que ver con su actividad como literato: encontrar al autor de una novela magnífica que llegó a la editorial de un amigo, pero aparentemente firmada con pseudónimo.

La exageración y la ironía tan características de Levrero logran crear en el lector sensaciones que lo sitúan maravillosamente en la ciudad perdida donde transcurre todo. Es allí donde el personaje tiene que encontrar al autor de la obra maestra, y donde se termina “enamorando” de una prostituta, otro claro guiño hacia la obra de Chandler. Las descripciones de la muchacha no pueden ser más comparables con las que hacía Marlowe sobre sus amantes, así como también sus vicios y sus carencias que aparecen permanentemente en la historia.

Mario Levrero nació en 1940 en Montevideo, Uruguay, donde vivió practicamente toda su vida. Falleció en esta misma ciudad en 2004. Dentro de sus escritos más reconocidos se encuentran El Lugar (1982) y El discurso vacío (1996). En su obra se percibe un quiebre que permite dividirla en dos “etapas”: la primera en la que escribía textos fantásticos y de ciencia ficción; y la segunda donde se vuelve mucho más autorreferencial en sus escritos. Sin dudas Dejen todo en mis manos pertenece a la segunda etapa.

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