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Resumen "Los Cuatro Amores".


Enviado por   •  30 de Octubre de 2016  •  Resumen  •  2.762 Palabras (12 Páginas)  •  7.556 Visitas

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Lectura

Los cuatro amores  

JOSUÉ  VELÁSQUEZ

Guatemala,  10 de septiembre  de 2016

Introducción

Los Cuatro Amores es el título en español del libro “The Four Loves” escrito por C.S. Lewis y publicado por primera vez en 1960 en Londres y Nueva York. En este ensayo, se aborda el tema del amor dividiéndolo en cuatro categorías, con la ayuda de los conceptos que toma prestados del idioma griego: Cariño o afecto, Amistad, Eros, y Caridad.

Para Lewis, el amor en todas sus formas es (en virtud de su naturaleza) de dos tipos: De dádiva y de necesidad.  Lewis postula que las primeras tres categorías del amor no son autosustentables y que tienden a ser autodestructivas como producto de la imperfección humana, y que sólo el amor divino (la cuarta categoría) puede rescatarlos de su fin.

Lewis desarrolla a lo largo de la obra, explicando en el capítulo dedicado a cada categoría de amor, cómo ese amor se autodestruiría si no fuera por la intervención o influencia del “amor que Dios es”.

Capítulo I: Introducción

Lewis inicia relatando la perspectiva que tenía al escribir el libro; menciona que la primera distinción que hizo fue entre lo que él llamo amor – dádiva y amor – necesidad. Según Lewis el ejemplo típico del amor – dádiva, es el amor que mueve a un hombre a trabajar, a hacer planes y ahorrar para el mañana, pensando en el bienestar de su familia, aunque muera sin verlo ni participe en dicho bienestar. Mientras que el ejemplo de amor – necesidad, es el que lanza a un niño solo y asustado a los brazos de su madre. Es decir,  el amor – dádiva que es aquel que se entrega de forma desinteresada a la persona, y el amor – necesidad, que es aque que nace interesado por una carencia o vacío de la propia persona, es decir, es aquel que nace porque busca algo de que beneficiarse.

Por dicha distinción Lewis comenta que para él, el amor divino es el amor – dádiva. El Padre da al Hijo todo lo que es y tiene, el Hijo se da a sí mismo de nuevo al Padre; y se da a sí mismo al mundo, y por el mundo al Padre; y así también devuelve el mundo, en sí mismo, al Padre.

Lewis comenta que todo cristiano tiene que admitir que la salud espiritual de un hombre es exactamente proporcional a su amor a Dios. Pero el amor del hombre a Dios, por su misma naturaleza, tiene que ser siempre, o casi siempre, amor – necesidad. Esto es evidente cuando pedimos perdón por nuestros pecados o ayuda en nuestras tribulaciones; pero se hace más evidente a medida que advertimos que todo nuestro ser es, por su misma naturaleza, una inmensa necesidad; algo incompleto, en preparación, vacío y a la vez desordenado, que clama por aquel que puede desatar las cosas que están todavía atadas y atar a las que siguen estando sueltas.

Lewis comenta que hay que distinguir dos cosas, una es la semejanza con Dios; Dios ha impreso una especie de semejanza consigo mismo, me parece a mí, a todo lo que Él ha hecho. El espacio y el tiempo son a su modo espejo de su grandeza; todo tipo de vida, de su fecundidad, la vida animal, de su actividad. El hombre tiene una semejanza más importante por ser raciona. Y en segundo lugar existe la semejanza que podría llamarse cercanía de proximidad. Si las cosas son como se dicen, las situaciones en que el hombre está más cerca de Dios, son aquellas en las que se acerca más segura y rápidamente a su final unión con Dios, a la visión de Dios y su alegría en Dios.

Capítulo II: Gustos y amores por lo sub – humano

En este capítulo Lewis trata de explicar que existen dos placeres, los que son precedidos por el deseo y aquellos que lo son por sí, en otras palabras se podrían nombrar como: placeres – necesidad y placeres de apreciación. Un ejemplo de lo primero sería un trago de agua: es un placer si uno tiene sed, y es un placer enorme si uno está muy sediento. Pero probablemente nadie en el mundo, salvo que se sienta empujado por la sed o por indicación del médico, se serviría un vaso de agua y se lo bebería por puro gusto. Un ejemplo de la otra clase serían los involuntarios e imprevistos placeres del olfato: el aroma proveniente de un sembrado de habas o de una hilera de guisantes de olor, que a uno le llega de improviso en su paseo matinal. Hasta ese momento uno estaba satisfecho sin desear nada; y entonces el placer —que puede ser muy grande— llega como un don no buscado, como algo que viene de pronto.

Los placeres – necesidad, son naturales y necesarios, que están al abierto de excesos por su mismo carácter de ser naturales, mientras que los placeres de apreciación, no son necesarios,  abren la puerta a toda clase de lujos y vicios.

Científicamente ambos placeres están relacionados de modo indudable con el organismo de una persona, los placeres – necesidad manifiestan no sólo su evidente relación con la estructura humana, sino su condición de ser momentáneos, fuera de esa relación no tienen ningún significado de interés para las personas.

Los objetos producen placer de apreciación, estos dan la sensación (sea irracional o no) de que, en cierto modo, las personas están obligadas a prestarles atención, a elogiarlos, a gozar de ellos.

Capítulo III: El afecto

El afecto es el más sencillo y más extendido de los amores, el amor en el que la experiencia del hombre parece diferenciare menos de la de los animales. Los griegos llamaban a este amor “storgé”, pero Lewis lo llama simplemente afecto.

Lewis explica que según su diccionario griego define “storgé” como: “Afecto, especialmente el de los padres a su prole, y también el de la prole hacia sus padres”. Según Lewis la imagen de la cual las personas deben partir es la de una madre cuidando a un bebé, la de una perra o una gata con sus cachorros, todos amontonados, acariciándose unos a otros; ronroneos, lametones, gemiditos, leche, calor, olor a vida nueva.

El afecto tiene sus propias reglas. Su objeto tiene que ser familiar. Muchas veces las personas pueden señalar el día exacto en que se enamoran o inician una nueva amistad, pero ninguna persona puede percibir el comienzo de un afecto. Cuando uno toma conciencia sobre el afecto uno se da cuenta de que ya venía de tiempo atrás.

El afecto, es el amor más humilde, no se da importancia. La gente puede estar orgullosa de estar enamorada o de su amistad, pero el afecto es modesto, discreto y pudoroso. El afecto además de ser un amor en sí mismo, puede entrar a formar parte de otros amores, y colorearlos completamente, hasta llegar a ser como el ámbito en que ese amor se manifiesta cada día. Sin el afecto, los amores quizá no  fueran muy bien.

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