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Sabiduría de un pobre


Enviado por   •  30 de Abril de 2020  •  Resumen  •  3.006 Palabras (13 Páginas)  •  2.695 Visitas

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Sabiduría de un pobre

Capítulo 1: Cuando ya no hay paz

Aquí podemos ver a un San Francisco que se acuerda de su triste pasado donde en aquel entonces todo era bello y luminoso como una primavera en Umbría. Su corazón estaba atado a esta humilde parcela de tierra situada cerca de Asís, y a su iglesita de Santa María, que él mismo había restaurado con sus manos, los hermanos formaban una verdadera comunidad de amigos. Cada uno estaba sometido a todos y no tenía más que un deseo: seguir la vida y pobreza del altísimo Señor Jesucristo. Francisco pensó que muchas veces nos avergüenza nuestro pasado en vez de ponernos a pensar que debería ser tomada para así ser mejor personas, ver en que estábamos equivocados y tratar de mejorar. También se presenta la siguiente frase: “se respeta a quien se hace respetar”, esta frase la debemos aplicar todo el tiempo en nosotros porque en estos tiempos no se respeta a nadie así que deberíamos hace uso de esa frase, ósea no hacer no que no nos gusta que nos hagan, pero también respetar a quien nos o se hace respetar.

Capítulo 2: Solo en la noche

En este capítulo lo podemos resumir en la llegada de Francisco y León a la ermita no cambio nada la vida de los hermanos. Era una vida completamente simple. Los que querían vivir como religiosos en las ermitas vivían tres o cuatro. La vida arria era sin comodidad ni brillo, esta vida no toleraba artificios. El hombre se veía obligado a reencontrar su verdad. Se hacía sobrio de palabras y de gestos. Sus mismos sentimientos se apaciguaban y se hacían más simples. No a fuerza de lecturas ni de relegamiento sobre sí, sino por esta santa y áspera obediencia a las cosas a que obliga la pobreza cuando se acepta en todo su rigor. Comento que nada ayuda a saborear ni a comprender tanto la palabra de salvación como vivirla uno mismo hasta el límite. Solamente cuando uno se ha expuesto a todas las intemperies, se da cuenta verdaderamente de lo que es un techo. Y lo mismo cuando se vive lejos de todo apoyo humano y de todo lo que da habitualmente a la existencia una apariencia de solidez, se encuentra la verdad de estas palabras: "Mi roca, mi fortaleza, eres Tú". Estos capítulos nos invitan a que también podemos vivir una vida simple y que también nosotros lo podemos hacer sin quejarnos.

Capítulo 3: La última estrella 

Me llamo la atención: El amanecer de Dios en su alma es más cierto que el de la aurora sobre la tierra. Nosotros tenemos que rodearle y sostenerle para que la amargura no eche raíces en su corazón. No basta que el grano germine y dé fruto. Es preciso velar para que el fruto no sea amargo. La amargura estropea toda madurez. No tengo una opinión en sí o algo para resaltar de este capítulo, quizás no sea solo germinar y que crezca, sino ver todo de ella en los diferentes aspectos; cuidarla a medida que se va criando y que no se “infecte”, como a un ser humano.

Capítulo 4: El gemido de un pobre

En este capítulo habla Francisco se encuentra con un niño y le dice las siguientes palabras: “Cuando yo era más joven también fui tentado por los libros que me hubiera gustado tenerlos. Pensaba en ese entonces que me daría la sabiduría. Pero, mira, todos los libros del mundo son incapaces de dar la sabiduría. Es preciso no confundir la ciencia con la sabiduría en la hora de la prueba en la tentación o en la tristeza, no son solo los libros los que pueden venir a ayudarte sino simplemente la pasión del señor Jesucristo”. Esto quiere decir que en la hora de la prueba, en la tentación o en la tristeza, no son los libros los que pueden venir a ayudarnos, sino simplemente la palabra del Señor Jesucristo, uno aunque lea tanto de esto o tanto de aquello muchas veces no va a poder o seguir con todo lo que sea porque para eso hay que hacerlo y demostrarlo.

Capítulo 5: Cada vez más tinieblas 

El hombre está solo ante Dios, sin escapada posible, sin libros para distraerle, nadie que le mire o le anime. Se encuentra siempre vuelto a sí mismo. En este capítulo podríamos entender o ver el estado extenso de tristeza y decaimiento que sentía Francisco, el cual le molestaba. A medida que pasaba el tiempo, se iban generando dudas tras dudas que se fueron revelando dentro su alma. Algunas de esas cuestiones son las siguientes: ¿Francisco era verdaderamente el hombre de Dios que él creía?, ¿no se había equivocado al seguirlo?, ¿no había creído prematuramente en su Santidad?, la mayor duda de Francisco era saber si él era el elegido para hacer las misiones que le mandaba Dios, bueno el dudaba si era el elegido para estas cosas.

Capítulo 6: ¿Empieza a clarear el alba?

Dice que el Señor no ha pedido, ni hacer, ni retornar ni, defender nada en la Santa Iglesia. El mismo me ha revelado que debíamos vivir según la forma del Santo Evangelio. Vivir, sí, simplemente vivir. Eso sólo, pero plenamente y serán verdaderos hijos del Evangelio. Serán hombres libres porque nada limitará sus horizontes. Dios no mira las apariencias de los demás si no el cambio que hacemos nosotros en nuestros corazones, el poder que tenemos para cambiar el futuro que se ve cuando Clara le demuestra al hombre que abandono a su hijo diciéndole que puede cambiar el mismo y puede salir adelante cambiando muchas cosas. El capítulo nos dice que debemos esperar, como Dios solo sabe esperar. Esperar siempre. También nos muestra que El corazón de Dios no late al mismo ritmo que el nuestro. Tiene su movimiento propio. El de su eterna misericordia, que se extiende de edad en edad y no envejece nunca. Nos es muy difícil entrar en este tiempo divino. Y, sin embargo, solamente en él podemos encontrar la paz. Lo que Dios ha construido el mismo, no se sostendría por la voluntad o el capricho de una criatura. Tiene otra clase.

Capítulo 7: Una alondra canta sobre los arados.

Decía que caminaba con un andar alegre. Bailaba más que andaba. Llegó a un sitio en que la mirada podía extenderse muy lejos sobre el campo. Se dominaba las colinas vecinas, y más allá, la llanura que se perdía en el horizonte. Francisco se paró un instante a contemplar el paisaje. Sobre una de las colinas había un rebaño de vacas que volvía. Los animales y el hombre que caminaba detrás. Seguramente habría también perros alrededor. Pero no se les distinguía bien. Sólo cuando uno de los animales se destacaba demasiado del grupo le volvía a atraer bastante rápidamente como una fuerza invisible. Seguramente el hombre gritaba y los perros ladraban; a esta distancia y a esta altura no se les oía. Por momentos Francisco siente que Dios lo abandona y dice esta frase, “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?”, pasa que muchos de nosotros sentimos en numerosas ocasiones, cuando estamos pasando por situaciones bastantes frágiles, momentos horribles y por cosas que son negativas en nuestra vida que no queremos que Dios nos abandone, quizás llegamos a sentir que el no está al pendiente de nosotros, pero en realidad es que el si está pendiente de todos nosotros, y lo que podríamos hacer en lugar de pensar de qué Dios nos abandona en pensar y decir, “¿Qué es lo que estoy haciendo mal para que esto me salga de tal manera? ¿quiero estos resultados? ¿en realidad me sirve?”, y no pensar que Dios nos abandona.

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